miércoles, 29 de julio de 2009

¿En qué han fallado los antinacionalismos?

De hecho, incluso antes de la llegada de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat, siempre han existido partidos y movimientos antinacionalistas. Durante los primeros años de mandato de Convergència i Unió, en los años ochenta, ya surgieron voces críticas con la labor que llevaba a cabo este partido, incluso por parte de nacionalistas moderados como Josep Tarradellas, quien hablaba de la llamada “dictadura blanca” de Pujol, en la cual se imponía un nacionalismo cerrado y excluyente que llevaba al sectarismo y al clientelismo, a no dialogar con Madrid, a enemistarse con el resto de España, a repartir “carnets de catalanidad” y a dividir a la sociedad catalana, hasta el punto de mitificarse la figura del “President” en tanto decir que quien criticaba a Pujol no era catalán y atacaba a Cataluña.
A partir de los años noventa se incorporó al Partido Popular la figura de Aleix Vidal-Quadras, cuya actitud beligerante contra el nacionalismo catalán propició que hasta los miembros de su propio partido lo apartasen y fuese sustituido por otro líder con un discurso crítico pero más moderado. No funcionó. Finalmente, para las últimas elecciones autonómicas a la Generalitat surgió un nuevo partido antinacionalista con el propósito de captar votantes desengañados con lo que ellos llamaban el “continuismo nacionalista de CIU” por parte del nuevo gobierno tripartito y que no se sintiesen identificados con los postulados conservadores del Partido Popular: se trataba de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía, liderado por el joven abogado Albert Rivera y apoyado bajo un grupo de intelectuales (?) de izquierdas (?). Sin embargo, todo y lograr entrar en el Parlament con tres diputados, muchas ilusiones, mucho entusiasmo y proyectándose como fuerza política de futuro alternativa a los cinco principales (CIU, PSC, PP, ICV y ERC), actualmente las encuestas no parecen muy favorables a que este ambiguo partido (¿de derechas o de izquierdas?) continúe. A cambio, ante el temor de muchos, no se descarta la posibilidad de que el partido substituto sea Plataforma per Catalunya, pues la incorporación del “Yoyas” (de Gran Hermano) a la candidatura de l’Hospitalet de Llobregat podría captar el voto de mucha gente joven. Su presidente, Josep Anglada, ironizaba en una entrevista al decir que “los de Ciutadans entraron en pelotas al Parlament y ahora se largarán también en pelotas igual que como entraron”.

Resumidos los últimos años de nuestra historia política, la cuestión a plantear es por qué los partidos y los movimientos antinacionalistas no han cuajado en Cataluña. En términos generales, a mi parecer personal y subjetivo (del cual se puede o no estar de acuerdo) se puede afirmar que las principales razones se deben a lo siguiente:
Primero. Confusión (por ignorancia o bien por conveniencia) entre catalanismo, nacionalismo e independentismo, que se usan indistintamente como si fuesen la misma cosa. Grave error que ha dañado severamente a Cataluña. En el presente blog ya publiqué una entrada donde explico claramente la diferencia que existe entre los tres conceptos, que deseo sirvan para aclarar las cosas para quienes tengan dudas, así que ahora me ahorro de volver a repetir lo mismo.
Segundo. La opción por una crítica beligerante e incongruente frente a la crítica positiva y constructiva. Hago aquí referencia al “ojo por ojo”, a un combate de venganza fruto del resentimiento personal, que lleva a hacer declaraciones “primarias” y peligrosamente populistas, a menudo cercanas a los postulados de la extrema derecha. Basta observar las célebres tertulias de algunos programas de radio (como el de Jiménez Losantos en la COPE) y de algunos programas de televisión (como el de Pilar Urbano en Telemadrid). Si un movimiento antinacionalista cree que el nacionalismo es malo y nos ha llevado al desastre, debe de saber explicar por qué razones eso es así. No es normal que quienes critiquen a los nacionalismos periféricos, luego se muestren como nacionalistas de estado, o sea, nacionalistas españoles, inflexibles para reconocer una España unida que a la vez acepte y fomente su diversidad y su riqueza cultural y lingüística. Existe la estúpida idea (fruto del miedo y la ignorancia) de que un estado en que la gente piensa diferente, tiene culturas diferentes y habla lenguas diferentes es un estado débil, caótico y desunido, y que la uniformidad es lo que le hace más fuerte e indivisible. Luego esta gente no es antinacionalista global como quieren hacernos creer, sino parcial, con gotas de hipocresía y cinismo. Tampoco es normal, por ejemplo, que en el tema lingüístico, quienes dicen ser bilingües solo denuncien únicamente las situaciones de discriminación del castellano y nunca del catalán o de otras lenguas, y para hablar solo usen un idioma en vez de hacerlo indistintamente ni que solo sea para dar un simple saludo. Todas estas incongruencias transmiten a la mayoría de catalanes la sensación de que los antinacionalistas son en verdad anticatalanes que desprecian la lengua y la cultura locales. Es, en definitiva, una lucha antinacionalista que genera miedo en vez de confianza.
Tercero. La falta de coordinación y entendimiento entre partidos e instituciones no nacionalistas debido a diferentes posiciones ideológicas. Existen demasiadas ambigüedades y ello genera recelo, pues no es la primera vez que se enmascaran corpúsculos fascistas o de la extrema derecha disfrazados de demócratas de izquierdas para guardar las apariencias. A pesar de que instituciones antinacionalistas (como CADECA, Convivencia Cívica Catalana, Asociación por la Tolerancia, Profesores para la Democracia, Iniciativa no Nacionalista, Ciutadans de Catalunya, etc.) tienen algunos puntos en común, nunca han sido capaces de entenderse entre ellos, puesto que unos se han centrado solo en algunos aspectos (como por ejemplo la política lingüística), otros tienen unas ideologías muy incompatibles para llegar a hacer un frente común, y otros compiten para destacar sobre las demás entidades intentando imponer su doctrina como la mejor. Además, habría que añadir a personas independientes que, mediante páginas Web o blogs han dado a conocer sus posturas antinacionalistas, muchas de las cuales, a pesar de los discursos presumiblemente democráticos y progresistas, caen en un patético reaccionarismo cargado de hipocresías y demagogias. Estas personas, no censurables porque existe una libertad de expresión y pueden decir lo que les plazca nos guste o no, no ayudan a la paz y a la convivencia, ni siquiera a forjar una opción no nacionalista inteligente, como tampoco ayudan los comentarios incendiarios de algunos foros de discusión, sino más bien contribuyen a darles la razón a los nacionalistas catalanes y a justificar la criminalización hacia todo lo que no es nacionalista.
Cuarto. La inexistencia de una política alternativa a la nacionalista que sea coherente, atractiva, seductora y convincente. Como consecuencia de todo lo expuesto anteriormente, hasta ahora no se han presentado políticas no nacionalistas que sean de verdadero interés, ni líderes políticos carismáticos capaces de arrastrar a las masas y que ofrezcan una opción diferente a la nacionalista en la que la lengua, la cultura y la identidad catalanas no se vean agredidas o como un obstáculo para España. Las políticas antinacionalistas han recorrido una senda equivocada y alejada de la realidad social de Cataluña. Apuestan por una Cataluña “real” frente a la “inventada” por los nacionalismos. De acuerdo, pero ¿qué se entiende por Cataluña real? Muchos discursos contienen una fuerte carga de oportunismo, hipocresía y demagogia que no los hacen creíbles, incluso algunos provocan la risa y eso debería de ser motivo de preocupación. Se termina desembocando en una actitud homóloga al nacionalismo pero al revés, en vez de dar ejemplo y construir algo diferente, cambiando las cosas desde la raíz. Nunca se debe hablar de “antinacionalismo” y muchísimo menos de “anticatalanismo”, sino de “no nacionalismo”o de “catalanismo no nacionalista”, puesto que el sentimiento nacionalista es, mal que les pese a muchos, una realidad del pensamiento de una parte del pueblo catalán, y hay que aceptarla, pues de lo contrario no sería democrático. Para un catalán, que alguien diga que es “no nacionalista” o “antinacionalista” lo puede aceptar, pero alguien diga ser “anticatalanista” le suena muy feo y se asocia a ser “anticatalán”, dado que es así en la mayoría de casos. Hay que hablar de una refundación y actualización del catalanismo a la realidad social, cultural y lingüística actual, y nunca culpar de todos los males de Cataluña única y exclusivamente al nacionalismo, como si el antinacionalismo tuviese siempre la razón. Ninguna doctrina es perfecta. Además, aunque los nacionalismos se apropien de la lengua, la cultura y la identidad locales haciendo una política “de la crosta”, jamás hay que atacar a estos tres elementos sino optar por hacer de ellos un uso bueno y no pervertido, en el que el pueblo catalán se vea tranquilo y no agredido. En definitiva, todo frente no nacionalista puede ser crítico y defender al castellano y lo que viene de fuera de Cataluña, pero nunca debe dejar de defender y fomentar la lengua, la cultura y la identidad catalanas, sino que hay que establecer un equilibrio y hablar bien de ambos bandos, invitándolos a unirse en convivencia y concordia. Del mismo modo que para un castellanohablante puede parecerle discriminatorio que el nacionalismo catalán hable bien solo de lo catalán y nunca de lo castellano y español, para un catalanohablante le puede parecer agresivo que un antinacionalista defienda solo lo castellano y español y nunca ofrezca un gesto de amabilidad y cordialidad hacia lo catalán.

miércoles, 22 de julio de 2009

Memorias de un cinéfilo de barrio IX: cine Río

Si un cine de barrio ha formado parte de manera especialmente destacada a lo largo de mi vida, tal vez el más importante de todos los que he conocido y en el que más he disfrutado, sin duda alguna hago referencia al entrañable y magnífico cine Río.
Explicar que anteriormente a la citada sala de cine, en el mismo terreno existió una sala de baile llamada Río de Janeiro, inaugurada por los empresarios Joan i Josep Escofet Sabanés (hermanos) y Francesc Boada, en la calle de Matanzas con Pinar del Río, en el barrio de los Indians. Se ignora cuando se inauguró, pero es bastante antigua, y eso lo atestigua que ejemplares del periódico La Vanguardia de la década de los años cuarenta ya existía publicidad de esta sala al aire libre en el apartado de espectáculos, anunciando a cantantes y a orquestas. Además, durante las noches de los sábados y domingos de los meses de verano, la sala de baile funcionaba como cine al aire libre, actividad que amenizaba aquellos calurosos fines de semana y que tuvo muy buena respuesta por parte del público asistente.
Por este motivo, los hermanos Joan y Josep Escofet Sabanés y Francesc Boada decidieron la construcción de un cine que vendría a sustituir la sala de baile. Finalmente, el jueves 30 de mayo de 1963 fue naugurado el nuevo cine Río, con entrada en el número 40 de la calle de Matanzas. En dicha fecha inaugural se proyectaron las películas "Can Can" y "La colina de los diablos de acero". En sus inicios era una sala de reestreno con programas dobles, funcionando como la típica sala de barrio. Años después, el empresario Pere Balañá adquirió el cine, el cual se sometió a una remodelación interior con una decoración al estilo de las otras salas de proyecciones de la misma cadena, obra del arquitecto Antoni Bonamusa. El 29 de enero de 1973 reabrió sus puertas completamente renovado y como sala de grandes estrenos cinematográficos.
Recuerdo haber ido al cine Río sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de los años setenta. Era un cine muy moderno, con una calidad de proyección y de sonido equiparables a las salas de estreno del centro de la ciudad. En aquellos años, era un local donde dejaban entrar a todo el mundo aunque la película no fuese apta para menores. Entrando por la calle de Matanzas, la fachada era muy funcional. En la parte superior de la entrada principal coronaba una estructura luminosa donde se pintaban los carteles de las películas que se estrenaban, una obra artística de aquellos tiempos ya en vías de extinción. A los pocos años esto desapareció y solamente colocaron un gran rótulo que decía “local de grandes estrenos”. Debajo había el rótulo fijo de “Cine Río”. A la derecha del vestíbulo había los plafones para fotografías de las películas a estrenarse y de la que proyectaban. A la izquierda se ubicaba la taquilla. Más al fondo, había el vestíbulo con un pequeño bar, cuya barra se situaba a la izquierda, pues a la derecha estaban las puertas para acceder a la platea. El pasillo del vestíbulo giraba a la derecha y daba con una salida a la calle de Pinar del Río, un acceso que solo se abría ocasionalmente cuando se proyectaba una película de gran éxito de público y la sala estaba completamente llena.
Dicha sala constaba de una platea con 796 butacas y un anfiteatro con 404 butacas. La decoración era la típica de las salas de Balañá, con suelo enmoquetado y paredes de terciopelo de color rojo y butacas tapizadas también en rojo. En la platea había tres pasillos, dos laterales y uno central, más otro transversal a partir de la décima fila para evitar cruzar de un lado a otro de la sala pasando por la pantalla.
El ambiente de público era más bien tranquilo poco conflictivo. Muchas veces la sala se llenaba, incluso el anfiteatro, especialmente cuando había algún estreno más destacado. De hecho yo siempre vi la sala llena, siendo muy raras las ocasiones en que estaba medio vacía. Ello demuestra el éxito que siempre tuvo el cine Río, pues yo siempre he creído que cerró por una estrategia económica de eliminar salas únicas de barrio para apostar por las multisalas de grandes superficies comerciales.
Recuerdo además que, como era de costumbre en la mayoría de cines de la cadena Balañá, antes de hacer publicidad comercial y trailers de películas, nos pasaban unas diapositivas publicitarias muy divertidas, algunas de ellas amarilleadas de los años que tenían. Nada más abrirse las cortinas (hoy día los cines ya no tienen cortinas para abrir y cerrar la pantalla, lo cual era muy elegante) salía la primera diapositiva: un dibujo de un hombre tomando una copa en la barra de un bar y un rótulo que decía “esmerado servicio de bar en el vestíbulo”. Luego llegaba el fabuloso pase de diapositivas de locales comerciales del barrio. Era una manera práctica de hacerse publicidad. Siempre provocaba la risa del público la del restaurante-pizzería La Mamadera. Terminado el primer espectáculo, la cámara encendía motores y empezaban con los anuncios publicitarios: Automóviles Conchita (con el tema musical del “Viaje con nosotros” de la Orquesta Mondragón), Brimóvil (reparación y recambios para automóviles de SEAT), Polideportivo MET (donde se exhibían hombres “cachas” y chicas muy… bueno, ya sabéis), Discoteca Pub Krimm (con la música del Yep Yep Yep de fondo y un hombre cuarentón con bigote saliendo en todas las escenas y una voz de fondo que decía “Para que lo bueno no le deje atrás, Krimm tiene la solución”), Restaurante Il Trovatore (hummm!!! qué platos de pizza al horno más buenos Dios mío), y uno de una casa de electrodomésticos donde salía el dueño, se presentaba ante las cámaras y decía “este es mi establecimiento, y ya no les entretengo más”. Y si hiciese un esfuerzo mental, todavía podría recordar muchos más anuncios.
Terminada la sesión de postales y anuncios comerciales, seguidamente empezaban con el Movierecord y los trailers de películas, para luego dar comienzo a la película.

Son tantas las películas de estreno que citarlas todas resultaría una tarea muy difícil, pero sin embargo puedo enumerar unas cuantas, y si en los días posteriores a haber colgado este capítulo de mis memorias cinéfilas me viene a la cabeza alguna otra película, la añadiré a la lista interminable: “Superman II”, “Superman III”, “Tiburón 3” (de Enzo G. Castellari), “1941”, “El imperio del sol”, “Always”, “Drácula” (de John Badham), “Encuentros en la tercera fase”, “Manhattan sur”, “La puerta del cielo”, “El cumpleaños de Mickey”, “Rocky II”, “Rocky IV”, “Toro salvaje”, “Cobra, el brazo fuerte de la ley”, “El Padrino IV”, “Instinto básico”, “La espía que me amó”, “Moonraker” “Solo para sus ojos”, “Octopussy”, “Panorama para matar”, “007 Alta tensión”, “Licencia para matar”…
Además de estas, hablaré de otras películas que también vi en el cine Río y que las recuerdo por motivos especiales:
“Supermán”: primera gran película de superhéroes de calidad, que para entrar al cine tuvimos que hacer una larguísima e interminable cola. Fui con mi hermano Tomás y los amigos del barrio Robles y Carlos. Unos cuantos metros más hacia delante, vimos a otro compañero, Paco Parra, que nos dejó “colarnos” en su sitio y así avanzamos un poco más. Las dos veces que la vi en el Cine Río siempre fue en el anfiteatro. La segunda vez con mi hermano Tomás y mi abuela Rosita, sobre todo porque yo me empeñé.
“ET”: magnífica película de Steven Spielberg, con la que también hice una cola interminable, nos sentamos en la última fila del anfiteatro, y donde vi por primera vez a tanta gente llorar en el cine.
“Asesinato por decreto”: buena película de suspense sobre los personajes de Sherlock Holmes (interpretado por Christopher Plummer) y Watson (interpretado por James Mason), cuya misión era atrapar a Jack el Destripador. Es el filme con el que recuerdo haber pasado más terror de toda mi vida, llegando en diversas ocasiones a cerrar los ojos y a agachar la cabeza para no mirar. Nunca lo llegué a pasar tan mal como entonces.
“Viernes 13 parte II”: simpático recuerdo de este abominable pero divertido filme de terror. La vi una tarde de domingo con mi hermano Tomás y nuestro amigo del barrio Robles. Si os digo la verdad, entramos en el cine literalmente “acojonados”. Prueba de ello era que si normalmente nos sentábamos en la fila central, esta vez preferimos colocarnos unas cuentas filas más hacia atrás. Y así sucedió con la mayoría de espectadores, que los teníamos todavía más atrás. Solo una pareja de abuelitos osaron atreverse a sentarse delante de todos nosotros. Posiblemente a su edad estaban curados de espantos. Recuerdo que antes de ir a verla, mi hermano me advirtió que me lo pensara dos veces antes de venir a ver la película, porque si pasaba mucho miedo y ellos la querían repetir, me tendría que aguantar. Me arriesgué y aguanté.
“Titanic”: es muy fácil de recordar en qué cine has visto esta película por razones obvias. La megalomanía de James Cameron llenó la sala hasta reventar, y me sorprendió la cantidad de gente que se levantó de la butaca con lágrimas en los ojos, algo que hacía mucho tiempo que no veía, prácticamente desde “ET”.
“El jorobado de Notre Dame”: magnífica película de Walt Disney, cuyas películas aumentan de calidad sobre todo cuando son más góticas y sinistras y menos infantiles. Ese día lo recuerdo porque fuimos a verla toda mi familia y mi padrino Prudenci, que hacía muchos y muchos años que no pisaba un cine. Desgraciadamente, sería también la última vez que pisaría un cine porque falleció poco después, en 1997. Una buena despedida cinematográfica de este mundo, pues él amaba las películas de Walt Disney.
“Invicto”: buena película dirigida por Walter Hill, la fui a ver con mi madre y mi hermano Tomás. La recuerdo porque ese día, un emocionado empleado del cine Río que conocíamos desde hacía muchos años nos anunciaba que la sala cerraba definitivamente sus puertas. Fue la despedida definitiva de un local que bajaría las persianas por última vez en julio de 2002. Una despedida digna con una película cuyo título hacía honor a este cine de barrio, pues con éxito de asistencia de público y en el alegre recuerdo de mucha gente, se iba el cine Río… INVICTO.

martes, 21 de julio de 2009

AVUI JA FA UN ANY...

A la meva mare, que no hi ha ni un sol dia que no me'n recordi d'ella.



Quan a la falda et miro de Montjuïc seguida,
m'apar veuret als braços d'Alcides gegantí
que per guardar sa filla del seu costat nascuda
en serra transformant-se s'hagués quedat aquí.




I al veure que traus sempre rocam de ses entranyes

per tos casals, que creixen com arbres amb saó,

apar que diga a l'ona i al cel i a les muntanyes:

Miraula; os de mos ossos, s'és feta gran com jo!



Jacint Verdaguer i Santaló

Oda a Barcelona (fragment)


miércoles, 15 de julio de 2009

El (meu) paisatge favorit de Catalunya

El passat dia 14, a TV3, van fer el programa especial d’El paisatge favorit de Catalunya on, finalment, va sortir com a guanyadora la Costa Brava. La veritat és que la competència era difícil per la bellesa de tots els indrets aspirants, però només en podia sortir un. Per a mi, tots aquells paisatges eren mereixedors de guanyar, i molts d’altres que no van sortir en els capítols perquè no s’hauria donat a l’abast. I és que senzillament, Catalunya, la nostra terra, és molt bonica i no te l’acabes, i molts racons es podrien definir com “un tros del Cel a la Terra”. Que per molts i molts anys puguin existir.
I quin és el meu paisatge favorit de Catalunya? Aquesta pregunta em resultaria molt difícil de respondre. Primer de tot, perquè sóc home de ciutat, i de seguida triaria Barcelona. Ara bé, en funció de l’espai geogràfic, seria capaç d’escollir-ne un de cada.
Un paisatge marítim: la Costa Brava en general, i La Fosca en particular.
Un paisatge muntanyenc: Montserrat.
Un paisatge interior: la comarca del Berguedà, concretament l’ermós camí verd que ressegueix el riu Llobregat entre Manresa i Castellar de n’Hug.
Un paisatge de província: Girona en general, tant l’interior (la zona volcànica d’Olot, Banyoles, Porqueres i Besalú), com la Costa Brava ja esmentada i les seves ciutats (Girona, Olot i Figueres).

Mare meva, i quin hauria de triar de tots aquests? Ja us ho he dit. És molt i molt difícil.
I de la meva ciutat? Sens dubte, les magnífiques vistes de la capital catalana des de l’avinguda de la Mare de Déu de Montserrat, des del castell i mirador de Torre Baró i des de les bateries antiaèries del Carmel. Concretament, des de Torre Baró, a més, pots veure bona part del Vallès en la seva extensió i les muntanyes de Montserrat i el Montseny, de més lluny. Un espai que et proporciona una energia positiva com en cap altre lloc de Barcelona, idoni per a omplir el cap de pensaments positius i vèncer estats depressius. Només cal contemplar les dues bandes del paisatge durant una bona estona.
I quins barris de la meva ciutat són els meus predilectes? M’agraden Gràcia, Ciutat Vella, la costa i la muntanya de Montjuïc.
Gràcia és un lloc força entretingut on conviu tota mena de gent. Sempre estan de festa, és a dir, que quan no es celebren les tradicionals Festes de Gràcia, es fan altres coses, com un mercadet, unes sardanes, un concert, un correfoc, una festa alternativa, etc. La qüestió és sempre estar de festa. A l’estiu és molt agradable estar prenent alguna cosa a les terrasses dels bars de les seves places. L’oferta comercial és excel·lent perquè hi ha de tot, inclòs les botigues més estranyes i singulars que hom es pugui imaginar. I l’oferta lúdica és també força present, amb cinemes tant comercials com d’art i assaig, teatres, casals i centres cívics. En resum, a Gràcia hi ha de tot i és d’aquells llocs que els diumenges i festius sempre hi ha activitats i gent pels carrers, a diferència d’altres barriades que semblen uns deserts els caps de setmana perquè ho tenen tot tancat. És un barri viu les 24 hores del dia durant els 365 dies de l’any.

Ciutat Vella m’agrada perquè és un nucli antic on trepitges i repasses en viu i en directe la història més antiga de Barcelona. És el passat al present, i un museu d’història a l’aire lliure, ple de sorpreses. Els carrerons, alguns d’ells misteriosos perquè es conserven gairebé iguals que quan es van construir, et conviden a endinsar-te per a esbrinar què hi haurà. Sembla com si els fantasmes dels avantpassats barcelonins que allí hi van viure fessin presència invisible i et xiuxiuegessin per a què anessis per allí. La Ciutat Vella resulta difícil de conèixer-la pam a pam, i cada vegada que et passeges descobreixes alguna cosa nova de la qual no te n’havies adonat abans. El Barri Gòtic s’erigeix majestuós com un indret carregat d’art i de noblesa. El Born encara conserva l’esperit del barri obrer que va ser, i el Raval, malgrat les excessives reformes urbanístiques, no ha deixat mai d’ésser el Barri Xino, paradigma de la Barcelona gamberra, picant, negra i eròtica.
De la costa barcelonina, malgrat que les platges no són veritablement una meravella, m’agraden les vistes a l’horitzó del mar, veure com el món no s’acaba i que es pot continuar més enllà dels límits terrestres. El barri de la Barceloneta, barri mariner, encara conserva aquella olor de sal marina i dels plats de peix i marisc dels seus nombrosos i tradicionals restaurants. Banyar-se a les platges sempre m’ha agradat perquè per a mi és com una talassoteràpia. També m’agrada molt la façana portuària, que conec des de petit gràcies al meu pare. Encara recordo haver pujat amb ell a la desapareguda rèplica de la caravel·la Santa Maria i passejar-me per l’escullera i per la zona industrial, concretament per la desapareguda factoria Proas, al moll de Sant Bertran.
I en quan a la muntanya de Montjuïc, aquí tinc un sentiment molt especial perquè va ser el bressol de la meva mare, filla de Can Tunis. És una muntanya petita però imponent a cavall del mar i la terra, diferent de les altres, única i irrepetible, alhora tant ocupada i tant desconeguda, i tant present en la història de Barcelona. Montjuïc és una síntesi històrica, social i urbanística de la ciutat i la natura combinades. El seu esperit és tant fort que, en realitat, ha estat Barcelona qui s’ha integrat a la muntanya i no a l’inrevés com tothom creu. Bressol del Poble Sec, barriada humil nascuda a la seva falda, com Can Tunis, i forjadora de magnífics edificis fets amb les pedres extretes de les seves entranyes. Una part de Barcelona existeix i es deu a Montjuïc, ara i sempre. Encara enyoro l’entranyable parc d’atraccions i l’antic funicular.
Bé, aquests són els meus paisatges favorits de Catalunya. I els vostres, quins són?

jueves, 9 de julio de 2009

Catalanismo, nacionalismo e independentismo: tres conceptos diferentes

El siguiente tema del que voy a tratar a continuación resulta actualmente polémico y controvertido porque trae consigo numerosas disputas y confusiones conceptuales, debido básicamente a la constante lucha ideológica entre quienes tienen distintos sentimientos de pertenencia y distintos modelos de estado dentro de un territorio no soberano como es Cataluña. Acerca del catalanismo, del nacionalismo y del independentismo se podrían decir muchísimas cosas, pues sería una larga historia y este no es aquí el objetivo a exponer, sino a definir brevemente para aclarar un poco qué es cada cosa.
Del mismo modo que muchos creyentes, creyentes religiosos, agnósticos y ateos confunden los conceptos de Dios, Iglesia, religión y cristianismo y son incapaces de aceptarlos por separado, lo mismo sucede entre nacionalistas y antinacionalistas cuando relacionan los conceptos de nacionalismo, catalanismo e independentismo como si fuesen sinónimos. Y eso no es así.
Definiríamos el catalanismo como aquella doctrina de pensamiento político orientada a preservar y promover los valores propios y distintivos de la personalidad de Cataluña, como son sus tradiciones, sus valores culturales, su lengua local, sus derechos históricos y su autonomía respecto al resto de España en el terreno político, pero sin definir a Cataluña como nación. Históricamente, el catalanismo era inicialmente regionalista, federalista o autonomista, y aspiraba a preservar la autonomía de Cataluña y el restablecimiento de sus instituciones, contribuyendo a la construcción de un nuevo modelo de estado español descentralizado. En cambio, el nacionalismo catalán sería una corriente de pensamiento derivada del catalanismo y conformada con posterioridad, a principios del siglo XX, que absorbe los objetivos del catalanismo pero con la diferencia añadida de concebir a Cataluña como nación, introduciendo los conceptos de soberanía nacional y nacionalidad en tanto la posibilidad de que Cataluña pudiese definir sus propias fronteras.
En cuanto al independentismo se refiere, esta es una corriente derivada generalmente del nacionalismo (aunque algunos rechazan definirse como nacionalistas) que propugnaría la independencia del territorio catalán respecto del Estado español, bajo la tesis de que resultaría el único camino posible para alcanzar la máxima plenitud cultural, social o económica, objetivos imposibles mientras Cataluña continúe formando parte de España, país al cual, según los independentistas, le niegan la existencia de cualquier forma democrática. Es decir, que España es igual a fascismo y cualquier elemento de españolidad es fascista.
Vistos los tres conceptos, queda clara la diferencia y la posibilidad de ser catalanista no nacionalista ni independentista, incluso ser nacionalista no independentista.
Otro concepto que conlleva polémica es de aceptar a Cataluña como nación. Para ello hay que plantearse a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de “nación catalana”. Existe la llamada nación histórica y la nación administrativa. La primera hace referencia a una concepción nacional a título histórico y honorífico, como forma de reconocer un pasado glorioso y una realidad catalana diferente de otras realidades. Sin embargo, yo creo y a la vez no creo en la existencia de ese “hecho diferencial catalán”. Me explico. Creo en tanto que a nivel particular, todos los territorios del mundo son hechos diferenciales porque no pueden existir dos territorios iguales, y por consiguiente, cada región de España sería también un hecho diferencial aunque compartan una misma historia y una misma lengua. Y a la vez no creo en el hecho diferencial en tanto que ni Cataluña ni cualquier otro territorio pueda ser más diferente de lo que ya son. Sería, de algún modo aquella expresión que dice “todos iguales, todos diferentes”. Y puestos a añadir, también me atrevería a decir que el llamado “problema catalán” jamás ha existido. ¿Qué es el “problema catalán”? ¿Dónde está ese problema? ¿A qué se refiere? Personalmente, como catalán que siempre he vivido en Cataluña desde que nací, puedo asegurar que ese “problema catalán” nunca lo he visto. En Cataluña existen problemas en tanto que todas las personas tenemos problemas y todos los territorios del mundo tienen sus problemas porque un mundo sin problemas no existe. Ahora bien, un “problema catalán” más diferente que sea más problema que los demás, os puedo asegurar que no existe ni es peor que el de otros territorios. Eso es un mito inventado surgido por la estúpida pugna entre nacionalistas y antinacionalistas para dividir a la sociedad catalana.
Volviendo al tema, la “nación administrativa” haría referencia a una concepción burocrática que tendría efectos estatales. Está claro que si Cataluña es de España, la nación catalana administrativa no existe pero sí la nación catalana histórica, del mismo modo que se habla del “Principado de Asturias”, del “Reino de Navarra”, del “Reino de Castilla y León”, de nacionalidades históricas como Andalucía, las Illes Balears, Galicia, etc. o sea, que tienen los títulos históricos de “nacionalidad histórica”, “reinado” y “principado”, entre otros, pero no dejan de ser comunidades autónomas de España. A mi parecer, creo que esto es una solución intermedia que puede satisfacer a la mayoría de gente (salvo excepciones) porque a la vez, se acepta el concepto de nación (la histórica en este caso) y el de región o comunidad autónoma.
Por lo tanto, se puede ser catalanista no nacionalista y concebir a Cataluña como nación histórica y comunidad de España..

A pesar de todo lo explicado, todavía existen quienes se resisten a aceptar las cosas como son y se muestran escépticos. Por parte de los nacionalistas e independentistas, argumentan que ya en al año 1915 la revista Renaixença definía el catalanismo como "la exaltación del sentimiento nacional, el reconocimiento, por los catalanes, de la Patria Catalana y la doctrina que lucha por las reivindicaciones políticas de Cataluña, son llamados catalanismo". De ahí aseguran que catalanismo y nacionalismo son la misma cosa, y rechazan cualquier otra variante e incluso una posible refundación del catalanismo que integre al colectivo castellanohablante y a las personas procedentes de otras tierras y culturas para enmarcarlas dentro de un proyecto común, y considerando a España como territorio amigo. En resumen, consideran que quien es catalanista no nacionalista no es un verdadero catalanista
Por parte de los antinacionalistas, el motivo es muy simple. Creen que quienes se autodefinen como “catalanistas no nacionalistas” o definen la “nación histórica” como algo compatible con la comunidad autónoma de España son en realidad simplemente nacionalistas (y antiespañoles) encubiertos o que “no han salido del armario” para guardar las apariencias, porque no quieren aceptar su forma de pensamiento o su rechazo hacia lo español por un motivo de orgullo o porque “está feo admitirlo abiertamente”. Incluso rechazan aún más la idea de concebir una “nación histórica” en contraposición a la “nación administrativa” como si también se tratara de otra excusa barata, o bien “un intento de meter un gol a los no nacionalistas o de tomarles el pelo” como si se les pretendiese engañar.
Sin embargo, creo yo que en la mayoría de gente no nacionalista existe un sentimiento catalanista, el cual se ha ido transformando y adaptando a los nuevos tiempos. Además, en una parte conceptual del catalanismo actual convergen tanto los nacionalistas como los no nacionalistas. Hoy día, este concepto, a pesar de mantener las principales estructuras que lo caracterizan, se ha ido refundando él solo a medida que la sociedad catalana ha evolucionado, de ahí que creo innecesario que un partido político o una institución deba de “inventar” una definición para que todo el mundo la acate. Todo y la parte fija y objetiva, existe también una parte flexible y subjetiva porque el catalanismo es el “mundo de Cataluña”, y teniendo en cuenta que cada persona es un mundo y existen por tanto tantos mundos como personas, hay tantos catalanismos como personas residentes en Cataluña.



sábado, 4 de julio de 2009

Memorias de un cinéfilo de barrio VIII: cine Niza


Singular sala cinematográfica algo apartada de mi barrio pero de la cual tengo algunos recuerdos por haber ido en algunas ocasiones es el cine Niza.
El local era más antiguo de lo que parecía, pues abrió el 19 de octubre de 1946. Josep Maria Aixelà fue el arquitecto encargado de su construcción, y Luís Cabezas Puzo su propietario. La sala ofrecía programas dobles de reestreno, y enseguida captó al público de las barriadas de la Sagrada Familia. Precisamente cuando se inauguró, el primer programa fue “¡Galopa muchacho!” y “Sangre sobre el sol”, y las recaudaciones conseguidas en aquella sesión sirvieron para invertirlas en obras asistenciales del distrito. Estas cosas por entonces eran normales, pues estamos hablando de la posguerra.
El cine Niza se convirtió en la mejor sala de la zona y se consideró uno de los salones cinematográficos más espaciosos y bien construidos de la ciudad. La fachada era de estilo neoclásico, simétrica, con una gran entrada central y dos grandes espacios laterales para la colocación de los carteles de las películas a exhibir. En su interior había un largo pasadizo que llevaba a la platea, cuya capacidad era para 1.504 localidades. El 2 de octubre de 1948, en el mismo edificio del cine, se inauguró una sala de baile.
Desde el 27 de noviembre de 1950, con la proyección del film “El inspector general”, el cine Niza pasó a ser sala de estreno. A partir de la década de los cincuenta, se vivió una etapa de esplendor traducida en una gran afluencia de público, sobre todo los fines de semana, hasta el punto de que algunos espectadores tenían que ver la película de pié porque la demanda superaba el número de butacas. Eso era algo habitual en las salas de reestreno y en algunas de estreno (¡yo lo he vivido!), pero hoy día ofrecer más entradas del numero de asientos existente sería algo impensable e inadmisible.
A partir del año 1967, la sala volvió a ser de reestreno como en sus orígenes, y ello la llevó a una lenta y progresiva decadencia traducida en la proyección de películas de poca calidad, el deterioro del local y un descenso del público. Y ya en los inicios de la crisis de los cines de barrio y el cercano apogeo del vídeo, Pere Balañá adquirió el cine Niza y lo sometió a una profunda remodelación para convertirlo nuevamente en local de grandes estrenos. El 24 de octubre de 1980 reabrió renovado con el estreno de la película de terror “La niebla”.


Yo solo he vivido este cine en su época de estrenos, pues para ver programas dobles ya tenía suficiente oferta por entonces en mi barriada. Lo recuerdo como un cine de gran lujo y de espectacular y moderno diseño. Su interior era todo verdoso y funcional. Entrando a mano derecha había la entrada de la sala de baile Niza 77. Luego, para acceder a la platea, había un largo pasillo convertido en una excelente y elegante sala de espera y de descanso con butacas negras y paredes de terciopelo verde. La entrada a la sala de proyecciones era a la izquierda del pasillo. Su interior era grande y cómodo. La platea tenía capacidad para 860 personas y estaba formado por dos pasillos laterales que formaban tres hileras de asientos. El anfiteatro tenía capacidad para 395 personas.
La primera película que vi fue con mi hermano Tomás y mi padre, y era una versión de ciencia-ficción del western “Los siete magníficos” titulada “Los siete magníficos del espacio”. Otras películas que recuerdo haber visto eran también de ciencia-ficción, como “Star Treck II la ira de Kahn”, “Star Treck III en busca de Spock” y “Terminator 2”, y de otros géneros como “American Beauty”, “Sleepy Hollow” y “El mundo nunca es suficiente”. Sin embargo, muchas otras películas de estreno de los años ochenta y noventa no llegué a verlas en esta sala porque su programación coincidía muchas veces con la de los cines de estreno Río y Victoria, mucho más cercanos a mi barrio.
Finalmente, debido a una falta de acuerdo entre la empresa Balañá y los propietarios del local para renovar el contrato de alquiler, el cine Niza cerró definitivamente sus puertas el 21 de febrero de 2005. La última película que se proyectó fue “Milion Dollar Baby”. Al menos tuvo una buena y digna despedida con una master peace de Klint Eastwood.


miércoles, 1 de julio de 2009

A la "noble" gente aragonesa

Como dicen los tópicos regionales, a la comunidad aragonesa se la caracteriza por su "nobleza". Lógicamente habrá de todo, pues es de aquellas cosas que no se pueden generalizar, es decir, tomar la parte por el todo. A título personal conozco a algunas personas procedentes de esa "noble tierra", como el buen crítico de cine José María Latorre, a un conductor de autobuses que trabaja en TMB llamado Carlos, y a un chico que es ingeniero industrial llamado Jorge Romeo y que es un responsable de la factoría zaragozana Hispano Carrocera, dedicada al carrozado de autobuses y autocares. Todos ellos magníficas personas sin discusión alguna.
Por la amistad que tengo hacia los citados colegas y por la que llegaría a tener con otra gente aragonesa si los llegara a conocer, me motiva escribir acerca de la polémica lingüística en la franja de Aragón con Cataluña donde, además de hablarse castellano, también se habla catalán y aragonés (una lengua de tipo "embrionaria").
La siempre desgraciada posición de la clase política y de los medios de comunicación sobre el tema, ha llegado a ofrecer una imagen equivocada de la realidad, siempre porque interesa dividir y enfrentar a las personas. Es cierto que yo, como catalán, no soy nadie para decir al pueblo aragonés lo que tiene que hacer, como tiene que pensar y en qué idiomas debe de hablar. Y ellos serían los primeros en darme la razón. Que cada uno en su tierra se encargue de sus propios asuntos porque nosotros ya tenemos bastante con los nuestros. Sin embargo, creo que es un derecho que yo pueda expresar libremente mi opinión de las cosas con independencia de que mis ideas sean compartidas o no.
Así, pues, con el permiso de los aragoneses y de todos, me gustaría hablar acerca del tema lingüístico pero en un sentido positivo y constructivo. No es mi intención faltar al respeto a ningún aragonés.
En una serie de comarcas limítrofes con Cataluña, se está hablando y polemizando sobre si las lenguas catalana y aragonesa debeberían de ser o no reconocidas en el estatuto aragonés. A título personal, creo que la diversidad lingüística es una riqueza objeto de respeto y fomento, y un motivo de orgullo. Entiendo que la lengua mayormente hablada en Aragón es el castellano y que impera de manera aplastante. También comprendo que, dadas las circunstancias geográficas y culturales, las lenguas catalana y aragonesa no tienen en estas tierras un gran futuro porque es muy difícil que puedan alcanzar elevados niveles de uso y expansión en una comunidad autónoma castellanohablante. Soy consciente de que jamás serán lenguas habituales de la administración, del Parlamento y de la universidad aragonesas. Sin embargo, por respeto hacia las personas que lo hablan y que son la razón de esa diversidad, deberían de ser reconocidas aunque fuese como singularidades regionales. De este modo se podría planificar una cierta normalización que permitiese en la franja la enseñanza en las escuelas del catalán y del aragonés (y no digo "en" catalán y aragonés sino "del") para quien quisiera aprenderlo y un bilingüismo (o trilingüismo) generalizado en la rotulación de las calles, indicativos y comunicados de las administraciones públicas de los municipios bi o trilingües. Ello también ayudaría a estrechar mejores relaciones con Cataluña, pues la lengua catalana sería el nexo de unión cultural entre ambas comunidades autónomas. Por supuesto que no hablo de inmersiones lingüísticas ni imposiciones, pero sí de ofrecer unas políticas que den "oxígeno" a estas lenguas que merecen ser respetadas y fomentadas. No hay que caer en tópicos estúpidos fruto de la ignorancia y la incultura tales como que "los catalanes quieren invadir Aragón e imponernos el catalán" y sandeces por el estilo, pues para un aragonés negar el catalán y el aragonés es en Aragón negar una parte de esta bonita y respetable tierra y tirarse piedras sobre su propio tejado. No hay duda que eso no sería precisamente "noble".
Así que, por favor, pueblo aragonés, no me defraudes, huye de los estereotipos fomentados por los políticos y los medios de comunicación, y reconoced la realidad de la franja como una riqueza y un patrimonio que os pertenece y que debéis de cuidar como si se tratara de vuestros hijos. Por la amistad que tengo hacia gente que conozco de origen aragonés y por la conciliación y concordia que deseo establecer con todos los pueblos de España (tomando ejemplo del injustamente olvidado Josep Tarradellas), porque para mí eso no es ser antiespañol, ni antiaragonés ni anticastellano, reconoced el catalán y el aragonés como un patrimonio a conservar. Un saludo y un abrazo a esa "gente noble" que me entenderá.