martes, 26 de febrero de 2013

Tauromaquia en Barcelona: la plaza de toros EL TORÍN (1834-1923)



La primera plaza de toros que se erigió en Cataluña fue en la ciudad de Barcelona. La iniciativa de su construcción se debió gracias a una Real cédula del rey Fernando VII del 3 de marzo de 1827 por la cual se concedía destinar los recursos económicos y otros productos obtenidos de las corridas para financiar y mantener a los asilados de la Casa de la Caridad. Sin embargo, su aprobación coincidió con el inicio en Cataluña de la guerra de los Malcontents o Agraviados que impidió llevar a cabo el proyecto. Solo la muerte del citado monarca el 29 de septiembre de 1833 permitió a la Casa de la Caridad reanudar la idea de la nueva plaza de toros sobre unos terrenos que esta institución poseía a caballo entre el barrio de la Barceloneta y la Ciudadela, sobre lo que antaño fue el Portal del Mar, y concretamente sobre el Hort d’en Bacardí.
Al efecto, el 22 de mayo de 1834, ante el notario Manuel Planas se firmó un acuerdo en escritura pública entre la Junta de la Casa de la Caridad y los señores Coll, Deocón, Sagristá y Vilaregut, los cuales quedaron autorizados para organizar corridas de toros con la condición de que construyesen un recinto taurino en los citados terrenos y abonaran a la institución benéfica una renta de 1.500 duros anuales (7500 pesetas), además de una parte de los beneficios líquidos de las corridas.


El diseño de la plaza fue concebido  por el arquitecto de la Academia de San Fernando Josep Fontserè i Domènech (1802-1878), cuyas obras de construcción se hicieron en poco más de dos meses. La inauguración oficial tuvo lugar el 26 de julio de 1834. En la primera corrida, curiosamente celebrada el día antes de dicha inauguración, actuaron los toreros Juan Hidalgo y Manuel Romero Carreto con la participación del prestigioso picador Francisco Sevilla. El primer toro lidiado pertenecía a la ganadería navarresa de Javier de Guendulain.
Durante ese mismo mes de julio se celebraron corridas los días 26 y 27 y otras cinco más hasta terminar el año.
Coincidiendo con el primer aniversario de su apertura, el 25 de julio de 1835, se celebró una corrida de toros que no fue del agrado del público. De hecho, el ambiente social estaba enrarecido por las tensiones políticas vividas en aquel momento. Actuaron los toreros Manuel Romero y Rafael Pérez de Guzmán.


Se dice que los toros lidiados en aquella tarde, de la ganadería de Zalduendo, eran demasiado mansos. La reacción de los espectadores empezó con el lanzamiento de todo tipo de objetos sobre la arena de la plaza y, posteriormente, un grupo de descontentos de toda clase al salir del coso se dirigió hacia la Rambla, a quienes se sumaron los agitadores habituales de la calle. Las pésimas corridas sirvieron de excusa para iniciar la espiral de violencia.
Un escrito anónimo de un redactor menestral del boletín “Successos de Barcelona” así lo relató:
Feren toros los més ynfelisos, que al quart toro la gran turbe de la gent totom tirà los bentalls sobre als toreros y toro y gran griteri, y surt al quint toro tembé dolén y al poble aritat tirà bentalls y cadiras, fins banch[s], que tot o derotatren, y a cops de cadiras y banchs mataren al toro, que romperen més de 15.000 cadiras y banchs, que fou una derota que feye orror, y después, ab la corde de la maroma, lligaren al toro y arosegan lo portaren”.
La situación degeneró en una protesta anticlerical, pues como consecuencia los conventos de los Agustinos y de los Franciscanos comenzaron a recibir pedradas. Posteriormente se incendiaron los conventos de los dominicos de Santa Caterina, el de los Trinitarios Descalzos, el de San José y el de los Carmelitas. El balance se tradujo en una decena de frailes que perecieron aquella noche.


Una canción popular de la época resumió los trágicos acontecimientos:

"El dia de Sant Jaume
de l'any trenta-cinc,
hi va haver gran broma
dintre del torín.
Van sortir set toros
tots van ser dolents.
Això va ser la causa
de cremar els convents".

La autoridad gubernativa, fundándose en que los sucesos se habían iniciado en la plaza de toros, decretó al día siguiente la clausura del recinto, que permaneció cerrado por un largo tiempo. Solo en el año 1841 se reabrió de manera excepcional para celebrar algunas corridas de toros en beneficio del Séptimo Batallón de la Milicia Nacional. No fue hasta el 29 de junio de 1850 que se permitió la reapertura oficial de la plaza, bajo la dirección del empresario Vicente Galino. En la reinauguración actuaron los toreros José Redondo (el Chiclanero) y Julián Casas (el Salmanquino). Los toros procedían de ganaderías aragonesas y navarras. En aquél año se ofrecieron un total de nueve corridas.


Debido a críticas circunstancias, tales como la colocación de bombas alojadas por anarquistas, los robos indiscriminados de carteras, las multas impuestas a un torero llamado Conejito por enfrentarse a la policía y detenciones de falsificadores de moneda, entre otros sucesos, la plaza estuvo cerrada durante los años 1851, 1854 y 1865, funcionando en cambio el resto del siglo XIX. El 9 de septiembre de 1860 se celebró una corrida en homenaje al general Joan Prim, que fue aclamado por el público. El 28 de junio de 1863, se lidió el primer toro transportado en un gran cajón por ferrocarril procedente de la ganadería de Gala Ortiz, en Alcobendas (Madrid). Habitualmente, era costumbre transportar a estos animales por carretera o incluso por barco.


En la corrida celebrada el 12 de junio de 1864, Pere Aixelà Torner (Peroy) se convirtió en el primer torero catalán en tomar la “alternativa”, es decir, que pasó de novillero o primerizo a matador de toros mediante el ritual consistente en que el primer toro de la corrida, en el momento de matarlo, el espada más antiguo o padrino cede la muleta y la espada al ahijado, quien por su parte entrega su capote al veterano. El padrino suele dedicarle unas breves palabras y un abrazo, todo ello en presencia de otro matador que ejerce de testigo de la ceremonia. En esta ocasión, el padrino fue Julián Casas (el Salamanquino) y el testigo José Antonio Suárez. El toro, de la ganadería del marqués de la Conquista, se apodaba Silletero. Otros toreros que durante aquel siglo también tomaron la “alternativa” fueron Salvador Sánchez (Frascuelo) el 9 de junio de 1867, Tomás Parrondo (el Manchao) el 24 de septiembre de 1889 y Manuel Lara (el Jerezano) el 29 de octubre de 1899.


Además de las corridas de toros, excepcionalmente la plaza fue usada para otra clase de actos públicos. Ese fue el caso del alzamiento de globos aerostáticos, una afición bastante extendida entre la sociedad barcelonesa. De los diferentes espectáculos que se celebraron, son desgraciadamente conocidos los llevados a cabo el 11 de septiembre de 1847 por el aeronauta francés Monsieur Arban (el cual desapareció con el globo y jamás se volvió a saber nada sobre él) y el 1 de noviembre de 1888 por el capitán Joan Budoy (que le costó la vida a algunos espectadores) que terminaron en tragedia.
A modo de curiosidad, el Torín fue el lugar donde por primera vez sonó música para amenizar la faena del torero. Ello sucedió el 13 de mayo de 1877. Rafael Molina (Lagartijo), Villaverde y Manuel Molina lidiaron seis toros de la ganadería aragonesa de Ripamilán (Ejea de los Caballeros). Después de que Lagartijo realizara una buena faena de muleta, de pronto, un hombre de entre el público se levantó, se dirigió al maestro Sempere de la banda municipal gritándole ¡Música! ¡Música!. Desde entonces, esta costumbre se extendió por todas las plazas de toros españolas.


Otras corridas memorables fueron las del 14 de septiembre de 1856 y 14 de septiembre de 1879, en que cayeron unas fuertes tormentas que dejaron la plaza enfangada y medio inundada. En la primera actuaron los toreros Manuel Domínguez y José Carmona (el Panadero), mientras que en la segunda lo hicieron Rafael Molina (Lagartijo) y Francisco Díaz (Paco de Oro).
En los años 1852, 1857, 1871 y 1875 el recinto taurino sufrió importantes reformas hasta que en 1888 se completó la obra de fábrica del coso, sustituyendo la parte alta de madera con pared de ladrillos, la construcción de bóvedas resistentes y la colocación de columnas y barandillas de hierro. Ese mismo año, que coincidió con la celebración de la Exposición Universal, posibilitó la dignificación de gran parte del entorno que rodeaba la plaza, integrándolo en el conjunto de pabellones que conformaban aquel acontecimiento internacional. Después de las reformas, la plaza tenía capacidad para 12.000 espectadores.


Durante aquel siglo, algunos toreros perecieron. El 15 de junio de 1881 se celebró una becerrada benéfica y en ella tomó parte entre otros jóvenes aficionados, el alemán Paul Wandersahen, a quien uno de los toros le cogió al ponerle un par de banderillas y le infirió una cornada en el abdomen, la cual le ocasionó la muerte casi instantánea. El 6 de mayo de 1883 fue cogido el banderillero cordobés de la cuadrilla de Lagartijo, Rafael Bejarano (La Pasera) por el toro Soto, de Mazpule, y después de sufrir la amputación de la pierna izquierda, murió en el antiguo hospital de la Santa Cruz el 1 de julio siguiente. El 12 de abril de 1896 sufrió una tremenda caída el picador José Sevilla (sobrino de Francisco Sevilla) con fractura de la base del cráneo, muriendo a los cuatro días. El 14 de abril de 1895 el toro Molinero de Ripamilán saltó a las gradas y fue muerto a tiros por el guardia civil Waldo Vigueras. De los disparos un hombre resulto herido y varios espectadores se lesionaron a causa del tumulto que se produjo. Y el 27 de marzo de 1898, fue cogido el espada novillero Joan Ripoll y Orozco (Juanerillo) por el toro Fierabrás, de Arribas, y la cornada que recibió, al romperle el femoral, le ocasionó la muerte a los veinte minutos.


A finales del siglo XIX fue administrador de la plaza el empresario y escritor taurino Marià Armengol Roca, apodado de diferentes maneras: El Barbián, El Acústico, Verduguillo y Marianet. Fue conocido porque creó una cuadrilla de adolescentes toreros catalanes encabezada por Josep Huget (Patata) y Joan Buzón (Metralla). Debutaron el 11 de noviembre de 1893, y sorprendieron por sus proezas a pesar de no reunir las mínimas condiciones para el toreo. Esta cuadrilla de jóvenes diestros estaba auxiliada por los toreros Joan Massó (Picaito), Jaume Bosch (Palmera), José Turel (Posturitas), Antonio Bargas (Negrito), Francisco Turel (Ardilla) y José Arzelaga (Pintito), y completada por los picadores Ignacio Rifá (Corianito) y Manuel Cabras (Jilgero).


Como curiosidad, en el año 1895 presentó una cuadrilla femenina conocida por "Las Noyes". El mismo Armengol se encargó de entrenar a las chicas (la mayoría quinceañeras) durante tres años y de lanzarlas a la fama cuando consideró que ya estaban preparadas. El 10 de marzo de 1895 debutaron en el Torín obteniendo un notable éxito de público. Las líderes del grupo eran las matadoras Dolores Pretel (Lolita) y Ángela Pagès (Angelita). De Lolita se dice que era una mujer culta a la que le gustaba leer y tocar el piano. En cuanto a su forma de torear, parece que tenía un estilo clásico y elegante pero que a la hora de matar se lanzaba a ello con todas sus fuerzas. Por lo que a Angelita se refiere, empezó como banderillera y fue subiendo en el escalafón hasta llegar a matadora. Fueron banderilleras las hermanas Justa y Encarnació Simó, Julia Carrasco, María Pagès (hermana de Angelita), María Munubeu e Isabel Jerro.


Llegando al final de siglo, la inauguración de la plaza de toros de Las Arenas el 29 de junio de 1900 hizo perder protagonismo al Torín, que vio considerablemente reducidas el número de corridas que se celebraban. Al mismo tiempo, la plaza empezó a ser conocida mundialmente como La Antigua. La construcción de la nueva plaza se debió a la necesidad de darle un relevo a la vieja plaza de la Barceloneta, ubicando la celebración de corridas de toros en un lugar más amplio y menos conflictivo. Durante la primera década del siglo XX sólo se celebraban novilladas de manera muy esporádica. La decadencia de la plaza quedó reflejada con las frecuentes multas y sanciones recibidas por parte de la autoridad municipal a causa de la baja calidad de los espectáculos y la falta de seguridad de la plaza, incluyendo varias amenazas de cierre.
El 14 de abril de 1914 se inauguró la tercera plaza de toros, la Monumental, de modo que Barcelona se convirtió en la ciudad española con más cosos taurinos en activo.


Otros dos sucesos ocurrieron a los pocos años del cierre de la plaza. El 9 de marzo de 1913 el novillero bilbaíno Eduardo Arechavaleta (Chavacha)  sufrió una cornada en la fosa iliaca derecha por un novillo de Santos, de la que murió el día 14 del mismo mes. Y el 29 de junio de 1919, el picador Ezequiel García Briones sufrió al caer una fuerte contusión, seguida de hemoptisis intensa, y murió dos días después.
En 1922 el antiguo Torín fue adquirido por el banco Urquijo de Barcelona. La última corrida se celebró el 23 de septiembre de 1923. Fue una novillada con seis toros de la ganadería de Hidalgo, en la que participaron los toreros Faroles, Isidoro Todó (Alcalañero II) y Ramiro Anlló (Nacional-chico). Poco antes, el 3 de junio, tomó la “alternativa” el último torero, José Flores. En el siglo XX también la habían adquirido Serafín Vigiola (Torquito) el 8 de septiembre de 1912 y Elías Chaves (Areguipeños) el 12 de septiembre de 1920.


En 1927 entró en juego la figura del empresario Pere Balañà, interesado en la adquisición de una de las tres plazas de toros de Barcelona. Todas ellas estaban entonces arrendadas por la familia de empresarios y ganaderos Jardón, propietarios de la plaza de Las Ventas de Madrid. En vistas de que perdían dinero, vinieron a Barcelona para vender el contrato a sus propietarios, prefiriendo un contrato único y mancomunado que simplificara las gestiones. Obligado a adquirir las tres plazas, Pere Balañà aceptó y pagó distinto precio para cada coso. En el caso del Torín, tuvo que hablar con su propietario, Fèlix Escalas Xamení, director del banco Urquijo, para convencerle del cambio de arrendamiento. Y así fue como terminó pagando el alquiler de la plaza, todo y estar definitivamente clausurada desde hacía cuatro años.
El edificio fue utilizado esporádicamente como almacén de provisiones y mercancías. Se desconoce si durante los años de la Segunda República y de la Guerra Civil se usó ocasionalmente para mítines políticos o como espacio para guardar armamento. Ya en plena posguerra, la plaza de toros se derribó el 8 de abril de 1946. Ocho años más tarde, aquellos terrenos pasaron a ser propiedad de la compañía Catalana de Gas, y reconvertidos en un campo de fútbol para sus trabajadores.



lunes, 18 de febrero de 2013

Amanuenses, escribanos y memorialistas de Barcelona


“Tradicionalmente, años y años, los escribanos o memorialistas habían permanecido muy visibles, apostados nada menos que en la yema de la Rambla, en el mismísimo umbral del palacio de la Virreina. Formaban parte del humano, del castizo repertorio típico ramblista: con las floristas, los encaladores, los pasajeros, los mozos de cuerda, los municipales que el pueblo conocía por "xanxes"...” Así es como Sempronio, el cronista oficial de Barcelona, hacía referencia en un artículo suyo publicado en el diario La Vanguardia a las ya desaparecidas casetas de amanuenses, también llamados escribanos o memorialistas.


El oficio de amanuense consistía en dedicarse profesionalmente a escribir, a mano o a máquina, al dictado o bien copiando o pasando a limpio lo que el cliente le pedía. Se desconoce exactamente cuando surgieron los primeros en la ciudad de Barcelona, pero al menos se sabe que su presencia se debió a una necesidad, pues había mucha gente que no sabía leer ni escribir mientras que otros estaban dispuestos a ofrecer sus conocimientos y sus servicios. Escribían al dictado, con una rapidez digna de récord, con pulcritud y sin faltas, escuchando, sin retenerlas, las palabras de los analfabetos que acudían para contar lo que les pasaba a parientes o amores lejanos o para resolver papeles burocráticos e instancias coronadas por un "Dios guarde a usted muchos años".


Generalmente eran hombres formados en la buena gramática que suplían la falta de cultura popular. A mediados del siglo XVIII se constata que en la plaza de Sant Jaume había barracas de copiadores de cartas que ya los llamaban memorialistas. Primero fueron unas casetas de madera pero luego se sustituyeron por un biombo de tejido que obligaba a su montaje y desmontaje diario. Se ubicaban en la esquina de las calles del Call y de Sant Honorat. Su popularidad hizo que dicha plaza se conociera popularmente como la “plaça de les Barraquetes”.
El patrón de los amanuenses barceloneses era Sant Lluc, día festivo en el cual no trabajaban, que se conmemoraba el 18 de octubre. Este oficio era por aquél entonces pobre y mísero, pues a pesar de tener el privilegio de estar alfabetizados, mucha gente, recelosa e ignorante, se negaba a transcribirles sus intimidades. Era frecuente redactar cartas para capellanes y censores, incluso algunos hacían de casamenteros a caballo entre las bodas concertadas y las posteriores agencias matrimoniales. Se dice que en alguna caseta llegaba a colgar un cartel que indicaba “Se hacen casamientos”.


A causa de su pobreza solían vestir con ropas apedazadas o atuendos de segunda mano, incluso adquiridos en encantes. Sin embargo, quienes peor vestían estaban mejor considerados, de ahí el refrán catalán que decía “bon escrivent, de pedaços, més de cent”. Normalmente su uniforme más habitual era la gorra a guisa de barretina, de punto de aguja, de lana en invierno y de algodón en verano, morada o verde. Como tenían que pasar el día a la intemperie, al apretar el frío iban embolsados con una capucha anexa a la capa. Era corriente el uso de mitones o guantes, y si querían mantener el prestigio entre la ciudadanía debían llevar gafas. Un porcentaje destacado de amanuenses eran en realidad militares licenciados tras finalizar las guerras carlistas, que habiéndose quedado sin causa por la cual luchar decidieron cambiar las armas por la palabra escrita.


Otro emplazamiento de barracas de amanuenses era en la calle del Consolat de Mar, un tramo más estrecho que iba desde las Voltes dels Pintors hasta el Pla del Palau, delante del edificio de la Llotja. Dicho tramo fue conocido por tal motivo como el “carrer dels Escrivans”. A este espacio se atribuyen además la plaza Reial y el antiguo convento de los Trinitarios (donde ahora se alza el teatro del Liceu), si bien no ha sido posible hasta el momento encontrar más información al respecto.
En la segunda mitad del siglo XIX, durante la década de 1860 se trasladaron en el muro de la medianera del edificio situado al lado izquierdo de al lado del palacio de la Virreina, en la Rambla, pegados a la pared y frente a la Casa Beethoven. Las casetas, de madera y de concesión municipal, presentaban un aspecto algo más noble y acorde con el paisaje. Había cuatro cabinas, cada una de ellas con dos sillas, una para el cliente y otra para el amanuense, además de una mesa con unas tablillas cubiertas de bayeta verde, sobre la cual había un tintero de cerámica con una caja de Petri para tinta del tipo caparros, una cajita con serrín y unas plumas de oca del ala izquierda, que eran las mejores para escribir según los expertos.


El analfabetismo de la época auguraba buenas perspectivas al negocio, que si bien empezó con dificultades, con el paso de los años aumentó la demanda hasta el punto que eliminar esa antigua imagen pobre del amanuense. Allí en la Rambla fueron muchos quienes de algún modo se confesaban, limitándose a transcribir con exactitud lo que decía el cliente de turno, pero también los había que proponían modelos de cartas amatorias en las que sólo había que rellenar los espacios en blanco con el nombre del amado o amada, o solamente escuchaban y escribían. En determinadas circunstancias algunos incluso se atrevían a aconsejar al cliente, llegando a suavizar la redacción intercalándole conceptos propios. La dedicación incluía también la redacción de pagarés, instancias a las autoridades, memorandos y, en general, cualquier trámite bancario o burocrático que requería del arte de la escritura. Según cuentan algunos testigos de la época, las muchachas del servicio doméstico eran las principales usuarias, llegando a hacer largas colas los domingos por la tarde para poder mandar unas palabras al pueblo, a la familia o al novio, para apresar la realidad en forma de carta.


En 1924 los amanuenses empezaron a usar máquinas de escribir, algo que poco a poco contribuiría a retroceder los métodos tradicionales caligráficos.
En la década de 1950, cuando la escuadra americana desembarcó al puerto de Barcelona muchas «camareras» se relacionaron con los marines. Ello supuso una demanda adicional, pues algunos amanuenses sabían hasta cuatro idiomas (catalán, castellano, francés e inglés) y les pedían que escribiesen en inglés sus cartas de amor. Algunas incluso lograban que su novio americano les enviara dinero para coger el barco y casarse, aunque finalmente todo terminaba con que ellas se quedaban con el dinero y no se casaban.
A medida que el país se fue culturizando y los índices de analfabetismo fueron bajando, el negocio se empezó a resentir, si bien se reciclaron para tareas como escribir memorias, redactar documentos oficiales, solucionar trámites administrativos y hacer cuentas, entre otras tareas. A menudo en las ventanillas se colgaban cartelones indicando los servicios. Uno de ellos decía textualmente “Certificados de penales. Tramitación de documentos. Cartas, instancias, copias, circulares, facturas, Francés, inglés, italiano, traducciones. Rapidez y seriedad en los encargos”.


El 18 de marzo de 1954 un extraño incendio (cuyos indicios apuntan a que fue provocado) destruyó parcialmente las casetas de la Rambla, por lo que se decidió derribarlas y hacerlas desaparecer definitivamente para trasladarlas en los jardines del Doctor Fleming, su último destino (otras fuentes indican erróneamente la plaza de la Gardunya, detrás del mercado de la Boqueria). Las nuevas cabinas se construyeron completamente funcionales, de madera artificial, techo de placas de poliéster de color verde, e interior austero con una silla, una tabla adosada a la pared como mesa y un calendario, además de una máquina de escribir y una carpeta para los folios. Solo a finales de la década de 1960 hubo un repunte, gracias a los numerosos documentos que llegaron a redactar con motivo de la promulgación de la Ley de Arrendamientos de 1967.


Algunos amanuenses llegaron a ser relativamente populares llegando a trabajar hasta edades muy avanzadas. Uno de ellos a mediados de la década de 1970 trabajaba incansable a sus 90 años, después de haber sido maître del Hotel Suizo. Sabía hablar francés después de haber vivido en el París de finales del siglo XIX. Otro amanuense, llamado Capdevila, tenía un gran parecido físico al poeta y dramaturgo José Zorrilla. Se dedicaba, además de escribiente, a escribir sainetes que llegaron a estrenarse en el teatro Romea. Otros incluso eran de origen extranjero. Uno de ellos, napolitano, fue tan querido que al morir dejó una estela de duelo ciudadano. Otro era parisino, y aseguraba que fue pintado por el pintor y grabador Gustave Doré.
Con el paso de los años las casetas fueron desapareciendo por falta de rentabilidad hasta que en el año 1985 solo quedaba en funcionamiento una única cabina, del último amanuense de Barcelona, en este caso una mujer llamada Ana Ruiz. Aguantó el oficio hasta mediados de diciembre del año 1991, cerrando para siempre.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Juan XXIII - Pablo VI - Juan Pablo I: la mejor etapa papal de la historia (1958-1978)


Sin lugar a dudas, la renuncia del Papa Benedicto XVI de su cargo ha sido la dimisión más sonada de estos últimos meses y probablemente lo será del presente año salvo sorpresas de última hora. Solo existen en la historia los precedentes de Celestino V (en 1296) y Gregorio XII (en 1417) como Papas dimisionarios. El actual alega agotamiento debido a su avanzada edad, incluso se rumoreó que fue operado del corazón bajo el más estricto secreto. La decisión es buena teniendo en cuenta el triste precedente de Juan Pablo II, cuyo estado personal de degradación en sus últimos actos públicos sobrepasaba el patetismo. El actual Jefe de la Iglesia católica ha preferido no correr la misma suerte y retirarse a tiempo manteniendo la dignidad.
Ahora se debate quién sucederá a Joseph Aloisius Ratzinger, una cuestión siempre embarazosa por la presencia de diferentes sectores ideológicos en el seno del catolicismo, algo que resulta absurdo y carente de sentido si tenemos en cuenta que el mensaje bíblico y las enseñanzas de Jesucristo son iguales y objetivos para todos. Solo la perversión humana y los intereses particularistas han tergiversado un mensaje universal y adaptable a todos los tiempos de la historia.
Ante la etapa conservadurista y regresiva de Juan Pablo II y de Benedicto XVI merece la pena recordar la etapa más progresista de la Iglesia católica llevada a cabo por los Papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I, que de haber tenido continuidad habría supuesto una modernización y adaptación al siglo XXI del clero, a la vez que hubiese ofrecido una imagen más cercana, abierta, amable y social de la Iglesia.


Angelo Giuseppe Roncalli, conocido como Juan XXIII, es el Papa que abrió esta nueva etapa, después de suceder tras su muerte en 1958 al no menos reaccionario y filofascista Pio XII, recordado por su bendición a los tanques de Mussolini y sus guiños hacia la España de Franco. Consciente del nuevo papel que debía desempeñar la Iglesia católica en un mundo abocado a grandes cambios y a una rápida modernidad, expresó su pensamiento en las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963). Sin embargo, su gran trabajo por el cual ha sido recordado es gracias a la convocatoria del Concilio Vaticano II, donde fijó sus objetivos basados en renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos, buscando los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, tomando lo bueno de la época presente y estableciendo puentes de diálogo con el mundo moderno centrándose primero en aquello que une y no en lo que separa. Todo ello era precisamente contrario a lo que anteriormente se practicaba, como era definir nuevas verdades y condenar errores. Asimismo, consideró que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto. En su posición conciliadora, invitó a observadores de las diferentes religiones así como a los miembros de todas las Iglesias cristianas, incluidos por primera vez aquellos que no estaban presentes en Roma desde el tiempo de los grandes cismas. El llamado “Papa bueno” también destacó por reducir la imagen suntuosa del clero, por recomendarles que vistiesen de paisano fuera de sus labores eclesiásticas, por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano (que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, además retribuidos con bajos salarios) y por nombrar por primera vez en la historia a cardenales indios y africanos.


Tras la muerte de Juan XXIII en 1963 le sucedió Giovanni Battista Montini, conocido como Pablo VI. Continuista del anterior, se mostró favorable a buscar el diálogo con el mundo, con otros cristianos, otras religiones e incluso con los ateos, sin excluir a nadie. Él mismo se vio como un humilde servidor de la humanidad y exigió cambios significativos en Estados Unidos y en Europa a favor de los pobres en el Tercer Mundo. Su pontificado estuvo marcado por la concreción del espíritu del Concilio Vaticano II para proseguir con la renovación y modernización de la Iglesia católica y de sus enseñanzas. Como metas pontificias se propuso la reforma al Derecho canónico y la búsqueda de la paz social y la justicia en el mundo, siendo fundamental para sus actividades la unidad del cristianismo. En su reapertura del Concilio vaticano se fijó como prioridades mejorar la comprensión de la Iglesia católica, reformar la misma Iglesia, avanzar en la unidad de la cristiandad y entablar diálogo con el mundo. Tratando de mejorar la condición de los cristianos en los países comunistas, participó en un diálogo con autoridades de estos países, y como resultado de ello mejoró considerablemente la situación de la Iglesia en Polonia, Hungría y Rumania. Asimismo, fomentó las relaciones ecuménicas con las Iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes, lo que dio lugar a muchas reuniones y acuerdos históricos. Subrayó la íntima vinculación entre el arte y la religión, y ofreció a los artistas una alianza de amistad, lo que supuso un gran cambio pastoral en el diálogo contemporáneo entre los artistas y la Iglesia. Pablo VI se convirtió en el primer Papa que visitó los cinco continentes, siendo el más viajero de la historia hasta aquel momento, ganándose el apodo de “el Papa peregrino”. Mostró gran interés por las condiciones de trabajo y cuestiones laborales, teniendo contacto personal con sindicatos, asociaciones y dando discursos relacionados con el tema. Todo ello le hizo ganarse fama de liberal, especialmente cuando pidió a los laicos amar no sólo a los católicos, sino también a cismáticos, protestantes, anglicanos, indiferentes, musulmanes, paganos y ateos. Sus posiciones sobre el control de la natalidad fueron controvertidas. En su encíclica Humanae Vitae, a pesar de mantener posturas tradicionales y conservadoras acerca del aborto y el uso de métodos anticonceptivos, indicaba que el control natal artificial no tenía por que ser visto como un mal y que las parejas católicas deberían de poder escoger entre los distintos métodos de planificación familiar.


Al morir Pablo VI en 1978, le sucedió Albino Luciani, conocido como Juan Pablo I. A pesar de su efímero papado, de tan solo 33 días, el llamado “Papa de la sonrisa” pretendió ofrecer una imagen más humana y cercana de la figura del Santo Padre, siendo el primer Papa moderno en hablar en singular utilizando "yo" en lugar del plural mayestático “nos”. No quedó exento de polémica su afirmación de que "Dios es Padre, y más aún, es madre", comparando a Dios con una madre que no olvida a su hijo. Como reformista, lanzó algunas iniciativas como la devolución del 1% de los ingresos de cada Iglesia para destinarlo a las iglesias del Tercer Mundo. Su imagen de hombre amable, cercano y bondadoso enseguida cautivó al mundo entero. Además, era buen comunicador, escritor y orador. Alrededor de su inesperada muerte se plantearon diversas hipótesis al respecto, siendo una de ellas la del asesinato. Se dice que determinados sectores conservadores y ultraconsevadores no les interesaba esa línea “progresista” que iba tomando la Iglesia, peligrosa para sus propios intereses, y que por ello se conspiró para eliminarlo poniendo así punto y final a dos décadas de acercamiento, entendimiento y concordia entre la Iglesia y la sociedad.
Actualmente, viviendo bajo tiempos difíciles e inciertos, convendría que el nuevo Papa recuperara nuevamente ese espíritu aperturista y renovador que supondría una inyección de moral en la lucha contra la crisis y por un mundo mejor. No convienen líneas duras, posturas excesivamente conservadoras e intransigentes ni discursos populistas. La sociedad debe resucitar aquella actitud renovadora de la década de los años 1970 en la que la Iglesia también acompañó, con la diferencia de que nada ni nadie la vuelva a interrumpir, porque cada vez más se confirma aquello de que “otro mundo es posible”.


viernes, 8 de febrero de 2013

El Chalet del Moro


Sin lugar a dudas, el Chalet del Moro ha sido uno de los prostíbulos históricos más conocidos de Barcelona. El edificio fue proyectado en el año 1873 por el arquitecto Jaume Brossa i Mascaró, en el número 3 del pasaje de la Pau. En sus inicios funcionó como una casa de baños contemporánea de los Baños Orientales de la Barceloneta. El interior estaba lujosamente decorado y disponía de suntuosas bañeras. El edificio, de planta baja y un piso, estaba estructurado en tres cuerpos: dos laterales simétricos y un cuerpo central, de estilo arquitectónico neomudéjar. Todas las puertas y ventanas estaban coronadas por arcos de herradura angrelados (siendo geminados los de las ventanas superiores de los cuerpos laterales) y cenefas de cierre. La cornisa estaba decorada con remates de terracota. Según un anuncio publicitario del año 1914, el establecimiento ofrecía “baños sulfurosos, rusos, turcos, hidroeléctricos, duchas con agua natural, calefacción a vapor y tratamientos para la curación radical del reuma, gota y artritis”.
El estallido de la Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia una bonanza económica para Barcelona a causa de su comercio con los países beligerantes. Se dice que por ello, a iniciativa de un empresario e industrial alemán emigrado a la ciudad, decidió convertir esta casa de baños en un prostíbulo. La prostitución barcelonesa por aquél entonces se caracterizaba por su extremada miseria y marginalidad, de ahí su idea de abrir una mancebía de máxima calidad aprovechándose así de la etapa de europeización que vivía la capital catalana. De apariencia elegante y de servicio limpio y esmerado, el interior del edificio fue completamente reformado para imitar un palacete árabe con toda clase de detalles. 


Rebautizado como el Chalet del Moro, allí se llevaron a cabo muchos de los grandes negocios que aportó a Barcelona la guerra europea. Así, por ejemplo, el mismo magnate alemán cuya identidad se desconoce atendía sus negocios en algunos de los lujosos salones que conformaban el interior del prostíbulo, obsequiando a sus clientes con grandes fiestas en las que participaban las pupilas de la casa. Estas prostitutas que ofrecían sus servicios iban vestidas como odaliscas y ensayaban danzas del vientre para atraer y hacer decidir a los clientes que esperaban en el salón principal. Su nacionalidad era variada, la gran mayoría extranjeras procedentes de Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y Polonia, venidas con motivo de la citada guerra europea y la Exposición Internacional de 1929. Había también empleados masculinos, camareros catalanes destinados para los servicios auxiliares, ataviados con trajes moriscos, pantuflas y turbantes, incluyendo incluso unos músicos, en realidad unos tercetos barceloneses caracterizados de turcos que animaban interpretando a todas horas melodías orientales. A diferencia de otros burdeles, se incluía un servicio de lavajes y desinfecciones para evitar la expansión de epidemias de transmisión sexual.


El local tuvo bastante éxito de público durante la década de los años 1920 y principios de los años 1930. A partir de 1935, cuando el Gobierno de la República suprimió el reconocimiento oficial de la prostitución en España, empezó a entrar en una lenta y progresiva decadencia que se acentuó con el estallido de la Guerra Civil y en especial durante los años de posguerra, época en que se convirtió en un burdel vulgar barato y sucio sin el lujo y el esplendor de años atrás. El salón y las habitaciones se encontraban destrozados y los elegantes muebles y otros elementos decorativos habían desaparecido. La mayoría de las prostitutas extranjeras que allí trabajaban regresaron a sus países de origen y otras huyeron por miedo a represalias. Una de las razones por las cuales se reabrió el Chalet del Moro fue para evitar las violaciones masivas de prostitutas por parte de legionarios y marroquíes que formaban parte de las tropas entrantes a la ciudad del bando vencedor. A cambio de la reapertura, un requerimiento era que las trabajadoras sexuales dispusieran de una Cartilla de Sanidad (en realidad un “carnet de putas”) que garantizara una revisión higiénica semanal para evitar enfermedades venéreas.


Finalmente, el 3 de marzo de 1956 se publicó un decreto ley por el cual España pasaba a prohibir la prostitución, según lo establecido por la Convención de Ginebra de 1949. Desde entonces, el llamado “trato carnal” pasó a ser considerado como “trato ilícito” y quedaron prohibidas las mancebías y las casas de tolerancia. En total se cerraron 98 prostíbulos en Barcelona, uno de ellos el Chalet del Moro. El edificio pasó a tener otros usos mediante arrendamiento, siendo el más duradero un taller de reparación de automóviles que mutiló parte de la fachada original y modificó completamente su interior, justo donde antes había un lujoso salón. Las habitaciones restantes del edificio pasaron a ser alquiladas por marroquíes y argelinos, posiblemente atraídos por la arquitectura de la casa con la que se sentían identificados. Luego la casa quedó completamente abandonada hasta que finalmente, después de no estar catalogada, fue derribada el año 1991 para construir en su lugar un bloque de viviendas protegidas de nueva planta promovido por PROCIVESA, dentro del llamado “Pla Especial de la Rambla amb el carrer Rull”, para la implantación de la Universitat Pompeu Fabra. Ello también afectó a otro edificio del siglo XVIII.

domingo, 3 de febrero de 2013

Los autobuses del barrio de Can Tunis: evolución hasta la actualidad y los servicios especiales

Foto. Pere París

En este artículo de la serie dedicada a la historia de los transportes de la barriada de Can Tunis se hablará acerca de las líneas 38 y 21 de autobús así como de los servicios especiales de los cuales hay constancia de su existencia.

La línea 38
El 26 de septiembre de 1986 se estrenó la nueva línea 38 de autobús, resultado de una reordenación de los servicios a Can Tunis que sustituía a las líneas 8, 48 y 108 para unificarlas en una sola con un itinerario en ambos sentidos que cubría buena parte de las anteriores. El recorrido partía de la plaza de Catalunya, y continuaba por La Rambla, plaza del Portal de la Pau, paseo de Josep Carner, ronda del Litoral, paseo de Can Tunis, carretera de Circumval•lació Tram 5, calle A, calle 62, paseo de la Zona Franca, plaza de Ildefons Cerdà, Gran Via de les Corts Catalanes, plaza de Espanya, avenida del Paral•lel, Parlament, ronda de Sant Pau y Manso.
En diciembre de 1993 Transports Metropolitans de Barcelona estudió su modificación para ofrecer servicio por el interior del puerto, una buena idea que finalmente solo se quedó en un proyecto que nunca se llevaría a cabo.

Foto: Joan A. Solsona

El 18 de noviembre de 1996 amplió su recorrido desde la calle Manso hasta el Hospital Clínic, circulando desde la calle del Parlament por Comte d’Urgell, València, Enric Granados y Rosselló, para volver en sentido plaza de Catalunya por Villarroel y Manso. Esta mejora se efectuó a petición vecinal para facilitar la conexión con este importante centro hospitalario y la Escola Industrial, dentro de un plan de mejora de la red de autobuses que preveía la prolongación de varias líneas y la supresión de las solapadas con otros servicios de transporte. A finales del mismo mes y año, debido a las obras de reconstrucción del incendiado teatro del Liceu, varió temporalmente su recorrido pasando a circular a partir de las 15:00h. por la Via Laietana en sentido mar, aunque haciéndolo por La Rambla en sentido montaña.
El itinerario a su paso por Can Tunis era cada vez menos rentable porque la barriada iba desapareciendo y, por consiguiente, perdiendo pasajeros. En los terrenos donde hubo casas se preveían para una ampliación del puerto de Barcelona. Además, había el agravante de que una parte del pasaje lo constituía un colectivo de drogodependientes que se dirigía regularmente a las chabolas cercanas a Can Tunis para adquirir la mercancía. En esta barriada solía estar permanentemente estacionado un autocar de la Asociación de Bienestar y Desarrollo, entidad encargada de atender a prostitutas, toxicómanos y punteros, hasta el punto de concentrar el 70% del programa de intercambios de jeringuillas de toda Cataluña, llegando a dispensar un promedio de 2500 unidades diarias.

Foto: Josep Pretel

Todo ello convirtió la línea 38 en un servicio inseguro, incluso llegando a ser apodado popularmente como “el autobús de la droga” o “el yonkibús”•. De hecho, estos usuarios subían y bajaban del autobús sin pagar billete, bajo el consentimiento por parte de los conductores los cuales, atemorizados, evitaban así cualquier tipo de incidente y resultar dañados. Ocasionalmente en cada vehículo iban un par de policías para garantizar la seguridad entre el ya escaso público convencional.
Para ofrecer mejor servicio y evitar las descompensaciones entre el tramo comprendido de la plaza de Catalunya al Consorci de la Zona Franca (muy escaso de pasaje) con respecto al del citado punto hasta el Hospital Clínic (de buena afluencia de usuarios), el 25 de enero de 2000 la línea 38 recortó su recorrido hasta el Consorci de la Zona Franca, mientras que el tramo desde dicho punto hasta el Hospital Clínic pasó a formar parte de una nueva línea, la 37.
El 6 de mayo del 2003, con motivo de la modificación de los terminales de la ronda de Sant Pere para mejorar el espacio de origen y final de la línea 22 que comenzaba a ser servido mayoritariamente por vehículos articulados, la línea 38 trasladó su parada en la ronda de la Universitat a la altura de la calle de Balmes. Desde el 12 de mayo del 2005, y aproximadamente durante un periodo de cuatro meses, las obras de remodelación de los vestíbulos y andenes de la estacón “Liceu” de la L3 de metro obligaron a desviar su recorrido por la ronda Sant Antoni, Comte Borrell (regresando por la ronda de Sant Pau) y la avenida del Paral•lel para retornar su recorrido habitual desde las Drassanes.

Foto. Josep Pretel


La línea 21
Con la finalidad de limpiar la denigrante imagen ofrecida, el 27 de junio de 2006 la línea 38 se reconvirtió en la nueva línea 21, con un nuevo recorrido desde el Paral•lel hasta El Prat de Llobregat, creando así un nuevo eje de transporte público que cubría la barriada de Can Tunis y dotaba de mejor servicio al Consorci y al polígono industrial y logístico de la Zona Franca. Además, la eliminación de las últimas chabolas que vendían droga erradicó definitivamente el pasaje conflictivo aunque dispersó a los drogodependientes hacia otras barriadas de Barcelona, especialmente en el Raval y en Can Dragó. Precisamente el mal recuerdo que dejó la línea 38 en la ciudadanía barcelonesa fue uno de los motivos por los cuales se cambió la numeración al 21 como una estrategia de disuasión. Como nueva línea, se consiguió captar a nuevos usuarios, básicamente habitantes pratenses y a empleados de la industria y servicios, creando así un corredor directo entre El Prat de Llobregat y Barcelona sin tener que pasar por la plaza de Espanya, permitiendo correspondencia con Rodalies-RENFE, a la vez que atendía el sector de Mercabarna y varias industrias de la Zona Franca, con más de 43.000 puestos de trabajo directos.
La línea 21 tiene su origen y final en la avenida del Paral•lel, y continúa por plaza de les Drassanes, paseo de Josep Carner, ronda del Litoral, carretera de Circumval•lació Tram 5, calle 1, calle 62, calle 2, calle A, calle 4, Major de Mercabarna, Pont de Mercabarna, circulando en El Prat de Llobregat por la ronda de Llevant, Lo Gaiter del Llobregat, Santiago Rusiñol, avenida de Apel•les Mestres, avenida del Remolar y Vall d’Aran, ante la nueva estación intermodal de Rodalies-RENFE.

Foto: José Mora Martín


Servicio especial al cementerio de Montjuïc
Las primeras noticias que tenemos sobre la existencia del servicio especial interior al cementerio de Montjuïc es del 1956, en que se anunció con motivo de la celebración de la festividad de Todos los Santos y el día de Fieles Difuntos el establecimiento de un servicio extraordinario dentro de este camposanto, cuyas dimensiones y pendiente dificultada su desplazamiento a pie.
Años después, el 31 de octubre de 1968 se restableció este servicio especial de microbuses, que circulaba desde las 15:00h. hasta las 19:00h. servido por dos vehículos, y el 1 de noviembre siguiente desde las 7:45h. hasta las 19:00h. pero con seis vehículos. Poco después, en vistas del buen resultado que obtuvo este servicio extraordinario, se decidió establecerlo como definitivo aunque solo funcionaría los domingos y días festivos de todo el año con dos microbuses. Así, el 10 de noviembre de ese mismo año volvió a funcionar bajo el indicativo “Interior Cementerio”.
A partir de 1972 fue conocida como la línea 638, aunque en los microbuses este distintivo no constaba sino que era solo a efectos internos de Transportes de Barcelona. En 1973 este distintivo especial cambió al número 637.


El 3 de febrero de 1985 se prolongó la línea desde la puerta de entrada al cementerio hasta la confluencia de la calle de la Mare de Déu del Port con el paseo de Can Tunis, lo que facilitaba la correspondencia con las líneas 8, 48 y 108 de autobús, y al año siguiente con la línea 38. Desde el año 2002 este servicio se le conoce con el número 107.
El 20 de marzo del 2005 amplió en tres paradas nuevas su recorrido por el interior del cementerio.
Otro servicio especial extraordinario con motivo de la celebración de la festividad de Todos los Santos y el día de Fieles Difuntos fueron las líneas lanzaderas desde la plaza de Catalunya hasta la entrada al cementerio de Montjuïc. Años después, dicho servicio desapareció y fue asumido por la misma línea 38 reforzada con la incorporación de autobuses articulados. En la actualidad el transporte especial al cementerio tiene su origen y final en la plaza de Espanya y circula por el interior de la montaña de Montjuïc hasta la entrada superior al camposanto, en el paseo del Migdia.



Servicios especiales a la playa de Can Tunis
Durante la década de los años sesenta se pusieron en circulación servicios especiales de verano con destino a la playa de Can Tunis para satisfacer la demanda de usuarios que se dirigía hacia la zona de baños. Existe constancia que en los veranos de los años 1962 y 1963, entre el periodo comprendido de principios de junio hasta finales de septiembre, aproximadamente, circuló una línea de autobús con el distintivo de "Baños Casa Antúnez" que estaba servida por cuatro coches (en 1962) y cinco coches (en 1963), con un itinerario semidirecto entre la plaza de España y las Atarazanas y una única parada intermedia en el paseo de Can Tunis, frente a la playa.
Dos años después se creó la línea especial 108 (con el mismo número de la línea circular creada en 1979) que solo circulaba los días festivos de verano con un recorrido directo sin paradas intermedias desde la plaza de España y desde las Atarazanas hasta la playa de Can Tunis. Es decir, se trataba en realidad de dos líneas con el mismo número. Concretamente circuló del 16 de mayo al 1 de octubre de 1965, entre el 29 de mayo y el 1 de octubre de 1966 y entre el 4 de junio y el 1 de octubre de 1967. En vistas de la escasa rentabilidad del servicio, a partir de 1968 ya no se restableció. En 1970 la playa de Can Tunis desapareció para siempre por la ampliación del puerto de Barcelona.