lunes, 18 de marzo de 2013

Una Guerra Civil que nunca ha terminado


Marzo de 1938. El bando nacional avanzaba imparable y progresivamente por toda la península. Mi madre y mis abuelos residían en un piso del barrio de Can Tunis. El bando republicano estaba desunido y cada facción hacía la guerra por su cuenta: republicanos, anarquistas y comunistas no se entendían entre ellos y fueron incapaces de hacer un frente común sumando fuerzas contra un mismo enemigo. Llegaban barcos aliados al puerto de Barcelona, el capitán preguntaba quién mandaba allí para subministrar más armas pero nadie respondía. Ante ello, volvían a zarpar desconcertados. Contaba mi abuela que en el momento de oírse el motor de los aviones bombarderos S-81 y Savoia S-79 de la Aviazione Legionaria italiana la gente congregada por las calles gritaba “no passeu, no passeu”. Pero pasaron y bombardearon. La casa de Can Tunis se derrumbó ante mi abuelo mientras sujetaba en brazos a mi madre. El rastro de destrucción dejó más de 1300 muertos y 2000 heridos y alrededor de 126 edificios dañados. Mi madre tenía el vago recuerdo de ver algunos tranvías quemándose por las calles de la ciudad.


Se conmemoran los 75 años de los bombardeos de la aviación italiana de Mussolini sobre la ciudad de Barcelona. Desgracias de nuestra historia como ésta deberían de invitar a una reflexión con más sentido común, más seriedad y más profundidad, en vez de consentir las habituales declaraciones a las que ya estamos todos acostumbrados por parte de ciertos políticos, periodistas e intelectuales cuyo interés es provocar. La memoria histórica debería servir, entre otras cosas, para evitar caer nuevamente en los mismos errores del pasado, pues tropezar dos veces con la misma piedra es muy frecuente. Sucesos como la Guerra Civil española todavía no han sido superados y en los corazones de muchas personas aún duele. Y ello se debe básicamente porque dicho conflicto bélico no se produjo precisamente por razones económicas o para el control del petróleo sino por una cuestión de odio personal (étnico o cultural) hacia el semejante. Cualquier guerra civil va más allá de ser una mera batalla armada en un frente de combate, porque en tiempos de paz y prosperidad ese sentimiento de hostilidad y de venganza perdura contra el prójimo y no termina hasta que uno de los dos bandos no cae finalmente exterminado. La Guerra Civil española en realidad nunca acabó y todavía prosigue, incluso estalló mucho antes del 18 de julio de 1936. Basta repasar la historia de España de los últimos 150 años para comprobar la inestabilidad de sus gobiernos.


Recordar los tiempos más oscuros de nuestra historia resulta a menudo comprometedor, extremadamente sensible y delicado de abordar. Hay quienes creen que no deberían reabrirse viejas heridas, una afirmación a mi parecer completamente falsa porque en realidad esas heridas nunca se han cerrado. Ninguna guerra es necesaria ni mucho menos, justificable. Sus consecuencias impiden pasar por alto esa etapa de la historia. Solo quienes no sufrieron la guerra y la posguerra, la voz del ignorante que juzga sin conocer y aquellos que no padecieron las miserias y calamidades sino todo lo contrario se atreven a afirmar que esto debe superarse y olvidarse como si en realidad no hubiese pasado nada. Existe demasiado dolor para acatar un borrón y cuenta nueva como si fuera algo tan sencillo. Son muchas las generaciones que lo pasaron mal, tanto los antiguos combatientes como sus descendientes que sufrieron marginación y discriminación porque sus antepasados pertenecieron al bando perdedor. De ahí que tratar sobre el tema provoque odios, resentimientos y ofensas aunque sean involuntarias. Adoptar una postura neutral, imparcial y objetiva es prácticamente imposible e incluso resultaría irreal. Sin embargo, quedan pendientes diversos episodios de aquél periodo por investigar, la mayoría de comprometido y oscuro contenido que ayudarían a aclarar sucesos y a desmitificar ciertos personajes. El archivo Montserrat Tarradellas i Macià contiene un importante fondo documental sobre el tema que por voluntad de sus donantes, Josep Tarradellas y Antonia Macià, no serán consultables hasta el año 2016. Se rumorea que ayudará a entender el porqué de muchas decisiones y acciones llevadas a cabo y que podría cambiar el sentido de la historia. El tiempo lo confirmará.


Aunque el bando nacional fue quien se alzó contra la República y desencadenó el conflicto, en una guerra nunca existen buenos y malos como sucede en las películas cinematográficas. No hay belleza en las imágenes ni grandes historias de héroes contra villanos. Es evidente que ambos bandos fueron responsables de atrocidades porque existen pruebas y testigos de ello. Cataluña padeció el ataque de los nacionales y los bombardeos de los aviones italianos de Mussolini, pero igualmente sufrió la represión de los revolucionarios contra aquellos quienes no eran adeptos a la República. Así, por ejemplo, el personaje de Lluís Companys es muy controvertido, desde quienes lo ven como un héroe y un protomártir que dio su vida por el pueblo catalán hasta quienes lo consideran responsable de consentir la quema de iglesias, saqueos, robos, violaciones, asesinatos, denuncias, venganzas, la actuación impune de mercenarios, torturas y numerosos fusilamientos. Todo depende del punto de vista personal con que se quiera mirar pero asumir la realidad no es un ejercicio fácil sino a menudo muy doloroso, sobre todo aceptar las barbaridades ocasionadas por el bando con el cual se simpatiza. El mismo Tarradellas afirmó en un ejercicio de autocrítica que la guerra se perdió porque se hicieron las cosas mal, y que él entonces era demasiado joven como para acatar ciertas responsabilidades de tanta envergadura. Nadie se escapa de cometer errores en política, ni siquiera grandes estadistas de la historia como Churchill y De Gaulle.


75 años de aquél bombardeo sobre Barcelona no son suficientes para calmar el dolor de unas heridas que siguen abiertas, ni siquiera lo serán 100 años. Pero lo peor de todo es que ni la sociedad ni la clase política escarmiente y vuelvan a repetir los mismos errores que propiciaron una situación similar a la que nos llevó a la guerra, e incluso confíen que en la actualidad algo así no podría volver a suceder. Todavía nos queda mucho por aprender. Desde aquí un recuerdo y un homenaje a quienes perecieron bajo aquellos bombardeos, ahora y siempre.

2 comentarios:

richy dijo...

Hola Ricard. Genial articulo, como siempre. Te quiero hacer una reflexion.No es normal que hoy en dia todavia se hable de los buenos y los malos. En mi opinion tan malos y crueles eran unos como otros. Politicamente hoy en dia, no se puede disimular o camuflar los problemas politicos y sociales existentes en el estado español escudando estos en un problema de vencedres y vencidos. Para mi tan crueles y repugantes eran un bando como otro. Era la guerra de la incultura, del borreguismo, de las envidias y un largo etc de calificativos que podriamos extendernos bastantes lineas
Personalmenfe creo que es mejor dejar a los muertos descansar alli donde esten y no remover mas mierda.
Los inutiles de politicos qe tenemos aqui, que se preocupen de solucionar los problemas del año 2013, no los de 1936
Un saludo Ricard

Anónimo dijo...

Excel·lent, Ricard! Certament, ens queda molt per aprendre perquè hi ha moltes ferides obertes que durant la Transició no vam saber curar.