domingo, 31 de marzo de 2013

La nao Santa María del puerto de Barcelona



Las generaciones nacidas antes del año 1990 recordamos la existencia en el puerto de Barcelona de un singular barco de madera pintado de rojo y negro que fue la delicia no solo de niños y niñas sino también de adultos y turistas. Era una reproducción de la nao Santa María, con la que Cristóbal Colón hizo sus descubrimientos. Tuve la ocasión de visitarla al menos dos veces, con mi padre y mi hermano Tomás, cuando éramos pequeños.
Esta réplica, según los expertos en historia poco fiel a la auténtica Santa María, fue construida en unos modestos astilleros de la playa del Cabañal, en Valencia, bajo planos y dirección del capitán de navío Julio Guillen Tato, director del Museo Naval, para formar parte de la película 'Alba de América' (1951), dirigida por Juan de Orduña y protagonizada por Antonio Vilar en el papel de Cristóbal Colón. Este film en realidad no era otra cosa que una respuesta triunfalista del régimen franquista a la película americana 'Christopher Columbus' (1949), dirigida por David MacDonald y protagonizada por Frederic March en el papel de Cristóbal Colón. 

La Santa María en una escena de "Alba de América" (1951)

Terminado el rodaje de la película, el Instituto de Cultura Hispánica la cedió al Museo Marítimo de Barcelona como atracción turística con motivo de la celebración en la capital catalana del XXV Congreso Eucarístico Internacional, a modo de homenaje a la Sagrada Eucaristía, por lo que se preveía su estancia temporal mientras durara el certamen. Para ello, desde el puerto del Cartagena fue remolcada por el buque auxiliar de la Armada española “Argos” y llegó al puerto de Barcelona el 7 de mayo de 1952, quedando amarrada de popa en las escaleras de la Puerta de la Paz, frente al monumento a Colón y al lado de la zona de salida y llegada de las Palomas y Golondrinas. El cascarón, con estructura de tres palos y forma panzuda, medía 22 metros de largo y 8 metro de ancho. Carecía de camarotes, y disponía de cubierta, sollado, toldilla y gávea o cofa mayor. La llamada «cámara de Colón» disponía de una reproducción de un arca con ropas y enseres de uso personal, una litera y, colgada en la pared, una copia de la espada que Cristóbal Colón llevó siempre colgada del cinturón. En otras secciones del barco, había distribuidos armaduras, clarines, arcas de marinero con ropas, jarras y vasos de barro cocido, utensilios y pertrechos diversos reproducidos a imitación de los usados en aquella época. Como curiosidad, el principal material de construcción usado fue la fibra vegetal, en base a las normativas navales del siglo XV.

En el puerto de Cargtagena, poco antes de partir hacia Barcelona

Durante su permanencia en Barcelona estuvo bajo el mando del teniente de navío de la Comandancia Militar de Marina, José María Martínez Hidalgo, ayudado por una brigada de la Marina mercante para efectuar los servicios de a bordo. Terminado el Congreso Eucarístico Internacional y en vistas del notable éxito de público que tuvo la nao por su carácter singular, finalmente se optó por su permanencia definitiva, previa adquisición por parte de la Diputación de Barcelona. Sin embargo, la cesión oficial por parte de la Armada española no se produjo hasta el 1 de octubre (Día del Caudillo) del año 1957.
De este modo, la réplica de la nao Santa María pasó a ser una atracción turística más de la ciudad, potenciándose la faceta cultural y pedagógica mediante visitas escolares concertadas. La visita al Museo Marítimo daba derecho con la misma entrada a acceder a la nao. Las tarifas nunca fueron elevadas y variaron muy poco con el paso de los años, oscilando entre las 25 y las 60 pesetas dependiendo de si eran niños, adultos, jubilados o grupos numerosos. Los horarios de visita eran de 10:00h a 13:30h y de 16:00h a 18:00h excepto los lunes que permanecía cerrada al público.


El 12 de octubre de 1955 se celebró una representación en castellano del poema de Paul Claudel “El libro de Cristóbal Colón”. Para el público asistente se construyó una gradería desmontable en la Puerta de la Paz y frente a la nao, la cual se usó como escenario para los actores, hecho que implicó moverla y amarrarla de costado para ofrecer mayor visibilidad a los espectadores.
El 5 de octubre de 1959 sufrió una primera modificación, cuando por razones de seguridad se le colocó un nuevo palo mayor, con su cofa y aparejos, en sustitución del antiguo.
Periódicamente, requería como cualquier otro barco ordinario una revisión de mantenimiento en el astillero para restregar los desperfectos que el salitre, las algas y la contaminación marina inferían sobre el casco de madera.


Durante algunos años, era costumbre que para la celebración de la festividad de la Inmaculada Concepción, cada 8 de diciembre, la procesión organizada por la Real Archicofradía de la Inmaculada finalizara ante la nao, llegando a subir en ella las principales autoridades para proceder a los correspondientes discursos, sin faltar entre ellos uno dedicado a la exaltación de la gran “gesta” que supuso para el “Imperio español” el descubrimiento del continente americano. Igualmente, la atracción fue objeto de visita por parte de oficiales de la marina, cónsules y embajadores de los diferentes países americanos, a modo de acto simbólico de concordia y hermanamiento entre España y las Américas. Y por supuesto, era el objeto de mira cada 12 de octubre para conmemorar el Día de la Hispanidad, junto con el monumento a Colón que recibía ofrendas florales. Solían visitarlo especialmente los participantes del Congreso Histórico Municipal Interamericano que se celebraba en el Salón de Ciento.

Durante la gran nevada de 1962

Desde 1964, durante algunos años la nao fue el lugar simbólico donde solían retratar a los ganadores del Premio Cristóbal Colón, un concurso de historia, arte, cultura y literatura hispánica destinado a estudiantes e investigadores. A modo de curiosidad, el 28 de septiembre de 1967, en unos trabajos de mantenimiento, la imprudencia de un soldador ocasionó un pequeño incendio al contactar el fuego del soplete con pintura derramada, que rápidamente pudo ser sofocado. Fue un pequeño presagio de lo que sería su trágico final.
El éxito de público quedó claramente reflejado en el hecho de que a finales de año, en el momento de hacer balance económico, la nao era la atracción museística que recibía más visitas, por encima de casi todos los museos municipales de la ciudad, únicamente superado por el Museo Picasso.
En 1986 la Diputació de Barcelona puso en marcha un proyecto de reestructuración y modernización del Museu Marítim llamado “Marítim-92”, que debía estar a punto para el año 1992, coincidiendo con los Juegos Olímpicos y la conmemoración del V Centenario del descubrimiento de América. Ello contemplaba sacar definitivamente la nao de su emplazamiento e instalarla dentro de un dique seco del museo, en el mismo edificio de las Drassanes, donde igualmente se podría visitar. Las razones de este cambio eran económicas, pues aseguraban que el agua de mar desgastaba la madera del casco y que el mantenimiento era caro.


En 1990, la nao sufrió cuatro atentados por parte de militantes de la organización terrorista Terra Lliure por la simbología que para ellos representaba. Si bien los tres primeros intentos fueron frustrados, el cuarto, sucedido el 23 de mayo de 1990, afectó más severamente tanto el interior como el casco del barco. Para ello aprovecharon la precariedad del sistema de seguridad y vigilancia.
Una vez incendiada, la nao fue trasladada desde el Port Vell al dique flotante de los talleres Nuevo Vulcano de la Barceloneta para estudiar la viabilidad de su reconstrucción, presupuestada en unos 70 millones de pesetas. Finalmente, argumentando que el casco sufría serios desperfectos, costes de reparación excesivamente elevados, razones de inseguridad por posibles amenazas de nuevos atentados, que carecía de valor patrimonial y que tras varias reconversiones en su casco y arboladura a lo largo de los años se ajustaba sólo en un 60% a criterios documentales con valor histórico, se optó o bien por venderla o bien por desguazarla.


Ante la falta de interesados, en abril de 1991 un remolcador la llevó aguas adentro a la altura de Arenys de Mar para proceder a su hundimiento. Ello no resultó fácil, pues previamente se tuvieron que desmontar los palos y los castillos de proa y popa, dejando intacto el cuerpo y la cubierta. Una vez en mar abierto, tardó algunos días en hundirse definitivamente a 60 metros bajo el agua. Actualmente allí reposa el pecio, para siempre, recubierto de vegetación marina y redes de pescadores, siendo objeto de visita por parte de submarinistas profesionales.
La decisión final de no restaurar ni sustituir la nao no estuvo precisamente exenta de fuertes polémicas, llegándose a acusar a las instituciones catalanas de carecer de sensibilidad y de hacer prevalecer sus intereses de partido. Los motivos de la inviabilidad de su recuperación antes expuestos fueron cuestionados asegurando que en realidad su eliminación se debió por tratarse de un símbolo de la hispanidad. Posiblemente así sea, pues las decisiones políticas prevalecen muy a menudo sobre el interés común. Quienes tuvimos el privilegio de haberla conocido en nuestra infancia nos llevaremos para siempre el recuerdo de haber disfrutado a bordo de un pequeño e inocente viaje virtual al pasado de lo que una vez fue el mundo de la navegación. Los niños y niñas que alguna vez estuvimos en la réplica de la nao Santa María no entendíamos de identidades ni de prejuicios, solo queríamos divertirnos ante algo nuevo en un mundo todavía por descubrir.


miércoles, 27 de marzo de 2013

Criminalizar los movimientos sociales como respuesta al fracaso de gestión



Está claro. Los movimientos sociales asustan a la clase política. No se prohíben porque en una democracia no se puede, pero siempre se procura que no sobrepasen aquellos límites que los gobernantes consideren peligrosos para sus propios intereses. Cuando eso sucede, lo más práctico es criminalizarlos para desautorizarlos y desprestigiarlos. Suele pasar cuando un gobierno no encuentra soluciones a los problemas reales y necesita excusar de alguna manera su mala gestión. El caso más reciente ha sido el de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Las declaraciones que comparan a este movimiento con la banda terrorista ETA han sido, hablando claro, mear fuera de tiesto.
En toda asociación, entidad, colectivo, asamblea u organización siempre pueden haber minorías conflictivas, pero jamás representan a la totalidad de un conjunto de personas sensibilizadas que trabajan por un mundo mejor. Actualmente, y mucho más bajo la crisis económica y financiera que padecemos, el problema de la vivienda es un gran caballo de batalla que requiere de una urgente solución. Aunque no pertenezco al movimiento Okupa, la actual situación invita a creer que no están tan equivocados como se cree, sino que el tiempo ha terminado por darles la razón. Personalmente he conocido a unos cuantos en persona, especialmente a los de la masía de Can Masdéu así como su singular manera de vivir. 


Ciertamente hay gente de todas clases en este movimiento, pero quienes tienen uso de razón debo admitir que sus argumentos son mucho más que razonables. Aunque yo no estaría dispuesto a vivir su forma de vida (o… quién sabe), ahora carezco de motivos para oponerme a ellos y contra cualquier ciudadano honrado que se vea necesitado a “okupar” una vivienda antes que quedarse en la calle. En casos de fuerza mayor, el instinto de preservación y supervivencia obliga actuar “ilegalmente” porque la ley ya no protege. Situaciones como la del barrio de Ciutat Meridiana, el núcleo con más desahucios de toda España (de ahí el apodo de “Villadesahucio”) son un lamentable ejemplo de lo que jamás debería suceder. Merece puntualizar que esta flamante barriada construida sobre unos terrenos que antaño se consideraron inadecuados para un cementerio debido al exceso de humedad, se halla cerca de un nuevo e impecable conjunto de viviendas de diseño a imitación del estilo arquitectónico de Frank Gehry, alrededor de la estación ferroviaria de Torre Baró. Irónicamente, debido al aspecto “abombado” de las fachadas, algunos lo llaman “el Guggenheim”. La particularidad de tal puntualización es que dichos bloques se encuentran totalmente deshabitados, constituyendo un moderno minibarrio fantasma. Mientras tanto, en el otro lado, a unos pocos metros, hallamos familias desahuciadas y gente en la calle, algo tan vergonzoso que merecería ser denunciado en la Unión Europea.


Cuando se dice que la Constitución española en el capítulo 47 del título 1 defiende que “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”, a efectos prácticos se trata de un derecho muy a menudo de difícil acceso debido a los elevados precios tanto de los alquileres como de las ventas. Es equiparable a afirmar que todo el mundo tiene derecho a disfrutar de un Rolls Royce… por supuesto que sí, siempre y cuando se abonen los 350.000 o 500.000 euros que vale adquirir un modelo de esa marca de coches. Cuando un derecho cuesta de alcanzar, deja entonces de serlo a efectos prácticos para convertirse en un privilegio. Actualmente se recogen los malos frutos de un modelo de capitalismo donde no cabemos todos porque el bienestar se fundamenta en un juego donde forzosamente estás abocado a arriesgar y tienes las mismas posibilidades tanto de triunfar como de fracasar. Este modelo se ha agotado y perdurarlo conlleva al estancamiento y al fracaso de la mayoría que quiere prosperar, que arriesga sus ahorros y se arruina, que tiene la sensación de ganar menos y debe pagar más. Ya no podemos ser el homo oeconomicus al servicio de la economía, sino que la economía debería de estar a nuestro servicio.


Nos encontramos en un momento extremadamente delicado que podría abocar a millones de españoles a la pobreza y a la calle porque las leyes vigentes, ineficaces en situaciones de dificultad, carecen de sensibilidad social y no aportan soluciones. La existencia de los movimientos sociales no responde a un capricho, a una demagogia de los cuatro progres de turno o a un mero acto de rebeldía, sino que es una respuesta a algo del sistema que funciona mal y se traduce en perjuicio para la ciudadanía. Su criminalización no es más que una postura egoísta por parte de quien vive bien en este modelo de sistema, aunque esté en crisis, ignorando la realidad como si nada sucediera y despreocupándose de quienes lo padecen.


Junto con la educación y la sanidad, la vivienda es otro gran derecho universal, fundamental e innegociable al cual deberían ofrecerse las máximas facilidades posibles de acceso con independencia del grado de pobreza de la persona. El artículo 25.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. Y el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales afirma que “Toda persona tiene el derecho a un nivel de vida adecuado para sí misma y para su familia, incluyendo alimentación, vestido y vivienda adecuadas y una mejora continuada de las condiciones de existencia, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. 


Cabe ahora preguntar por qué el Derecho Universal a la Vivienda no es un documento obligatorio o vinculante, especialmente en aquellos estados presumiblemente democráticos. Hasta cierto punto se puede entender que debe aplicarse una ley para evitar el caos y el desorden, pero permítanme discrepar cuando se dice que la ley está por encima de todo, porque por encima de la ley se encuentra el progreso y la evolución de una sociedad que clama a gritos un cambio necesario, fundamental e imprescindible que es imposible eludir. La ley es humana, luego es imperfecta y falla, y debe de adaptarse a los nuevos tiempos si se quiere que funcione correctamente. Pero para dicho funcionamiento y para que su cumplimiento sea real, en beneficio absolutamente de todos y evitando la corrupción, la ley, al igual que una constitución de estado o un estatuto autonómico, tiene que estar al servicio de las personas y no al revés. De ese modo se garantizará la democracia real.


viernes, 22 de marzo de 2013

Las sillas de alquiler de La Rambla



A finales del siglo XVIII, Barcelona experimentó un considerable crecimiento económico y de población que la convirtió en un importante referente. Ello atrajo a población extranjera y proliferó una nueva oferta de ocio, basada tanto en locales para el consumo como en espacios públicos acondicionados, aunque mayormente solo al alcance de las clases sociales acomodadas. Una novedad con la que se contó fueron las sillas de alquiler instaladas en la rambla de Canaletes, por iniciativa municipal. Se desconoce el momento exacto de su implantación, aunque Rafael d’Amat i de Cortada, barón de Maldà, en su diario Calaix de Sastre hizo una referencia correspondiente al 28 de julio de 1781, la más antigua conocida hasta ahora: “Se posaren de nou en la Rambla, per lo passeig de nits d’estiu, cadires ordinàries de palla, sense pintar, fins a prop de tres-centes, sota dels arbres, a l’un i l’altre costat de la Rambla, afilerades en renglera, per seure la gent, pagant una moneda de quarto. I en la primera nit fou de franc. En Madrid, diuen, s’estila lo de les cadires en lo passeig d’El Prado”.
La información nos sugiere que este servicio era temporal en función de la época del año, probablemente solo durante los meses de verano. Posiblemente, a medida que aumentó su popularidad, se prolongó la oferta hasta acaparar todo el año. Ello sucedió especialmente a partir del año 1854 con motivo del derribo de las murallas de Barcelona y la expansión y urbanización de la ciudad más allá del casco antiguo. Habitualmente los usuarios eran gente adinerada o de la burguesía catalana.


Las sillas de paja se mantuvieron hasta el año 1860, momento en que fueron cambiadas por unas de hierro proporcionadas por la prestigiosa Casa Gay. Su fundador, Josep Gay i Gurri fue quien pasó a responsabilizarse del alquiler de las sillas bajo concesión municipal. Los empleados eran funcionarios municipales del llamado “Servicio de sillas y sillones”. Posteriormente, el negocio fue heredado a Josep Gay i Sans, hijo del anterior. La empresa también alquilaba las sillas de otros emplazamientos públicos como las de la plaza de Catalunya y el Portal de la Pau. Se dedicaban, además, a suministros de hostelería y servicio de alquiler de sillas, mesas, escenarios y tarimas, así como a la organización y montaje de toda clase de eventos y fiestas mayores.
Los asientos primero fueron de hierro pintado de negro y después pintado de blanco. Se retiraban de noche y se volvían a poner de madrugada. Excepcionalmente se instalaban sillas de alquiler en otros puntos de la Rambla cuando había desfiles, rúas y cabalgatas, y se retiraban pasados los eventos. En estos casos el precio de alquiler era más caro, de cuatro cuartos o un real.
Además de ser testigos de los diferentes sucesos acaecidos en el centro de la ciudad, a menudo este mobiliario se convirtió en objeto de mira en manifestaciones obreras y revueltas sociales, pues en esas circunstancias era habitual usarlas para hacer barracones o lanzarlas contra las autoridades policiales.


En 1890, la instalación de la nueva fuente de Canaletes y en 1901 el quiosco modernista de bebidas de Puig i Cadafalch, no hicieron más que convertir el tramo superior de la Rambla en un atractivo punto de encuentro, contribuyendo a aumentar considerablemente el número de usuarios de las sillas de alquiler. Por aquél entonces el precio del alquiler para ocho horas era de 10 céntimos de peseta.
En octubre de 1928, debido a una epidemia de fiebre amarilla que amenazó la salud pública de Barcelona, el Ayuntamiento ordenó retirar temporalmente el servicio hasta nueva orden. Sin embargo, este breve incidente muy pronto se vio compensado con otro perfil de clientes muy rentables, aunque esporádicos, como fueron los turistas y visitantes atraídos con motivo de la Exposición Internacional de 1929.
Llegada la década de los años treinta, las sillas empezaron a popularizarse para todas las clases sociales, siendo las más humildes las que finalmente desplazarían a las pudientes, que prefirieron el descanso en otros espacios públicos de Barcelona más acordes a su rango social, como los parques y jardines o la cumbre del Tibidabo. Así, en la Rambla pasó a ser una estampa habitual ver a gente de todas clases sentada en aquellas sillas leyendo un periódico, comiéndose o un bocadillo, haciendo tertulias, ver pasar a la gente o simplemente no haciendo absolutamente nada.
Algunas fuentes aseguran que al estallar la Guerra Civil, el servicio de alquiler de sillas fue suspendido hasta el año 1939, en que se restableció si bien al principio no fue muy rentable debido a las penurias económicas de la ciudadanía. A partir de 1947, el negocio del alquiler pasó a manos de Lluis Ortega i Peres, nuevo propietario de la Casa Gay.


A mediados de los años cincuenta, una vez normalizada la demanda de usuarios, empezaron a ser también clientes habituales los turistas, que así aprovechaban para sentarse y consultar tranquilamente el plano de la ciudad. A ello les sorprendía que el asiento se tuviera que pagar.
A pesar de su popularidad, el Ayuntamiento ordenó suprimir a mediados de los años ochenta una hilera de sillas porque ocupaban demasiado espacio en el paseo. El precio era entonces de 30 pesetas, y ya en la década siguiente subió hasta las 50 pesetas, sin límite de tiempo.
Finalmente, el Ayuntamiento decidió no renovar la concesión a la Casa Gay argumentando que las sillas de alquiler molestaban el paseo y que no tenía sentido tener que pagar por sentarse en un espacio público. Precisamente muchos usuarios barceloneses las apreciaban, sin importarles el pago, porque servían para ver el paseo de toda clase de personas congregadas en la Rambla. Aunque el perfil del público mayoritario acostumbraba a ser gente jubilada, no faltaban jóvenes y niños. El 20 de agosto del año 2000 esta tradicional estampa barcelonesa desapareció para siempre dando paso a bancos públicos fijos individuales gratuitos, menos numerosos y carentes de aquél sabor de antaño.

lunes, 18 de marzo de 2013

Una Guerra Civil que nunca ha terminado


Marzo de 1938. El bando nacional avanzaba imparable y progresivamente por toda la península. Mi madre y mis abuelos residían en un piso del barrio de Can Tunis. El bando republicano estaba desunido y cada facción hacía la guerra por su cuenta: republicanos, anarquistas y comunistas no se entendían entre ellos y fueron incapaces de hacer un frente común sumando fuerzas contra un mismo enemigo. Llegaban barcos aliados al puerto de Barcelona, el capitán preguntaba quién mandaba allí para subministrar más armas pero nadie respondía. Ante ello, volvían a zarpar desconcertados. Contaba mi abuela que en el momento de oírse el motor de los aviones bombarderos S-81 y Savoia S-79 de la Aviazione Legionaria italiana la gente congregada por las calles gritaba “no passeu, no passeu”. Pero pasaron y bombardearon. La casa de Can Tunis se derrumbó ante mi abuelo mientras sujetaba en brazos a mi madre. El rastro de destrucción dejó más de 1300 muertos y 2000 heridos y alrededor de 126 edificios dañados. Mi madre tenía el vago recuerdo de ver algunos tranvías quemándose por las calles de la ciudad.


Se conmemoran los 75 años de los bombardeos de la aviación italiana de Mussolini sobre la ciudad de Barcelona. Desgracias de nuestra historia como ésta deberían de invitar a una reflexión con más sentido común, más seriedad y más profundidad, en vez de consentir las habituales declaraciones a las que ya estamos todos acostumbrados por parte de ciertos políticos, periodistas e intelectuales cuyo interés es provocar. La memoria histórica debería servir, entre otras cosas, para evitar caer nuevamente en los mismos errores del pasado, pues tropezar dos veces con la misma piedra es muy frecuente. Sucesos como la Guerra Civil española todavía no han sido superados y en los corazones de muchas personas aún duele. Y ello se debe básicamente porque dicho conflicto bélico no se produjo precisamente por razones económicas o para el control del petróleo sino por una cuestión de odio personal (étnico o cultural) hacia el semejante. Cualquier guerra civil va más allá de ser una mera batalla armada en un frente de combate, porque en tiempos de paz y prosperidad ese sentimiento de hostilidad y de venganza perdura contra el prójimo y no termina hasta que uno de los dos bandos no cae finalmente exterminado. La Guerra Civil española en realidad nunca acabó y todavía prosigue, incluso estalló mucho antes del 18 de julio de 1936. Basta repasar la historia de España de los últimos 150 años para comprobar la inestabilidad de sus gobiernos.


Recordar los tiempos más oscuros de nuestra historia resulta a menudo comprometedor, extremadamente sensible y delicado de abordar. Hay quienes creen que no deberían reabrirse viejas heridas, una afirmación a mi parecer completamente falsa porque en realidad esas heridas nunca se han cerrado. Ninguna guerra es necesaria ni mucho menos, justificable. Sus consecuencias impiden pasar por alto esa etapa de la historia. Solo quienes no sufrieron la guerra y la posguerra, la voz del ignorante que juzga sin conocer y aquellos que no padecieron las miserias y calamidades sino todo lo contrario se atreven a afirmar que esto debe superarse y olvidarse como si en realidad no hubiese pasado nada. Existe demasiado dolor para acatar un borrón y cuenta nueva como si fuera algo tan sencillo. Son muchas las generaciones que lo pasaron mal, tanto los antiguos combatientes como sus descendientes que sufrieron marginación y discriminación porque sus antepasados pertenecieron al bando perdedor. De ahí que tratar sobre el tema provoque odios, resentimientos y ofensas aunque sean involuntarias. Adoptar una postura neutral, imparcial y objetiva es prácticamente imposible e incluso resultaría irreal. Sin embargo, quedan pendientes diversos episodios de aquél periodo por investigar, la mayoría de comprometido y oscuro contenido que ayudarían a aclarar sucesos y a desmitificar ciertos personajes. El archivo Montserrat Tarradellas i Macià contiene un importante fondo documental sobre el tema que por voluntad de sus donantes, Josep Tarradellas y Antonia Macià, no serán consultables hasta el año 2016. Se rumorea que ayudará a entender el porqué de muchas decisiones y acciones llevadas a cabo y que podría cambiar el sentido de la historia. El tiempo lo confirmará.


Aunque el bando nacional fue quien se alzó contra la República y desencadenó el conflicto, en una guerra nunca existen buenos y malos como sucede en las películas cinematográficas. No hay belleza en las imágenes ni grandes historias de héroes contra villanos. Es evidente que ambos bandos fueron responsables de atrocidades porque existen pruebas y testigos de ello. Cataluña padeció el ataque de los nacionales y los bombardeos de los aviones italianos de Mussolini, pero igualmente sufrió la represión de los revolucionarios contra aquellos quienes no eran adeptos a la República. Así, por ejemplo, el personaje de Lluís Companys es muy controvertido, desde quienes lo ven como un héroe y un protomártir que dio su vida por el pueblo catalán hasta quienes lo consideran responsable de consentir la quema de iglesias, saqueos, robos, violaciones, asesinatos, denuncias, venganzas, la actuación impune de mercenarios, torturas y numerosos fusilamientos. Todo depende del punto de vista personal con que se quiera mirar pero asumir la realidad no es un ejercicio fácil sino a menudo muy doloroso, sobre todo aceptar las barbaridades ocasionadas por el bando con el cual se simpatiza. El mismo Tarradellas afirmó en un ejercicio de autocrítica que la guerra se perdió porque se hicieron las cosas mal, y que él entonces era demasiado joven como para acatar ciertas responsabilidades de tanta envergadura. Nadie se escapa de cometer errores en política, ni siquiera grandes estadistas de la historia como Churchill y De Gaulle.


75 años de aquél bombardeo sobre Barcelona no son suficientes para calmar el dolor de unas heridas que siguen abiertas, ni siquiera lo serán 100 años. Pero lo peor de todo es que ni la sociedad ni la clase política escarmiente y vuelvan a repetir los mismos errores que propiciaron una situación similar a la que nos llevó a la guerra, e incluso confíen que en la actualidad algo así no podría volver a suceder. Todavía nos queda mucho por aprender. Desde aquí un recuerdo y un homenaje a quienes perecieron bajo aquellos bombardeos, ahora y siempre.

martes, 12 de marzo de 2013

Los BEATLES en Barcelona



A mediados de la década de los años sesenta se forjaron los primeros síntomas de un cambio social y cultural no solo en España sino también mundial, una eclosión que se desencadenaría a lo largo de la década siguiente. Para la juventud de aquel momento que no disfrutaba de tantas libertades debido a las circunstancias políticas, la visita de los Beatles significó un importante estímulo para toda una serie de generaciones que posteriormente aportarían nuevas ideas en todos los ámbitos. En Barcelona, movimientos vecinales que reivindicaban mejoras, fenómenos sociales como la llamada Gauche Divine barcelonesa, nuevos espacios de ocio como el célebre Tuset Street y una mayor permisividad de las manifestaciones culturales en lengua catalana reflejaban un cambio de rumbo en la historia. No se trata de afirmar que los dos conciertos que hicieron los Beatles en Madrid y Barcelona fueran el desencadenante de este cambio, sino el espejo de una nueva situación y el icono de aquella transformación inevitable hacia nuevos tiempos.


Para los dos conciertos previstos en Madrid y Barcelona dentro de la gira llamada The Beatles 1965 European Tour, el 5 de febrero de 1965 el promotor Paco Bermúdez (representante también del cantante Raphael y responsable de visitas como la de la actriz Marlene Dietrich) firmó con News Enterprises y el representante de los músicos, Brian  Epstein, un contrato de siete millones y medio de pesetas, equivalente a 5000 libras de la época libres de impuestos por una doble actuación que duraría un máximo de 30 minutos. Este encuentro se produjo en Sevilla, e inicialmente Epstein recelaba argumentando que mientras en el Reino Unido se vendían 900000 copias de sus discos, en España tan sólo llegaban a las 3500, por lo que no iban a ser rentables. Sin embargo, gracias a la intervención del periodista musical José Luis Álvarez (fundador de la revista musical Fonorama) que le explicó que en España sólo había registrados 1500 tocadiscos pero 2000 personas habían comprado el disco sin poder escucharlo, Epstein quedó entonces convencido de las posibilidades.


Paralelamente, el régimen franquista intentó boicotear la visita de los Beatles hasta el último momento. Paco Bermúdez lo tenía todo preparado, pero el permiso del ministro de Gobernación no llegaba. Se concedió con sólo siete días de antelación y tanto las entradas como los carteles estuvieron embargados hasta entonces. Finalmente, las autoridades cedieron por pura conveniencia para evitar un conflicto diplomático con la Gran Bretaña porque recientemente la reina Isabel II había propuesto al Cuarteto de Liverpool como Caballeros de la Orden del Imperio Británico, condecoración que recibieron el 26 de octubre siguiente.


Después de su concierto en la plaza de toros de La Ventas de Madrid, el 3 de junio de 1965 aterrizaron en Barcelona. De hecho, el único miembro de los Beatles que ya conocía la capital catalana era John Lennon, aprovechando un periodo vacacional con sus compañeros de grupo en Santa Cruz de Tenerife para acercarse a conocerla por invitación de Brian Epstein. Ello sucedió entre el 28 de abril y el 7 de mayo de 1963. Dentro de la rumorología, se cuenta que ambos simularon una corrida de toros en una calle alrededor de la catedral de Barcelona y tuvieron una aventura gay a la que John accedió pese a su heterosexualidad afirmando que estaba dispuesto “a probar de todo, al menos una vez en la vida”.


A las cuatro y media de la tarde el avión hizo su aterrizaje en el aeropuerto de El Prat de Llobregat. El aparato se había detenido en una pista alejada a la que sólo tuvieron acceso periodistas y fotógrafos. La bajada del avión fue folclóricamente memorable, pues la cantante Franciska les había regalado unas muñecas típicas y unas monteras de torero con las que posaron ante las cámaras fotográficas. Igualmente, la presidenta del Club de Fans en España Elisa Estrada les obsequió con unos llaveritos. Para inmortalizar el momento, escenificaron varias veces el descenso del avión. Los admiradores allí congregados, aunque alejados por razones de seguridad y controlados por la policía, dedicaron fuertes aplausos. El primer periodista radiofónico en acercarse a ellos fue Joan Armengol, siendo George Harrison quien se ofreció a responderle, aunque fue bastante escueto y enseguida se dirigió hacia el coche que les esperaba. Un momento antes de subir al vehículo, el mismo George respondió a dicho periodista en un castellano bastante aceptable “hace bastante calor, siempre es mejor que el frío”.


Una limusina situada en la pista de aterrizaje se encargó de trasladar al grupo del aeropuerto directamente hasta el hotel Avenida Palace, hospedándose en la habitación 111. En la puerta les esperaba Joan Gaspart, hijo del empresario de la cadena hotelera HUSA. El botones, Joan Tejedor, acompañó al Cuarteto de Liverpool a sus habitaciones. Estaban fatigados y hablaron muy poco. Las informaciones y testimonios de la época hablan de que se ubicaron a los Beatles por parejas en las habitaciones 109 y 110, las cuales se comunicaban con la 111, que hacía a veces de salón. Una vez aposentados, recibieron la inesperada visita de Joana Biarnés, periodista fotográfica del diario Pueblo, que una horas antes los había retratado sentados en las butacas de la cola del avión. Abrió la puerta Ringo Star, que le preguntó con tono bastante simpático “¿You again?” (¿Otra vez tú?). Y ella con su inglés les pidió que la dejaran terminar su reportaje a cambio no molestarlos porque había empezado una historia y retratar cómo pasaban las horas antes del concierto. Afortunadamente los cuatro accedieron favorablemente a ello.


A las siete de la tarde, después de un pequeño descanso, ofrecieron una rueda de prensa ante una veintena de periodistas, con la ayuda de un intérprete contratado por el mismo Paco Bermúdez.
Los Beatles tuvieron que salir por las dos pequeñas puertas de la cocina del hotel que daban a la rambla de Cataluña para esquivar la multitud de fans que se agolparon ante las puertas de la Gran Vía. Se cuenta que los pantalones de John Lennon acabaron tan arrugados que el mismísimo Joan Gaspart tuvo que cambiárselos por los suyos antes de empezar el concierto.


En su actuación en la plaza de toros Monumental, que empezó a las 22:45h de la noche asistieron 18000 personas. En aquel concierto también acudieron como público personajes famosos como el actor Luis Cuenca, el torero Antonio Borrero “Chamaco” y la esposa de Pere Balañá. El sistema de sonido no fue muy bueno aunque lo compensó el calor del público.
A diferencia de Madrid, se vendieron todas las entradas (de 75 pesetas la más barata y 400 pesetas la más cara) y todo el mundo pudo entrar. El espectáculo, presentado por el showman televisivo Rocco “Walter” Torrebruno, contó con una primera parte en la que actuaron Beat Chics, Freddie Davis, Shakers, Sírex, MicheThe Modern 4, Trinidad Steel Band y la orquesta Florida.


Ya en la segunda parte tras diez minutos de descanso hicieron su entrada los Beatles por la puerta de Toriles. Eran las 23:45h de la noche. El repertorio musical duró 40 minutos, ofreciendo un total de 12 canciones:

1. "Twist and Shout" (John Lennon)
2. "She's a Woman" (Paul McCartney)
3. "I'm A Loser" (John Lennon)
4. "Can't Buy Me Love" (Paul McCartney)
5. "Baby's in Black" (John Lennon y Paul McCartney)
6. "I Wanna Be Your Man" (Ringo Starr)
7. "A Hard Day's Night" (John Lennon y Paul McCartney)
8. "Everybody's Trying to Be My Baby" (George Harrison)
9. "Rock and Roll Music" (John Lennon)
10. "I Feel Fine" (John Lennon)
11. "Ticket to Ride" (John Lennon y Paul McCartney)
12. "Long Tall Sally" (Paul McCartney)


En el diario La Vanguardia del 4 de julio de 1965 la crónica del concierto fue relatada así: “Ante un público tan numeroso (abrumadoramente numeroso) como heterogéneo se efectuó anoche en la Monumental la anunciada representación de los «Beatles» que constituyó un clamoroso éxito. El entusiasmo del público y, por lo tanto, su reconocimiento de las innegables cualidades artísticas que adornan al famoso cuarteto, fue no sólo ruidoso, sino que en algunos casos alcanzó expresiones delirantes. Los cuatro melenudos ídolos nos ofrecieron lo más caracterizado de su repertorio con esta mezcla de habilidad y audacia que distinguen su nada desdeñable espectáculo. Lástima que los aullidos de sus «fans» hicieron perder a la representación muchos matices. Como quiera que los intérpretes fueron globalmente estimados por sus especialísimas características musicales no cabe duda de que la mayor parte de los espectadores pasaron un rato excelente, sólo enturbiado por el temor constante de que se produjera un ataque de histerismo colectivo en alguno de los numerosos grupos que demostraron, durante toda la función, una tensión nerviosa alarmante. Afortunadamente nada grave ocurrió y a las amenas características de la velada hay que añadir la nota pintoresca de los entusiastas en las más variadas y singulares reacciones”.


Y en un artículo del 6 de julio del mismo periódico se decía que “El sábado les vimos actuar en persona ante el público de Barcelona y nos confirmaron de manera diáfana nuestras apreciaciones. Su repertorio es muy bueno y lo ejecutan muy bien; tienen un ritmo endiablado y saben elevar rápidamente el grado térmico de la atmósfera en el auditorio y mantenerlo en ebullición sea al aire libre y en un espacio abierto y despejado como la Plaza Monumental”.


Terminado el concierto y de regreso al hotel, los Beatles coincidieron casualmente con la cantante Beryl Bryden. El escándalo que montaron en las habitaciones fue tal que incluso algunos clientes se quejaron, pues escuchaban música a todo volumen e incluso sacaron la cabeza por una de las ventanas que daban en la Gran Vía para saludar a sus fans allá congregados. La dirección del hotel avisó a Bermúdez y éste a Epstein, el cual pese a tardar bastante en salir de su habitación, lo hizo y avisó a John, Paul, Ringo y George que la fiesta se había acabado. A modo de curiosidad, para proceder a ello previamente se afeitó y se quitó el pijama para vestirse de traje para imponer mayor respeto. Finalmente, el domingo por la mañana el Cuarteto de Liverpool tomó el avión con destino a Londres y se esfumaron para siempre.


Buena parte de la prensa española, en un tono más allá de los límites de la estupidez y la ignorancia, tachó de fracaso ambos conciertos. Igualmente, los directivos del NO-DO prohibieron a Pedro Costa y a Francesc Betriu montar el documental. Con las imágenes rodadas, se procedió a hacer un montaje de dos minutos que se exhibió junto a otros reportajes en el noticiario cinematográfico (el 1175B) y exhibido en las grandes pantallas el 12 de julio siguiente. Jamás hubo tal fracaso, solo para un régimen que llegaba a su fin porque el desencadenamiento hacia los nuevos cambios sociales, culturales y políticos que se avecinaban en España en los próximos años había empezado y era imparable.


Fotos: Arxiu Fotogràfic de Barcelona, beatleshelp.net, EFE, Hotel Avenida Palace, Pérez de Rozas.

viernes, 8 de marzo de 2013

Adiós al Comandante



Finalmente falleció el presidente de Venezuela Hugo Chávez tras una larga lucha contra el cáncer. Algunos incluso aseguraron que en realidad ya llevaba muerto algunas semanas pero que por cuestiones de estado se prefirió ocultarlo hasta esperar el momento oportuno. Quién sabe, puesto que por ejemplo un gran amigo suyo de confianza como el presidente de Bolívia Evo Morales no le permitieron verlo en el hospital cuando “oficialmente” todavía vivía, algo que reforzaría dicha hipótesis.
Hugo Chávez ha muerto, pero parece que su obra va a continuar viva durante un largo tiempo a través de sus sucesores, pues su carisma para atraer y convencer a las grandes masas ha sido capaz de imprimir una huella muy fuerte en buena parte de la sociedad venezolana. No se trata de un modelo ni de una mentalidad comparable al caso español, puesto que allí el Comandante fue considerado mucho más que un líder político: un líder espiritual, un héroe, un profeta y alguien superior que se encontraba por encima de los demás enseñando el camino a seguir. En las sociedades occidentales y más concretamente en las europeas resultan extrañas las reacciones y el talante de la sociedad venezolana con respecto a su líder, pero ello debería ser respetado y considerado como algo normal. Y es que deberíamos a acostumbrarnos a entender que nadie es igual y que las sociedades del mundo, a pesar de compartir rasgos universales con todo el género humano por pertenecer a la misma especie, son diferentes de fondo o de espíritu, lo que no significa malas o peores.


Hugo Chávez se encontrará en el corazón de millones de personas y ocupará un puesto importante en los libros de texto de historia de Venezuela. Juzgar a ciegas resulta muy fácil, sobre todo si se desconoce la realidad del país y el talante de sus gentes. Los medios de comunicación, los grandes manipuladores del mundo, nos hacen llegar aquello que interesa que creamos porque eso es rentable para quienes nos gobiernan. Así, pues, es demasiado superficial decir simplemente si fue buen o mal político, pues responder a la pregunta no resulta nada fácil. A título personal, creo que entre sus logros merecería destacar la erradicación del analfabetismo, el fomento de la educación y la cultura, el acceso para todos de la sanidad y la construcción de nuevos centros sanitarios, las diversas acciones llevadas a cabo en política social, la reducción de la pobreza con un consecuente aumento de la esperanza de vida y el crecimiento de la economía, especialmente agricultura e industria y la estimulación de nuevas cooperativas. Sin embargo, entre sus puntos flacos destacaría su excesivo fervor nacionalista o patriótico (aunque como contrapartida ello ha hecho aumentar el autoestima de los venezolanos), su populismo un tanto al borde del fanatismo (especialmente por su teatralidad) y sus amistades con dirigentes de muy dudoso talante democrático como Vladimir Putin y Mahmud Ahmadineyad.


El “chavismo” sociológico ha pasado a ser un fenómeno cuya proyección ha ido más allá de Venezuela, pues ha sido influyente en el resto del continente latinoamericano. Y ello no es por casualidad. Durante años muchos países de Latinoamérica han padecido crueles y sangrientas dictaduras militares, siempre bajo el consentimiento de su vecino del norte, los Estados Unidos, a quien le ha convenido que los estados de habla española o portuguesa fueran los hermanos pobres. Afortunadamente nada perdura para siempre y ahora los países latinos han encontrado un proyecto y una motivación para su transformación. Hugo Chávez nunca simpatizó con los Estados Unidos y no le faltaron motivos. Nunca he sido partidario de considerar enemigos a quienes no simpatizan con el pueblo estadounidense, puesto que el paso del tiempo ha demostrado que la primera potencia mundial cojea severamente en moral, valores y sensibilidad social. Ahora parece que en este sentido los latinoamericanos han pasado por delante a los Yanquis, y en tiempos de crisis del actual modelo de capitalismo, Latinoamérica parece haber sabido hallar un modelo económico alternativo que ha permitido un creciente desarrollo y una reducción de las deudas. Se puede alabar o criticar al chavismo, pero indudablemente el continente latinoamericano está viviendo su mejor momento en muchos años aunque ciertamente todavía les queda mucho por hacer. A diferencia, en Europa y concretamente en España continuamos padeciendo bajo el calvario de los recortes y el paro. Que cada uno saque sus propias conclusiones.


De Hugo Chávez, a mi parecer personaje peculiar, excéntrico y singular, me quedo con su política social por la igualdad de derechos y oportunidades, a la vez que reconozco sus profundas convicciones en sus ideales y su preocupación real por el bienestar de las personas, algo de lo que muchos políticos de mi país mal acostumbrados a los vicios de la metodología lerrouxista deberían aprender. En paz descanse Comandante.


martes, 5 de marzo de 2013

Ante la crisis, fomentemos el arte y la cultura en Barcelona



Durante muchos años, Barcelona ha sido un referente cultural tanto a nivel local y autonómico como a nivel nacional e internacional, cantera y cuna de artistas e intelectuales catalanes, del resto de España y extranjeros. Ello ha permitido otorgarle a la ciudad un carácter cosmopolita, abierto e integrador donde todas las manifestaciones artísticas y culturales desarrolladas pudieron convivir en paz y armonía entre ellas con independencia de los diferentes contextos políticos vividos y sufridos, porque habitualmente el avance social siempre se ha posicionado por encima del político.
Antaño, la Barcelona de Picasso, Casas y Rusiñol, y más recientemente, la Barcelona de los años setenta, fueron dos momentos dorados y punteros que dejaron una importante e imborrable huella artística, cultural e intelectual que jamás se ha vuelto a repetir, siendo dos ejemplos de la ciudad que una vez fue.


Sin embargo, en estos últimos años Barcelona está viviendo una pérdida progresiva de su personalidad. No es en absoluto cuestionable la necesidad de una profunda renovación de la ciudad para paliar los déficits que durante tantos años arrastró y por los que se produjeron numerosas luchas vecinales. El problema reside en el procedimiento llevado a cabo para esta modernización, que ha ignorado el valor de muchos locales y espacios urbanos emblemáticos con historia mediante su clausura o derribo. Ello ha traído consigo una fuerte especulación inmobiliaria y la desintegración de la memoria histórica.
La proliferación de comercios regentados por inmigrantes y de locales de copas o de restauración de diseño que tanto se critican son resultado de la inevitable evolución fruto de la transformación social y cultural debido a un fenómeno mundial, pero ello no debe ir en detrimento de aquellos locales emblemáticos con historia local que a la vez forman parte de la historia emocional de la ciudad, pues son también el escenario de parte de la cultura que nace o se proyecta en Barcelona.


Ciudades europeas como por ejemplo París, Londres, Roma, Bruselas, Ámsterdam, Viena y Praga, entre otras, pese a sufrir el fenómeno de la globalización, siguen siendo igualmente una referencia ejemplar en cuanto a la conservación de establecimientos con historia y la rehabilitación de núcleos históricos se refiere. Anualmente dichas urbes reciben numerosos artistas emergentes y bohemios en busca de una oportunidad para expresar sus manifestaciones artísticas, abrir galerías de arte y reunirse en locales de referencia. Actualmente, la inversión en cultura, en arte y en cualquier tipo de producción creativa supone una respuesta ante la crisis económica, social y financiera. Las llamadas “ciudades creativas” tienen mayores oportunidades de desarrollo y de atracción.


La aplicación de una política basada en lo políticamente correcto y en la instauración de determinados valores partidistas ha supuesto un empobrecimiento cultural por la supresión de aquella parte de la cultura considerada ingrata o foránea que, sin embargo, tenía una importante demanda y aceptación de público. Para evitar esa desaceleración es necesario que las instituciones públicas favorezcan la proliferación de nuevas manifestaciones culturales y creativas que evitarían la fuga de talentos al extranjero, y la conservación de aquellos locales que han marcado y todavía marcan parte de la memoria de la ciudad, así como de los establecimientos que otorgan vida y personalidad de barrio. Es imprescindible que Barcelona, que se proyecta como ciudad abierta e innovadora, facilite todos los medios posibles para propiciar la atracción y desarrollo de artistas e intelectuales, abriendo así una nueva etapa histórica similar a las vividas antaño en la capital catalana durante el primer tercio del siglo XX y en los años setenta.


La apertura de nuevos locales de ocio que combinen consumo y cultura así como la conservación y reciclaje de locales históricos supondría la disponibilidad de espacios para artistas emergentes y para quienes quieren disfrutar de una oferta cultural que se salga de los circuitos comerciales o de los festivales subvencionados u organizados por los gobiernos municipales o autonómicos. Estos espacios creativos, de iniciativa ciudadana, no deberían de estar reñidos con los subvencionados por las administraciones. En caso contrario, cuando los poderes municipales y autonómicos pretenden regularlo y abarcarlo todo limitan o impiden el desarrollo de nuevas expresiones culturales independientes como si éstas fuesen hostiles o perjudiciales. Se crea así una competencia injusta, pues la cultura no debería de competir con ella misma para ver quien vence y monopoliza un modelo determinado, sino que debe luchar contra la incultura, la desintegración social y la pérdida de personalidad de los espacios urbanos.


En definitiva, es necesario que las administraciones actúen mediante el desarrollo de tres directrices, todas ellas factibles y realizables incluso a pesar de la escasez de recursos económicos. En primer lugar, debe revisarse el catálogo de patrimonio artístico histórico-arquitectónico para posibilitar una mayor protección integral de los cascos antiguos evitando al máximo posible la injerencia de cualquier especulación inmobiliaria. En segundo lugar, deben conservarse por todos los medios los locales históricos por su valor y representatividad, incluso reciclar y reconceptualizar aquellos que no resulten rentables para otorgarles una nueva vida. Actualmente, espacios como el Bar Marsella (de 1820, el más antiguo de Barcelona) deben de rehabilitarse y mantenerse incluso acordar un pacto entre Ayuntamiento y propietarios de inmuebles, y otros ya clausurados como la sala de baile La Paloma es necesaria su reapertura, cumpliendo las normativas cívicas y de seguridad pertinentes. Y en tercer lugar, incentivar la habilitación de espacios urbanos y la apertura de nuevos locales como estímulo para la atracción de nuevos artistas emergentes que necesiten de una oportunidad para desarrollar sus vocaciones. Aulas de cultura, galerías de arte, cafés-librería, museos y bares de copas con conciertos de músicos contribuirán al fomento del arte y la cultura, a reactivar parte de la economía y a dotar a los barrios de una nueva vida y personalidad.