jueves, 30 de septiembre de 2010

Huelgas SÍ, manifestaciones SÍ, piquetes NO

El pasado 29 de septiembre hubo la esperada huelga general. El derecho a huelga es, sin lugar a dudas, indiscutible e incuestionable. Todo el mundo puede o debería poder expresar sus discrepancias ante una situación laboral o unas condiciones de trabajo determinadas que se consideren injustas o inadecuadas, y a solicitar aquellas mejoras que garanticen una mayor calidad del empleo y especialmente de la vida de la persona trabajadora. Nada hay que objetar a eso y soy consciente de que existen motivos para luchar para conseguir una igualdad real de derechos y oportunidades, con independencia de tu cualificación, de tu formación, de tu sexo o de tu nacionalidad, entre otras cualidades. En definitiva, por encima de todo, todos somos personas y merecemos un trabajo digno y honrado, y cualquier caso de injusticia debe de ser contestado. Conseguir buenos salarios, garantizar la seguridad laboral y la buena salud de la persona trabajadora y garantizar una buena jubilación es una aspiración encomiable por la que merece la pena luchar porque es deseo de todos/as y cada uno/a de nosotros/as.
Sin embargo, me preocupa la actitud adoptada por determinados colectivos que en nombre de estos derechos humanos y de la clase trabajadora, adopten posturas radicales y pautas de comportamiento similares a la llamada clase opresora o dominante. Me refiero a los piquetes.
El derecho a la huelga es exactamente esto, un derecho, pero nunca una obligación o una imposición forzosa y contra la voluntad de quienes no están de acuerdo o que por determinadas circunstancias no pueden participar. Las reivindicaciones deben hacerse en base a la existencia de un estado democrático y a los valores que este contiene. Muy lejanos quedan los tiempos de Lenin y de la "dictadura del proletariado". No debe de haber dictadura de ninguna clase. Así, la convocatoria de una huelga debe de conseguirse mediante el fomento, la invitación y a través de unas explicaciones lo suficientemente razonables como para apoyarla. Imponerla es un error, y mucho más recurrir a insultos, amenazas y a coacciones, que es el trabajo llevado a cabo por esos piquetes. Es muy triste que por miedo a represalias muchas persianas hayan tenido que bajarse, como si de un estado de sitio propio de un régimen militar y autoritario se tratara.
Queremos aspirar a un sistema social y laboral justo e igualitario, donde puedan extenderse y desarrollarse plenamente los derechos de la clase trabajadora, pero es a través de actitudes democráticas como se dará ejemplo a los demás, nunca forzando y coartando al individuo obligándole a adoptar una postura determinada. Cada persona debe tener derecho a decidir libremente y por su propia voluntad, nunca por la voluntad de quienes imponen. Es a través de esa libertad y de observar cómo luchan y dan ejemplo quienes deciden hacer huelga y manifestarse que se conseguirá atraer a más gente a defender una causa. No hacer huelga no implica necesariamente faltar el respeto a quienes deciden hacerla, sino que se trata de la libre elección de cada uno/a determinada por sus circunstancias. Es muy fácil criminalizar o demonizar a quienes no han participado, y peores son esos piquetes, con actitudes poco o nada democráticas, que venden justicia mediante posturas radicales. Derecho a la huelga, SÍ; derecho a manifestarse, SÍ; piquetes NO, gracias.

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