jueves, 29 de marzo de 2012

El 29-M: ¿una huelga de razón o de fe?


No es pretensión alguna criticar o ir en contra de esta huelga general. Al contrario, entiendo la impopularidad que ha cosechado el Plan de Reforma Laboral aprobado por el actual gobierno del Partido Popular (PP) con el apoyo de Convergència i Unió (CIU). Se viven tiempos en los que se percibe un retroceso democrático a medida que la crisis va aumentando, y ello provoca una sensación de indefensión y vulnerabilidad social. No quiero tampoco tomar por imbéciles o ignorantes a quienes tienen razones varias para rechazar el polémico Plan. En absoluto deseo deslegitimar un derecho tan digno y tan libre como es el de huelga y el de manifestación. La voz social es (o debería de ser) la auténtica voz de la democracia, la de quienes construyen y levantan un país, la de quienes luchan para que los derechos, el bienestar y las libertades sean una realidad. He sido uno (muy probablemente) de los pocos ciudadanos de este país que se ha tomado la molestia de leer el vasto y espeso Plan a pesar de contener varios apartados bastante duros de roer nada aptos para quienes odien la economía y nada recomendables para quienes la lectura no sea su hábito o bien tengan problemas de comprensión lectora. Pero bueno, las leyes, las normas, los artículos y los planes están precisamente para aburrir y para que nadie se los lea. Son textos demasiado extensos e interminables, frases largas, palabras difíciles y letra pequeña, aparte de un contenido nada entretenido. Después de una (pesada) lectura y teniendo en cuenta que un servidor no es economista, a priori resulta complicado y prematuro deducir si se trata en general de un buen o un mal proyecto. Los apartados relativos a cursos de formación y aprendizaje, formación profesional, reciclaje de trabajadores, intermediación laboral y apoyo a emprendedores parecen ofrecer oportunidades de mejorar el nivel de cualificación de las personas trabajadoras. Sin embargo, a pesar de las intenciones de crear ocupación mediante la flexibilización y la eficiencia del mercado laboral, genera dudas sobre la aplicación real que las empresas y empresarios harán de este Plan en cuanto a la calidad de los contratos de trabajo, salarios, despidos e indemnizaciones se refiere, ya que se corre el peligro de hacer un uso pervertido y malinterpretado que conlleve a convertir al trabajador en una mera mercancía humana, un precio alto a pagar para reducir el paro. Son los expertos en la materia quienes deberían encargarse de juzgar adecuadamente y coherentemente los resultados obtenidos, que no serán visibles al menos hasta dentro de un año. Es por ello que tal vez esta huelga se ha convocado demasiado temprana, pues ahora resulta imposible verificar si el Plan ha funcionado o, por el contrario, ha fracasado. Paralelamente, sería aconsejable que los partidos de la oposición y sindicatos elaboraran sus propios planes, lo que facilitaría la posibilidad de contrastarlos con el vigente y luego decidir qué medidas serían las más oportunas para bajar el paro, crear puestos de trabajo y generar riqueza. Todas las fuerzas parlamentarias deberían de coincidir que en que el actual modelo de capitalismo está agotado, y que la salida de la crisis no debería de permitir la restitución de dicho modelo que nos ha llevado a la ruina porque de nada serviría reflotar. La situación actual y cambiante del mundo obligará a replantear otro modelo de capitalismo acorde a los nuevos tiempos.


Vuelvo a insistir que no tengo nada a objetar hacia quienes ven el Plan de Reforma Laboral como un proyecto inapropiado ni hacia la convocatoria de una huelga general para manifestar su rechazo. Pero permítanme ser un poco desconfiado por mi convicción de que solo ha sido una minoría de nuestro país quien realmente se ha leído el citado Plan pudiendo así argumentar en base a un mayor conocimiento de la materia. Recuerdo las palabras del escritor y periodista Josep Pla cuando afirmaba aquello de que “es más fácil creer que saber”, pues la fe es el instrumento perfecto para dirigir las masas sociales hacia el rumbo que a los interesados les conviene. Una sociedad capaz de obrar con convicción absoluta aun ignorando total o parcialmente aquello por lo que se mueve o lucha es una sociedad peligrosa por la facilidad de manipulación a la que puede someterse. Los ejemplos más recientes de nuestra historia en estos últimos cien años han sido la revolución socialista de Lenin y Mao, el fascismo italiano y el nazismo alemán. Ante la gran incompetencia e inoperancia de una clase política corrupta y un estado en crisis, basta con que surja un líder carismático capaz de seducir y atraer a las masas para empezar una revolución, buena y que nos lleve a la libertad, o incluso mala que nos lleve hacia la tiranía. Somos carne de cañón para el populismo, y ahora más que nunca debemos de ser fuertes ante las adversidades y los discursos fáciles de los populistas. A efectos prácticos, nos movemos más por la fe que por la razón. Mucha gente cree que algo es bueno solo porque su partido político lo dice, o bien que es malo porque simplemente lo dice aquél partido que no nos resulta simpático. Así, tienen razón aquellos quienes creemos que están con nosotros, de nuestra parte, que son los buenos y por tanto no se equivocan. Una de las mayores incongruencias de estos últimos años ha sido la manifestación contra los recortes del Estatut de Catalunya. Respetable y legítima esta protesta ciudadana, por supuesto, nada tendría de extraña si no fuese porque en el referéndum participó el 49,4% de la población en edad de votar, a la que sumando el 26% de votos contrarios en blanco y en contra, resulta que tan solo un 36% de la ciudadanía apoyó el Estatut. ¿Cómo logró movilizar a tanta gente una norma ignorada y rechazada por dos de cada tres catalanes y que la gran mayoría no se la leyó? Todavía recuerdo una persona que referente a esto me contestó que casi nadie ha leído la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en cambio casi todo el mundo la apoya y la defiende. Pues bien, creo que incluso hasta esto también debería leerse. De creer ciegamente en lo que unos dicen porque sencillamente lo dicen ellos, es decir, por quienes son de nuestro agrado, se corre el riesgo de caer en posturas sectaristas o de forjar religiones de masas.
No desearía terminar sin aclarar que en absoluto me creo en mejor posición que los demás para opinar solo por el hecho de haber leído el Plan como si la opinión ajena o de quienes no se han leído una sola frase tuviese menos validez. Y una vez más vuelvo a insistir: respeto y legitimo la huelga y la manifestación, solo recomiendo la necesidad de que nuestra ciudadanía edifique parte de su criterio no solamente en la fe de sus líderes e intelectuales, sino también en la acción propia y personal del individuo mediante la lectura  como sistema de conocimiento directo e infalible de la realidad.


lunes, 26 de marzo de 2012

El funicular al Palau Nacional de Montjuïc


Con motivo de la Exposición Internacional de 1929, el 24 de octubre de 1928 se inauguró el funicular entre la calle Conde del Asalto (Nou de la Rambla) con Marqués del Duero (Paral•lel) hasta el paseo de la Exposición (Miramar), entonces considerado el ferrocarril inclinado de montaña más grande, rápido y moderno del mundo. Un año después, el 23 de julio de 1929 se inauguró la línea del paseo de la Exposición hasta las inmediaciones del castillo. Ambos servicios pertenecían a la Sociedad Anónima Funicular de Montjuich y tuvieron un papel muy destacado e importante de cara a transportar pasajeros a la montaña y al recinto ferial. Sin embargo, en contraste con la alta popularidad que estos medios de transporte alcanzaron, vivió de manera efímera y discreta un pequeño funicular el trayecto del cual iba desde el final del tranvía de la línea 61 (“P.Cataluña-Exposición”) en la calle de Lérida (Lleida) hasta la explanada del Palacio Nacional.
Se trataba de un tramo con mucha pendiente salvado sólo por unas escaleras, con lo cual el ascenso a pie resultaba muy engorroso. Para que el acceso fuera cómodo, en abril de 1927 se presentó un proyecto al Ayuntamiento de Barcelona a cargo del señor Edmund Metzger Weil, ingeniero de la empresa suiza Bello. La empresa Locomoción y Transportes, S.A. (formada por la Banca Marsans, la Sociedad Financiera Arnús-Garí y la Sociedad Financiera de Industrias y Transportes) que explotaba los servicios especiales de autobuses a la Exposición en colaboración con la C.G.A., se encargó de la titularidad del servicio del nuevo funicular, además de otros accionistas particulares y colaboradores.


Poco antes de la inauguración del certamen, el nuevo funicular entró en servicio, posiblemente a mediados del mes de mayo de 1929. Las tarifas eran más bien caras en relación al trayecto y al tiempo de viaje. La subida costaba 0,30 pesetas, la bajada 0,15 pesetas y la subida+bajada 0,40 pesetas. Había también un billete combinado con el tranvía de la línea 61 al precio de 0,50 pesetas. Precisamente los mismos cobradores se encargaban de despachar las entradas a la Exposición. La duración del viaje era de un minuto y el intervalo de paso de dos minutos, y funcionaba de forma casi continuada. Esto significaba que podía hacer 30 salidas por hora y transportar hasta 3.000 pasajeros. Durante el periodo que prestó servicio fue rentable, y la recaudación obtenida sirvió para compensar los gastos de construcción. Sin embargo, debido a la escasa rentabilidad que tuvo una vez terminó el certamen, el pequeño funicular dejó de funcionar desmontándose buena parte de la infraestructura. Por el contrario, el tranvía de la línea 61 continuó prestando servicio hasta el 1 de octubre de 1945 que fue suprimida.
Actualmente para acceder al Palau Nacional se dispone de un sistema de escaleras mecánicas construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992.


El perfil de la línea y las vías
La línea se trazó en recta. Con 95,50 metros de longitud, salvaba una altitud de 28,50 metros y tenía una pendiente del 32 %. La anchura de vía era métrica con un cruce a los 68 metros de distancia de la estación superior (es decir, que no se efectuaba en el centro) con unas curvas de 170 metros de radio. Se usaron carriles Vignole de 30 kg/m asentados sobre once traviesas por cada barra de diez metros, formadas por perfiles angulares de 120 x 12 x 8 cm embutidos sobre una base de losa de hormigón. El trazado transcurría por un puente inclinado que formaba un arco rebajado de cemento armado de 22 metros de luz.



El sistema de tracción, de conducción y de seguridad
El sistema de tracción era muy sencillo. Fue suministrado por la firma Bello y construido bajo la estación superior. Disponía de un motor asíncrono de 110 CV a 220 V y 970 rpm que movía el eje primario mediante un tambor de freno automático y otro de electromagnético y acababa en un reductor de ejes paralelos en carcasa hermética y baño de aceite. De este salía un eje secundario que atacaba directamente la corona dentada de la polea tractora. El agarradero necesario para el cable se conseguía mediante un par de lazos entre la polea tractora y la polea contratractora, que imprimían al cable una velocidad de 2 m/s.
El sistema de conducción se alimentaba de unas líneas eléctricas que discurrían paralelas a la vía, y no requería de maquinista porque los mandos se estructuraron similares a los de un ascensor. Un botón verde ponía en marcha la instalación y otro botón rojo la detenía. Ambos los controlaba un operario que iba en el coche ascendente.
El sistema de seguridad lo aseguraba, además del botón rojo de emergencia, el cable tractor, con una carga de rotura de 45 toneladas y un coeficiente de seguridad superior a 10. Además, cada coche estaba dotado de frenos automáticos del sistema Hunzinker disparados por un muelle si se rompía el cable o si alcanzaba una velocidad superior a los 3 m/s. La recarga tenía lugar mediante un sistema hidráulico por aceite accionado por una bomba manual.


El material móvil
Para el servicio del funicular se construyeron un par de coches de diseño bastante anticuado en relación con los modernos trenes de los otros dos funiculares de Montjuïc. Disponían de tres departamentos colocados de forma modular y escalonada, cada uno de los cuales con una puerta corredera (una a cada lado). Medían 9,42 metros de longitud y 2,30 metros de anchura y tenían una capacidad máxima para 100 personas, 20 de las cuales podían ir sentadas gracias a unos asientos plegables. Al funcionar de manera continua con intervalos de paso de 2 minutos (30 viajes/hora), podía transportar hasta 3.000 pasajeros por hora y sentido. Externamente, las carrocerías eran de madera y estaban pintadas de blanco y azul.



Las estaciones
La estación inferior estaba situada justo al final de la calle de Lérida con el paseo de Santa Madrona, coincidiendo con el origen y final del tranvía de la línea 61, delante del Palacio de la Caja de Pensiones (actual sede del Institut Cartogràfic de Catalunya). La construcción era muy sencilla, montada en trinchera y de escasas dimensiones (6,40 metros de anchura y 14 de longitud). Los andenes laterales eran escalonados.
La estación superior estaba situada entre el final del puente y la explanada del Palacio Nacional. Tenía unas dimensiones de 6 metros de anchura y 13 de longitud. Cada estación disponía de una caseta que hacía de taquilla.


Arqueología industrial
Una vez clausurada la línea, el material móvil fue guardado provisionalmente en un almacén de Tranvías de Barcelona durante años hasta que los dos coches fueron trasladados para prestar servicio a la nueva línea de funicular de Núria a la Coma del Clot, donde tuvieron una segunda vida entre los años 1942 y 1987. Las carrocerías se reformaron ligeramente, pues el departamento central se convirtió en un portaequipaje y se repintó el exterior de color rojo. El año 1976 se cambiaron las carrocerías de madera por otras metálicas de color amarillo.
Al cerrarse la línea del valle de Núria en 1987 para ser sustituida por los nuevos telecabinas, uno de los coches fue desguazado y el otro trasladado al Museu del Transport del Clot del Moro, en Castellar de n'Hug. Posteriormente, fue adquirido por Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya, que lo ha preservado.
En Montjuïc todavía se conservan vestigios de la antigua infraestructura, como las paredes de la estación inferior, el puente inclinado, el balcón que albergó la estación superior y un extremo del carril de cruce.



martes, 20 de marzo de 2012

Los primeros autobuses turísticos de Barcelona


El Barcelona Bus Turístic se ha consolidado en la actualidad como el transporte de ocio y turístico más rentable de la ciudad de Barcelona. Con un total de tres líneas, cada año aumenta el número de pasajeros que ya supera los seis millones de usuarios. Los beneficios obtenidos han servido para invertir en mejoras para el transporte público barcelonés, siendo el caso más destacado la creación de servicios de proximidad o de Bus del Barri. Sin embargo, el establecimiento de autobuses turísticos en Barcelona no es una idea actual sino que ya existieron proyectos durante los años 20 del siglo pasado en miras de la celebración de la Exposición Internacional de 1929, certamen que impulsó definitivamente el turismo de masas en la capital catalana. Fue en aquel memorable año que se estrenaron dos servicios especiales de autobuses con un completo circuito desde el mar hasta el Tibidabo, que a pesar de haber tenido una vida efímera y poco éxito de público se convirtieron en los antepasados del actual Barcelona Bus Turístic. Repasemos un poco su historia.



Antecedentes. Algunos proyectos
El proyecto más antiguo que se conoce para el establecimiento de un servicio de autobuses turísticos en Barcelona está fechado el 30 de julio de 1926, cuando el señor Félix Pagès Vidal presentó un proyecto al Ayuntamiento de Barcelona. La línea, que tenia que llamarse "Visita la Ciudad" nunca llegó a ponerse en servicio por razones que se desconocen, pues la información al respecto es muy escasa, ignorándose incluso cual era el recorrido previsto y otros detalles de la oferta.
Un segundo proyecto de autobuses turísticos fue presentado el 12 de febrero de 1929 por Magí Roca Sangrà con motivo de la próxima celebración de la Exposición Internacional. Pensó en montar un servicio de tres autocares descapotables de gran lujo con butacas y calefacción que, partiendo de la plaza de Cataluña-Rivadeneyra, circularía por el paseo de Gracia, Salmerón, plaza de Lesseps, avenida de la República Argentina, carretera de Cornellá a Fogars de Tordera, carretera de Gracia a Manresa, carretera del Tibidabo a Vallvidrera, carretera de Vallvidrera a Sarriá, Capuchinos, paseo de la Reina Elisenda de Moncada, avenida de Pedralbes, avenida de Alfonso XIII, paseo de Gracia y plaza Cataluña. Se prestaría servicio incluso en invierno con un mínimo de tres salidas diarias, con horario variable en función de la época del año y de la afluencia de público. El billete seria de 5 pesetas. Pidió una concesión con carácter exclusivo para 15 años. El 19 de mayo de 1929, el Ayuntamiento de Barcelona le denegó la petición al señor Roca porque no podía otorgar la concesión con carácter exclusivo representando monopolio.
Sin embargo, una fotografía de la época de un autocar descapotable circulando por La Rabassada atestigua la existencia de este servicio turístico de autobuses, del cual no se ha encontrado información alguna. Solo se sabe que fue explotada por la empresa Transportes Sala en colaboración con la Compañía Española de Turismo.



Acuerdos entre el Patronato Municipal de Turismo y la CGA
Fracasados los anteriores intentos, el Patronato Municipal de Turismo y la Compañía General de Autobuses de Barcelona (CGA) acordaron establecer dos líneas de autobuses turísticos que prestaran servicio mientras durara el certamen de la Exposición Internacional. El acuerdo no fue complicado dado que el director general de la Exposición y accionista mayoritario de la CGA era Mariano de Foronda y López-Bravo, marqués de Foronda. El principal objetivo era organizar un servicio regular diario de visitas a Barcelona (Sightseeing tours) para los turistas que desearan obtener de manera rápida y económica una idea general de la ciudad, recorriendo sus principales avenidas, sus afueras y visitando sus monumentos más notables. Para ello, se pensó en la adquisición de nuevos autobuses con la particularidad de que fueran especialmente adecuados para esta clase de servicios, de interior mejor acabado, con asientos más confortables y dotados de calefacción. Para ello fueron adquiridos diez autocares de la firma francesa Laffly, entonces llamados "coches-salón". Los billetes se podían adquirir en las agencias de viajes, hoteles, en el mismo Patronato Municipal de Turismo (ubicado en la calle Cortes número 658), en las oficinas de la CGA (ubicadas en la ronda Universidad número 31), y también en el stand que la misma Compañía tenia montado dentro del recinto de la Exposición Internacional, concretamente en el Palacio de Comunicaciones.



La línea "Gran Circuito de Lujo"
Esta línea era la principal y la más importante que se ofrecía para turistas y visitantes de Barcelona, pues no solo circulaba por aquellos lugares propiamente de interés turístico sino que también ofrecía una visión general de toda la ciudad que incluía un acercamiento por las barriadas más populares. El precio del billete era de 12,50 pesetas. Tenía una única salida a las 9:30h de la mañana a la plaza de Cataluña esquina ronda de San Pedro. Durante el trayecto acompañaba un guía-intérprete que iba explicando los principales puntos de interés de la ciudad. El recorrido era largo y bastante completo. Partiendo de la misma plaza de Cataluña con ronda de San Pedro, seguía por la Rambla, plaza de la Puerta de la Paz, paseo de Colón, Vía Layetana, Jaime I, plaza de San Jaime, Vía Layetana, plaza de Antonio López, paseo de Isabel II, paseo Nacional, plaza del Palacio, avenida del Marqués de la Argentera, parque de la Ciudadela, paseo de los Tilos, Salón de San Juan, Arco de Triunfo, plaza Tetuán, paseo de San Juan, Mallorca (Sagrada Familia), avenida de Primo de Rivera, Arzobispo Padre Claret, avenida de Martínez Anido, paseo de Maragall, avenida de la Virgen de Montserrat, travesera de Dalt, plaza de Lesseps, avenida de la República Argentina, carretera de Cornellá a Fogars de Tordera, carretera de Gracia a Manresa, La Rabassada, carretera de Vista Rica, carretera de Vallvidrera a Tibidabo, Las Alberas, carretera de Sarriá a Vallvidrera, avenida de Vallvidrera, Mayor de Sarriá, paseo de la Reina Elisenda de Moncada, Obispo Catalá, avenida de Pedralbes, Palacio Real, avenida de Alfonso XIII, paseo de Gracia, Cortes, plaza de la Universidad, Cortes, plaza de España, Marqués del Duero, plaza de la Puerta de la Paz, la Rambla y plaza de Cataluña. Durante el trayecto, se efectuaban cinco paradas:
• en la plaza de Cataluña (origen y final)
• en la plaza de San Jaime, incluyendo visitas a la Casa Consistorial, al Palacio de la Diputación y a la Catedral (de 30 minutos)
• al casino de San Sebastián (de 10 minutos)
• en el parque de atracciones del Tibidabo y el templo del Sagrado Corazón de Jesús (de 20 minutos)
• delante de la boca de acceso al funicular de Montjuich para acceder con éste al recinto de la Exposición (de 35 minutos)



La línea "Circuito Interior"
La segunda línea tenía un recorrido más corto que la anterior que evitaba el ascenso y descenso por la sierra de Collserola y la circulación por la Rambla y la Barceloneta. El billete costaba 3,75 pesetas y solo había una única salida a las 10:00h de la mañana, en la plaza de Cataluña con la ronda de San Pedro. Partiendo de dicho punto, seguía por el paseo de Gracia, avenida de Alfonso XIII, Palacio Real, avenida de Pedralbes, Obispo Catalá, paseo de la Reina Elisenda de Moncada, paseo de San Gervasio, Craywinckel, avenida de la República Argentina, plaza de Lesseps, travesera de Dalt, avenida de la Virgen de Montserrat, paseo de Maragall, avenida de Martínez Anido, Arzobispo Padre Claret, avenida de Primo de Rivera, Mallorca (Sagrada Familia), paseo de San Juan, plaza de Tetuán, Salón de San Juan, paseo de los Tilos, parque de la Ciudadela, avenida del Marqués de la Argentera, plaza del Palacio, paseo de Isabel II, plaza de Antonio López, paseo de Colón, Marqués del Duero, plaza de España, Cortes, plaza de la Universidad, Pelayo y plaza de Cataluña.
Durante el trayecto se establecieron solo dos paradas:
• en la plaza de Cataluña con ronda de San Pedro (origen y final)
• delante de la boca de acceso al funicular de Montjuich para acceder con éste al recinto de la Exposición (de 35 minutos)



Material móvil
Con motivo de la creación de estos servicios de autobuses turísticos más siete líneas especiales que iban al recinto de la Exposición en Montjuïc, la CGA adquirió un total de diez autobuses de la firma francesa Laffly. Tenían un motor de gasolina delantero de 18CV de potencia, caja de cambios era manual de 4V+1R, frenos mecánicos y suspensión de ballestas. La carrocería, pintada de rojo con franja blanca, medía 8 metros de longitud y 2,3 metros de anchura. El interior tenía capacidad para 25 personas sentadas.




La explotación conjunta de las líneas turísticas
Los servicios de autobuses turísticos fueron estrenados coincidiendo con la inauguración oficial de la Exposición Internacional, el 19 de mayo de 1929. Era la primera vez que Barcelona disponía de líneas de estas características como una apuesta para dar a conocer la ciudad a los turistas. Sin embargo, en relación con el número de visitantes que tuvo el certamen y a pesar del importante auge y despegue que tuvo el sector del turismo, ambos servicios no tuvieron el éxito esperado. Desde la fecha de la puesta en servicio de las dos líneas hasta el final del mismo año, la línea "Circuito Interior" fue usada por tan solo 109 pasajeros, lo que supuso una recaudación de 398,50 pesetas, mientras que la línea "Gran Circuito de Lujo" la usaron 1.583 personas, generando un beneficio notablemente superior, de 18.635 pesetas.
En 1930 las dos líneas turísticas se fundieron en una sola llamada "Visita Barcelona", cuyo recorrido y oferta se desconocen por inexistencia de información al respecto, aunque probablemente era el mismo que el del “Gran Circuito de Lujo” por haber tenido éste mayor demanda. Solo se sabe que fue usada por 827 pasajeros y que obtuvo un beneficio neto de 9.523,75 pesetas. El servicio se prolongó después de la ceremonia de clausura de la Exposición Internacional, celebrada el 15 de enero de 1930, y posiblemente fue suprimido transcurrida la temporada de verano. La baja rentabilidad de la línea motivó su supresión.
Los autobuses turísticos de 1929 fueron un primer intento, fracasado, de impulsar esta clase de servicios. No seria hasta el 24 de junio de 1987 que Barcelona volvería a tener nuevamente autobuses turísticos, esta vez con un gran éxito de público que los ha consolidado fuertemente en la actualidad.


miércoles, 14 de marzo de 2012

El 22@: donde la ciudad cambia su nombre

            Procedència: El Periódico de Catalunya

Nada ha terminado, y ahora volvemos a empezar. La historia se repite porque no aprendemos de los errores del pasado. Preferimos eludir que una vez se vivieron malos tiempos como si esto careciera de importancia. Es más fácil olvidar que recordar, como si recordar el pasado significara reabrir viejas heridas (que en verdad nunca se han cerrado). Sin embargo, la realidad es la que es y ahora ya no existen motivos para esconderla, embellecerla o disfrazarla. Algo falla en este sistema donde se supone que todo el mundo debería disponer de las mismas oportunidades, y más grave todavía, cuando la que falla es una democracia que proclama los mismos derechos para todo el mundo cuando desequilibrios y desigualdades sociales están al orden del día. Quienes creían que determinados fenómenos del pasado no volverían a repetirse porque se debieron a unas circunstancias coyunturales de una época determinada que en la actualidad no existen, no tuvieron en cuenta que dichos fenómenos no los provocan solo unos únicos hechos y situaciones, sino que pueden existir otras razones que también los pueden originar. Y eso es exactamente lo que ha pasado en el presente siglo XXI, motivo por el cual ha rebrotado el fenómeno del barraquismo.

                Procedència: Gerard Girbes Berges

El nuevo barraquismo del siglo XXI no es comparable al del siglo XX, pero en algunos aspectos puede resultar peor con el agravio de volver a cometer los mismos errores. En el barrio del Poblenou, concretamente en el sector conocido como Distrito 22@ conviven la riqueza y la pobreza extrema. Entre nuevos bloques de viviendas y singulares obras arquitectónicas diseñadas por arquitectos de prestigio destinadas a acoger empresas de nuevas tecnologías, se han alzado barracas en solares pendientes de edificación, de propiedad privada, donde se preveían modernos edificios destinados a formar parte del proyecto estrella municipal. Sin embargo, ahora, a la moderna y renovada Barcelona se le ven las vergüenzas. Las nuevas barracas ya no se erigen en barrios pobres o espacios marginales, sino en zonas de elevado desarrollo económico como es el 22@. Observamos el fuerte contraste entre riqueza y pobreza como sucede en algunas ciudades norteamericanas, donde ambos polos se encuentran solo a una esquina de la calle de separación. El Ayuntamiento no puede expulsarlos porque al hallarse en terrenos privados deben ser los propietarios los encargados de denunciarlos. Una vez más, la solución al barraquismo es expulsar a quienes más padecen la miseria en una crisis económica ascendente. El perfil mayoritario del nuevo barraquista es de una persona inmigrante que no puede vivir dignamente en una vivienda porque no dispone de recursos económicos para pagarse ese derecho a techo, puesto que no trabaja y además tampoco cobran una prestación por desempleo. Una situación peor que la los barraquistas del período franquista, que al menos podían trabajar e ingresar dinero para subsistir, y no pudieron vivir en pisos dignos porque la oferta de vivienda era insuficiente. Los del siglo XXI deben de arreglárselas buscando en los contenedores de la basura material reciclable o aprovechable para vender y asegurarse el sustento para sobrevivir. Barcelona tiene alrededor de cien mil pisos vacíos, es decir, no faltan viviendas, pero mientras crece el número de pisos deshabitados los desahuciados y los barraquistas van en aumento día tras día. Gente en la calle y viviendas deshabitadas, cuando el problema del barraquismo se podría terminar mañana mismo mediante el establecimiento de un gran pacto social-administraciones-inmobiliarias. ¿Adónde vas, Barcelona? ¿Dónde está esa “Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres…” que tan magistralmente evocó Miguel de Cervantes?


Es gente que lo tiene todo en contra: inmigrantes, pobres, desempleados, algunos sin papeles, algunos enfermos, y además barraquistas. Algunos de ellos también son autóctonos de nuestro país, no lo olvidemos, y ello no es más que un aviso de hacia dónde podríamos a ir a parar. La crueldad humana no tiene límites, puesto que quien no lo vive no se puede ni imaginar el fuerte golpe a la moral de alguien que ha emigrado de su país para huir de la miseria y hallar la prosperidad, cuyas esperanzas e ilusiones se convierten en una profunda decepción. El dolor en el alma al ver que todos los esfuerzos han sido en balde no se puede explicar con palabras. Además, una parte de la población los ignorará y los repudiará como si su situación fuese un delito o por su culpa como si ellos se lo hubiesen buscado. Una parte de la población los verá como una comunidad sin derechos e incluso que no debería de existir, con la absoluta convicción de que si se largaran todos a sus países de origen el problema ya no existiría. Sin embargo, son un producto nacido del mal funcionamiento de nuestros países desarrollados, de nuestras democracias occidentales y de nuestro (flamante) sistema económico. De todo ello nos damos cuenta pero nos avergüenza admitir que nos hemos equivocado y que el mundo ha evolucionado hacia un camino erróneo que debemos corregir. Todos somos en parte responsables pero no nos queremos responsabilizar, y muchos prefieren creer que el problema son ellos y no el sistema que hasta hace pocos años parecía que a todos nos iba tan bien. Mientras se fabrican necesidades artificiales para que se siga consumiendo, para acceder a las necesidades reales nos encontramos cada vez más trabas. Ahora más que nunca está vigente aquella frase de Malcom X que nos alertaba del peligro de que los medios de comunicación nos hiciesen amar al opresor y odiar al oprimido.


Aunque respeto pero no comparto la forma de vida de los movimientos antisistema, antiglobalización, alternativo y “okupa” porque estoy acomodado al sistema de vida capitalista, en vistas de las actuales circunstancias de crisis económica no encuentro razones para oponerme a ellos, para desacreditarlos, criminalizarlos o incluso para no incitar a la “okupación” de pisos deshabitados. ¿Por qué criticar u oponerse al capitalismo y apostar por una nueva forma de vida se tacha siempre de demagogia? Barcelona no debe volver a caer en los mismos errores del pasado, pretendiendo erradicar el barraquismo mediante la represión y la expulsión de los barraquistas solo para tapar las vergüenzas de la ciudad y ofrecer de cara al mundo y al turismo una imagen bella y amable. Terminar con el fenómeno del barraquismo no es una cuestión de mejorar la estética urbana sino de justicia social, algo que nos involucra a todos porque potencialmente estamos expuestos al riesgo de perderlo todo. La historia del barraquista del siglo XXI es proporcionalmente más triste que la del barraquista de antaño, pues ahora no se vislumbra el final del túnel, solo un futuro incierto de duración indefinida en una Barcelona que ya no es pobre y deficitaria, sino próspera y moderna pero no tan accesible como parece. Esperemos que el 22@ no se convierta, como nos decía el título de una novela de Francisco Candel, “donde la ciudad cambia su nombre, allá donde la ciudad deja de ser ciudad para convertirse en tierra de desheredados”.


                       Procedència: Joan Puig (El Periódico de Catalunya)

viernes, 9 de marzo de 2012

Mucho ruido y pocas nueces


El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) ha resuelto finalmente que la lengua castellana también debe de ser, igual que la lengua catalana, vehicular en la enseñanza obligatoria, de modo que las familias que lo soliciten podrán escolarizar a sus hijos en castellano, aunque ello no les eximirá de aprender catalán. Todo queda igual en unos discursos totalmente estériles y nada inteligentes. Mucho ruido y pocas nueces. De hecho, si hacemos un breve repaso, la Llei 1/1998 de 7 de gener de Política Lingüística ya establece en el Artículo 3 Les llengües oficials del Capítol preliminar. Principis generals que tanto el catalán como el castellano son las lenguas oficiales de Cataluña y que ambas pueden ser usadas indistintamente por la ciudadanía sin discriminación. En el Artículo 4 Els drets lingüístics se establece la necesidad de crear aquellas condiciones que garanticen plena igualdad en cuanto a derechos y deberes lingüísticos se refiere, es decir, conocer, expresarse, usar libremente y ser atendido en ambas lenguas sin discriminación alguna. En el Capítol III. L’ensenyament el Artículo 21 L’ensenyament no universitari indica que los estudiantes tienen el derecho a recibir su primera enseñanza en su lengua habitual garantizando los medios necesarios para hacerlo efectivo, y que al terminar la educación obligatoria deben de dominar correctamente ambas lenguas. En definitiva, tal y como se puede comprobar, la Ley de Política Lingüística ya contemplaba exactamente lo que estas tres familias demandantes y algunos partidos políticos y entidades han estado solicitando durante tantos años, lo que demuestra el absurdo e irracional de este eterno conflicto que solo ha servido únicamente para vender votos, infundar prejuicios y dividir a la sociedad. Solo cambia que ahora la lengua castellana también será vehicular en la enseñanza obligatoria.


El conflicto lingüístico es minoritario pero muy ruidoso y con gran capacidad de propagación al tratarse de un “ataque fácil”. Nací en Cataluña hace cuarenta años, y en las cuatro décadas de mi vida en esta tierra los problemas al respecto han sido siempre puntuales, por parte de personas inflexibles, radicales e intransigentes tanto del bando catalanista como del españolista. Yo mismo he sido víctima de ambos bandos algunas veces en circunstancias absurdas y excepcionales, pero ello no vendría a justificar la existencia de una dictadura lingüística o bien de prohibiciones. Siempre habrá minorías locales que mostrarán repulsión hacia la lengua castellana o hacia todo aquello que no huela a catalán así como minorías foráneas que querrán vivir en Cataluña exactamente igual que en su tierra sin intención alguna de integrarse. Sin embargo, con independencia de las opiniones personales sobre el tema que cada persona tiene, existe un gran espacio mayoritario donde la convivencia entre catalanohablantes y castellanohablantes es buena. Cataluña nunca ha sido y nunca será ese estado de excepción donde se persigue a quien no comulgue con la lengua catalana, tal y como quieren hacernos creer. Buena parte de la ciudadanía del resto de España que viene a visitarnos se marcha con una idea diferente sobre nosotros a la que tenían establecida, y ello no es por casualidad, sino porque la realidad es la que se impone por encima de mitos y mentiras infundados por minorías radicales, periodistas y políticos. Y para quien no lo crea, que se dirija a los colectivos castellanohablantes y les pregunten.


La diversidad lingüística es o debería de ser un motivo de orgullo por los beneficios y el enriquecimiento que conlleva, nunca un obstáculo o una razón para entablar una guerra social. No cabe la menor duda para quienes vivimos en Cataluña desde toda la vida o desde hace muchos años que la llamada “dictadura del catalán” es un mito. Sin embargo, ello no significa que no existan defectos a nivel de política lingüística que se podrían mejorar, corregir o derogar, pero estos no deben tomarse como el todo cuando son solo una parte. Así, por ejemplo, a la inmersión lingüística merecería efectuarle un repaso sobre los resultados reales de su aplicación durante estas últimas tres décadas no por parte de políticos sino por pedagogos, lingüistas y filólogos que aporten sus puntos de vista desde la mayor neutralidad e imparcialidad posible. Es motivo de celebración y de tranquilidad que ahora todos los partidos políticos hayan llegado a la brillante conclusión de que el alumnado no se puede separar por su lengua habitual, incluso quienes defienden la doble línea educativa. Hay que puntualizar en relación al fracaso escolar, que tanto los resultados académicos como las estadísticas demuestran que este fenómeno no se debe a que la lengua catalana sea un obstáculo y contribuya especialmente a los alumnos castellanohablantes a obtener peores resultados académicos, sino a un problema del propio modelo educativo y a la aplicación de un sistema de enseñanza deficiente que debería de mejorarse. En definitiva, se trata de un problema global que también afecta a las comunidades autónomas de habla castellana, luego el mal no reside en las lenguas sino en la metodología de enseñanza. De aplicarse métodos pedagógicos similares al modelo noruego (considerado de los mejores del mundo) o a los de la Segunda República (desgraciadamente enterrados por los de siempre) se obtendrían mejores resultados y quedaría demostrado que las lenguas no son obstáculo sino una manera de mejorar la comunicación con los demás.


Un aspecto que debería corregirse es el relativo a la rotulación de calles, indicativos y señales y la rotulación y comunicados de los organismos, empresas, instituciones, entidades y administraciones oficiales, es decir, relacionadas con Ayuntamiento, Consejo Comarcal, Diputación, Generalitat y Estado, que siempre deberían de estar expresadas en todas las lenguas oficiales de un territorio, ya que se trata de organismos que representan a toda la población de derecho y, por tanto, a las diferentes realidades que son sin excepción alguna ineludibles: la catalana, la Castellana y la aranesa. Finalmente, deberían de derogarse las multas lingüísticas, puesto que carece completamente de sentido sancionar el uso de una lengua que también es oficial como si ello fuese un acto deliberadamente malicioso contra la lengua catalana. Ciertamente el catalán es la lengua débil y minoritaria y por ello debe de ser estimulada, fomentada, potenciada y normalizada para que ocupe el lugar donde merece estar, pero nunca mediante esta clase de acciones que conllevan a la incomprensión y, finalmente, a la antipatía. Y pese a esas anomalías y a las truculencias de la clase política, y salvo excepciones que las hay en todas partes del mundo, permítanme que vuelva a insistir que no existe conflicto lingüístico en Cataluña. Germans, germanes, aneu en pau.

jueves, 1 de marzo de 2012

La sangre es la fuente de la vida


El título del presente artículo es exactamente lo que dijo Enriqueta Martí Ripollès cuando la policía se la llevó detenida de su domicilio hacia las dependencias policiales para ser interrogada por sus crímenes, ahora hace cien años. Con la popularmente llamada Vampira de la calle Poniente, Barcelona también tiene su crónica negra, una historia silenciada durante mucho tiempo y que ahora se conmemora con una obra de teatro de Josep Arias Velasco y una película dirigida por Ricard Reguant, porque lo queramos o no, esta clase de relatos también forman parte de nuestra memoria. Londres tuvo al mítico asesino de prostitutas apodado como Jack el Destripador, y Dusseldorf tuvo a Peter Kürten, un asesino de niños que posteriormente inspiró a Fritz Lang para su magistral película “M”. Y en este aspecto, precisamente y para desgracia de muchos, no hemos sido diferentes, salvo en el triste récord de haber tenido la asesina en serie más mortífera y sanguinaria de la historia de España. La figura de Enriqueta Martí responde a una época concreta de la historia, puesto que en la actualidad, aunque no sería imposible, sería muy difícil que aquellos acontecimientos se volviesen a repetir de la misma manera. Los asesinos acostumbran a tener un perfil psicológico muy coyuntural a los tiempos que se están viviendo, en unos contextos que les afectan severamente aunque no directamente. La maldad o enfermedad del psicópata es personal, pero las circunstancias de la época, sociales y económicas inciden y las toman como excusa. No es en absoluto pretender justificar la psicopatía del asesino o ser condescendiente, pero cada periodo de la historia ha engendrado sus propios monstruos. En la actualidad el perfil de un asesino difícilmente puede asemejarse a la Vampira de Barcelona, lo que no significa que no pueda ser igual o peor en cuanto a cometer atrocidades se refiere.


Sin embargo, detrás de Enriqueta Martí existió un mundo moralmente igual o peor que ella, los auténticos demonios de la sociedad. Eran tiempos en los que los ricos eran muy adinerados y los pobres extremadamente miserables. No existían las clases medias. O estabas con unos o bien formabas parte de los otros. Las políticas favorecían a la gente pudiente y acomodada, y el resto eran vistos como la escoria de la sociedad. La burguesía catalana de aquél entonces era incuestionable. Solo por el hecho de disponer de un buen estatus se daba por hecho una buena educación y una moral intachable, mientras que la clase baja era un colectivo salvaje al cual se tenía que domesticar si querían ganarse el Reino de los Cielos. Ser pobre era visto como una enfermedad o incluso un pecado, como si ellos tuviesen la culpa de ser lo que eran y se tratara de un castigo divino. Solo algunos osaban pensar lo contrario, porque esa burguesía era peor que nadie, una gente de Iglesia que acudía a misa todos los domingos y fiestas de guardar aun siendo los auténticos guardianes de esa esencia del mal. En las altas esferas se exhibía permanentemente como si de una obra teatral se tratara la hipocresía moral conservadora. Enriqueta Martí fue un producto consecuencia de aquel sistema social, culpa de una burguesía dominante y autoritaria que escondía la cola y los cuernos de demonio entre las plumas de unas alas de ángel postizas. Aunque de hecho ella ya llevaba innata su maldad, las altas esferas fueron el detonante del posterior holocausto que tanto aterrorizó al vecindario del entonces llamado Barrio Chino barcelonés, entre los años 1909 y 1912.


Por aquél entonces se hablaba del llamado carruaje de la muerte, tanto en Barcelona como en muchas otras ciudades de toda Europa, unos carruajes donde supuestamente se secuestraban a los niños, eran llevados y sacrificados, y luego se les sacaba la manteca y la sangre para confeccionar productos varios como ungüentos, pomadas, filtros, cataplasmas y pociones. Enriqueta Martí empezó de muy joven como niñera y luego en el servicio doméstico. Según palabras de ella misma cuando la interrogaron tras su detención, viendo que sus amos, de clase acomodada por supuesto, eran “más viciosos de lo que ella era”, la animó para dedicarse a la prostitución. Dada la penuria económica, pasó de prostituta a proxeneta montando un burdel para pedófilos y pederastas en la calle Minerva de Barcelona durante un tiempo indeterminado, siendo quienes ejercían la prostitución niños y niñas de 5 a 15 años de edad. Ella era una mujer que de día se disfrazaba de pobre y se dedicaba a mendigar por las calles. Con estos niños que raptaba de noche, iba con ellos a los lugares más pobres de la ciudad, a los comedores sociales y a los centros de asistencia, porque así inspeccionaba cómo funcionaba este mundo. Veía qué niños estaban más abandonados y cuáles podía secuestrar. Durante la noche vestía como una mujer de la alta sociedad, con gasas, sedas y tocados. Acostumbraba a frecuentar principalmente el teatro del Liceu y el casino de la Rabassada, donde contactaba con los cocheros, veía a la gente rica y ponía en contacto el mundo hambriento de los niños con el mundo de los ricos que deseaban a estos niños como materia de consumo para fines sexuales.


Paralelamente, Enriqueta Martí había aprendido a elaborar pócimas de tipo curativo y ungüentos. Su psicopatía terminó derivándola hacia la criminalidad, por lo que empezó a asesinar sin ninguna clase de compasión o arrepentimiento a sus víctimas infantiles y de ellas extraer la sangre, la grasa, los cabellos y los huesos para reciclarlos en supuestos medicamentos y cosméticos que vendía a la burguesía, la cual llegaba a pagar grandes sumas de dinero. Se sabe que en algunas casas señoriales donde ella iba a ofrecer sus mercancías se efectuaban todo tipo de rituales de sublimación de la sangre, con pócimas que las hervían y las daban de beber a la gente que tenía enfermedades venéreas. Sin lugar a dudas, se trató de una mujer inteligente, fría y calculadora, astuta y seductora por su capacidad de secuestrar, explotar y asesinar a niños y niñas sin que el pulso le temblara, y por haber conseguido trabar con gente rica y ganarse un respeto teniendo en cuenta que procedía de las más bajas esferas sociales, un mérito solo al alcance de muy pocos. Enriqueta Martí fue un monstruo, pero quienes estaban tras ella fueron los auténticos demonios, moralmente peores por consentir, aprovechar y encubrir lo que estaba sucediendo. Tras la muerte de la Vampira de la calle Poniente, el 12 de mayo de 1913, linchada por sus compañeras de prisión de la desaparecida cárcel de Santa Amalia que posiblemente habían sido pagadas para hacer el trabajo sucio, consiguió que esa corrupta burguesía quedara impune de su complicidad. Nunca se supo qué personajes importantes de nuestra historia participaron en esas orgías con menores y quienes consumieron como vampiros sus esencias. El 10 de febrero de 1912 secuestró a su última víctima, Teresita Guitart Congost, que afortunadamente sobrevivió al holocausto gracias a que fue vista en una ventana desde la calle Poniente por una vecina que alertó de ello. El día 27 del mismo mes y año la policía se presentó al domicilio, sito en el número 29 de la citada calle, actualmente llamada Joaquín Costa. Se descubrió el macabro espectáculo y se puso fin a la historia de terror.


En el piso de la calle Ponent, además de hallarse ropas ensangrentadas, huesos y frascos con sangre coagulada, también se halló un antiguo libro de notas con tapas de pergamino donde había escritas recetas y pociones con una caligrafía muy elegante, un paquete de cartas y notas escritas en lenguaje cifrado y una lista con nombres de familias y personalidades muy importantes de Barcelona, los clientes ricos que no pagarían por su corrupción de menores o por la compra de pociones y cosméticos. Su mejor protección era el hecho de ser ricos, que los libraba de pecado. Los vampiros pudieron respirar tranquilos en sus guaridas señoriales. No habría motín popular ni escándalos. Hace cien años las clases populares pidieron justicia por la docena de crímenes sucedidos. Hoy, cien años después debería también pedirse justicia y sacar a la luz pública los nombres de todos aquellos médicos, políticos, empresarios y banqueros que formaron parte de ese circo de vampiros, de esos otros asesinos psicópatas en la sombra puesto que se trata de una herida que en realidad nunca se ha cerrado. Conocer la verdad nos hará libres, y quienes todavía hoy día callan, son en parte cómplices de ese canibalismo. Sigue la dicotomía entre ricos y pobres, y los primeros seguirán fagocitándose a los segundos, porque tal y como dijo Enriqueta Martí, la sangre es la fuente de la vida.