sábado, 7 de mayo de 2011

Cuando subestimas a tus adversarios

Existe la malsana y peligrosa costumbre por parte de algunas personas de subestimar o tomar por criaturas inferiores a quienes discrepan de sus ideas y creencias, como si fuesen personas descerebradas, enfermas, perturbadas o subnormales. Y quienes lo hacen es muy probablemente porque se creen mejores que los demás, en posesión de la verdad y de una mente muy cultivada. Pero en realidad obran así porque son iguales o más intolerantes todavía que sus adversarios, y pecan de los mismos males o incluso peor. Esta clase de personas, por su manera de ser, ven muy limitadas sus amistades porque dada su inflexibilidad y su intransigencia son incapaces de compartir una sana relación de amistad con quienes son diferentes a ellos, de ahí que sus vidas queden limitadas a círculos muy reducidos que a menudo desembocan al sectarismo.
Todo ello viene al caso en relación a comentarios colgados por Internet, concretamente foros y blogs donde unos particulares que probablemente no tengan nada más que hacer durante todo el día tienen como hobby que atacar, insultar y despreciar a quienes son de ideas y creencias contrarias a las suyas, poniéndose, como he dicho antes, a la misma altura o en una situación mucho más denigrante. Y lo peor de todo es que esto no son capaces de reconocerlo porque, al creerse mejores que los demás, tienen la convicción de que practican la absoluta tolerancia, a la vez que consideran la existencia de personas o colectivos que no son merecedores de ser respetados. El resultado de su provocación es que incitan al odio y a la violencia, impidiendo un diálogo sano que contribuya al acercamiento y a la conciliación social a pesar de las diferencias.
Una vez más, las personas valen solo por sus ideas y creencias, y el resto de cualidades no cuentan absolutamente para nada, a pesar de que puedan ser muy virtuosas. En definitiva, establecen que unos son siempre los “buenos” y otros estarán destinados a ser los “malos”, sin términos medios.
Concretamente, los colectivos más atacados son los fascistas, los militares, los conservadores, los comunistas, los nacionalistas, los anarquistas y los religiosos, entre otros. Teniendo mis ideas y creencias muy claras, no pretendo decir que esté de acuerdo con todos ellos ni siquiera que los defienda, pero el hecho de discrepar no implica subestimarlos y tratarlos como criaturas inferiores como hacen algunos. En todos estos colectivos hay personas, algunas con todas probabilidades muy radicales y peligrosas, pero no podemos tomar la parte por el todo y generalizar a partir de una muestra. La historia de la humanidad nos ha demostrado que tomar por enfermos, locos o incultos a quienes comulgan con ciertas doctrinas es un autentico error. Precisamente el hecho de que existan dichas ideas y creencias demuestra que unas mentes prodigiosas las han forjado para hacerlas realidad. A continuación expondré unos cuantos ejemplos de personas con ideas “radicales” que por esa misma razón deberían haber sido imbéciles e ignorantes: Martín Lutero (teólogo y fanático religioso, iniciador de la reforma protestante), Juan Calvino (teólogo y fanático religioso aficionado a condenar a la hoguera a sus adversarios), Simón Bolívar (militar y político venezolano, responsable de numerosos fusilamientos), Napoleón Bonaparte (militar y gobernante francés, cuya ambición de formar un imperio europeo costó la vida a miles de personas), Julio César (emperador romano, responsable de miles de crucifixiones), Sir Francis Drake (marino inglés responsable del hundimiento de muchos barcos “enemigos”), Hernán Cortés (conquistador español, responsable de un gran genocidio en las Américas de civilizaciones milenarias), Maximilien de Robespierre (político francés aficionado hasta el máximo extremo a guillotinar a sus adversarios), Adolf Hitler (político y líder del nacional socialismo, el gran criminal de la humanidad), Stalin (político ruso líder del comunismo, responsable de grandes crímenes de guerra y de limpiezas étnicas), Lenin (líder del comunismo y forjador de este nuevo totalitarismo euroasiático) y Goebbels (el “padre” del nazismo y responsable de su funcionamiento). Acerca de otras mentes no tan prodigiosas pero que han sido (quienes fallecieron) y siguen siendo (quienes todavía viven) igualmente personas inteligentes existirían muchísimos ejemplos que ahora no merece la pena ilustrar. Sin ir más lejos, el del (presuntamente) cazado y eliminado Osama Bin Laden. Por su fanatismo religioso ¿acaso era un analfabeto? Otros ejemplos de personajes inteligentes serían Ramón Serrano Súñer (una de las grandes manos derechas de Franco durante la Guerra Civil e intelectualmente muy cultivado), Salvador Seguí “El Noi del Sucre” (anarquista obrerista de inteligencia portentosa capaz de atraer y convencer a las grandes masas sociales), Ernesto “Che” Guevara (líder guerrillero de la “Revolución” y licenciado en medicina), Saddam Hussein (dictador iraquí y licenciado en derecho), Muamar el Gadafi (dictador libio y licenciado en derecho), Josef Mengele (criminal de guerra nazi y doctor en medicina), Klaus Barbie (alto oficial de las SS y de la Gestapo responsable de crímenes contra la humanidad, licenciado en derecho), Rudolf Hess (líder de la Alemania nazi, licenciado en ciencias políticas), y Fidel Castro (dictador de Cuba y doctor en derecho civil y derecho diplomático, además de abogado).

En definitiva, algunos se empeñan en convencernos de que quienes tienen ciertas ideas políticas o creencias religiosas son unos pobres ignorantes sin cerebro, y esa es una postura muy peligrosa porque es demasiado confiada. Se relacionan las minorías que engendran la violencia, cometen materialmente crímenes, se inmolan, queman banderas, arman jaleo en los campos de fútbol y reaccionan hacia alguien con agresividad en vez de rebatirle con diálogo, con el conjunto global de esos colectivos.
Criticar y discrepar de un nacionalista, de un militar o de un religioso es legítimo en una democracia porque hay una libertad de expresión, pero nunca subestimarlos como si se trataran de bestias inmundas y salvajes. Ciertamente existen personas poco o nada inteligentes que simpatizan de esas doctrinas, pero no se debe de globalizar. Hay que respetar a quienes son diferentes, y ser tolerantes con ellos porque sus ideas son igual de legítimas que las de los demás, siempre y cuando, claro está, también sean tolerantes hacia uno y no incitan al odio y a la violencia. En definitiva, que es algo mutuo, de ambas partes. Un servidor conoce por ejemplo a mucha gente que es nacionalista o religiosa y os aseguro que están igual de libres de maldad, intolerancia o radicalismo que quienes no lo son, y son personas como las demás, algunas de ellas bellísimas y encantadoras, sin particularidades que supongan un alarmismo o apartarse de ellas. Tener amistades de todas clases resulta algo enriquecedor por todo lo que puedes compartir y por el aprendizaje personal que supone escuchar los puntos de vista de cada uno de ellos, aunque no estés de acuerdo con lo que dicen. En cambio, quienes se proclaman anti- cualquier cosa, limitan sus posibilidades, se encierran en sus mundos convencidos de que ellos son los buenos y están en posesión de la verdad y la razón, y caen sin darse cuenta en el sectarismo, en la intolerancia y en el fanatismo, aun estando convencidos de que son los más demócratas y tolerantes del mundo. Es preferible ser no- (no-nacionalista, no-religioso…) a ser anti- (anti-nacionalista, anti-religioso…). Quienes profesan lo primero te manifiestan su desacuerdo con tus ideas y creencias pero garantizan su respeto y amistad hacia ti, mientras que un anti-, además de discreparte, hará todo lo posible para criminalizarte y destruirte porque creerá que eres la personificación del mal. Así, pues, dejemos de intentar destruirnos los unos a los otros y construyamos un mundo mejor.

No hay comentarios: