lunes, 26 de enero de 2015

Exposición TRENS I ESTACIONS, reivindicando el ferrocarril y un museo del transporte


En el recuerdo de muchos aficionados a los transportes públicos quedó la exposición que en 1981 se celebró en Barcelona bajo el nombre de "Trens i estacions". El ferrocarril era entonces una asignatura pendiente de mejora y reconversión. La red ferroviaria catalana sufría desde hacía años un proceso considerable de degradación reflejado en una escasa oferta comercial, el envejecimiento tanto del material móvil como de las instalaciones, la clausura de la mayoría de líneas de vía estrecha y un descenso del número de pasajeros. Sin embargo, el modelo de movilidad basado en el vehículo privado, causante de estos males, también era insostenible, motivo por el cual era necesario apostar nuevamente por el transporte público ferroviario. Por un lado, era necesario la aplicación de políticas dirigidas a modernizar la infraestructura existente para hacerla eficiente y competitiva. Por otro, se quería apostar por fomentar una cultura del tren mediante la reivindicación histórica del ferrocarril en Cataluña, su importancia y su aportación. Y en ese sentido, la Generalitat de Catalunya, a través del Departament de Política Territorial i Obres Públiques, y en colaboración con el Ajuntament de Barcelona, acordaron la preparación de una exposición temporal con carácter didáctico y lúdico cuyos objetivos eran, principalmente, reivindicar el patrimonio industrial y arquitectónico ferroviario catalán, destacar la aportación tecnológica e industrial al ferrocarril, constituir una posible base para un futuro museo del transporte, acercar el mundo del ferrocarril al público en general, y remarcar el papel del ferrocarril en la configuración territorial catalana.


Además de las citadas administraciones, participaron en el proyecto Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya, RENFE, S.P.M. Ferrocarril Metropolità de Barcelona, S.P.M. Transports de Barcelona, Ferrocarrils de Muntanya a Grans Pendents, Associació d'Amics del Ferrocarril de Barcelona, Construccions Miarnau, SYRE, La Maquinista Terrestre y Marítima, MACOSA, Hispano Sony y COBRA.
Otro participante fue el Centre Georges Pompidou de Paris, que se ofreció a la iniciativa aportando su exposición ferroviaria itinerante llamada "Les temps des gares" celebrada por primera vez en la capital francesa del 14 de diciembre de 1978 al 8 de abril de 1979. Dicha muestra tuvo la colaboración del Palais des Beaux-Arts de Bruselas, el National Railway Museum de York, y el Museo Nazionale della Scienza e della Tecnologia "Leonardo da Vinci" de Milán. Posteriormente se celebró en las ciudades de Burdeos, Lyon Milán, Bruselas, Lausanne y Londres, para terminar finalmente en Barcelona. El contenido reunía una colección de arte contemporáneo relativo al mundo del ferrocarril y numerosos documentos históricos sobre las estaciones y su desarrollo desde el año 1830 hasta la actualidad del momento. El proyecto fue concebido por la artista parisina Dorothée Selz.


La exposición estuvo promovida por Albert Vilalta (secretario general técnico del Departament de Política Territorial i Obres Públiques) y Joaquim Tosas (director general de Ports i Transports), con el apoyo de Xavier Fort i Bufill (Departament de Cultura i Mitjans de Comunicació), Enric Roig (director de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya), Josep Maria Fortuny (director de la 5ª Zona de RENFE), Josep Maria Sasplugas (presidente de l'Associació d'Amics del Ferrocarril de Barcelona), Guillem Yenes (director de la S.P.M. Transports de Barcelona), Guillem Virgili (subdirector de la S.P.M. Ferrocarril Metropolità de Barcelona), Joaquim Gili (representante de l'Associació d'Amics del Ferrocarril de Barcelona), Jordi Miarnau (empresario de obras ferroviarias), Jaume Bover (representante del Institut Francès de Barcelona), Ramon Montagut (director de Ferrocarrils de Muntanya a Grans Pendents) y Marià Palacin (delegado de información y relaciones públicas de RENFE). En relación al montaje de la exposición, las arquitectas Silvia Farriol y Anna Soler se encargaron del concepto, el proyecto y la dirección, mientras que Miquel Llevat se ocupó de la coordinación de los vehículos expuestos.


El material a exhibir, además del procedente de la exposición "Le temps des gares", incluiría  una colección de material antiguo tanto de Barcelona como del resto de Cataluña y de España relativo a parque móvil, fotografías, carteles, publicidad, billetes, planos y proyectos. Dadas las dimensiones requeridas para ello, se eligieron dos ámbitos: el antiguo mercado del Born y parte de la estación de Francia.
La inauguración tuvo lugar el sábado 31 de enero de 1981 con la presencia de representantes y autoridades de las instituciones, empresas y entidades participantes en el proyecto, incluido el presidente del Centre Georges Pompidou, Jacques Mullender, así como del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol y del alcalde de Barcelona, Narcís Serra. Ambos coincidieron en la necesidad de que la ciudad dispusiera de un museo del transporte, cuya sede se preveía para aquél entonces en la estación del Norte, clausurada desde 1972.


El antiguo mercado del Born se había rehabilitado parcialmente para acoger la exposición. De los dos recintos éste era el más importante, pues allí se organizó un concurso infantil sobre el tren por parte de RENFE, se habilitó un espacio dedicado a proyectar películas sobre temas ferroviarios, y el Centre d'Estudis del Modelisme de Vapor instaló un pequeño circuito en el cual circulaba un tren de vapor construido a escala en el cual se podía viajar. Además, S.P.M. Transports de Barcelona estableció un servicio especial de autobús entre la plaza de Cataluña y el mercado del Born que circulaba los domingos que duró el certamen, cubierto con un vehículo histórico restaurado para la ocasión: el imperial número 410, un Aclo Regent Mark III.


En cuanto a material móvil se refiere, el interior de la nave acogió algunos vehículos de la antigua Tranvías de Barcelona, concretamente el coche número 870 del año 1924, la jardinera número 129 del año 1906 y reformada en 1951, y un "Manolete" número 1250 del año 1943. La S.P.M. Ferrocarril Metropolità de Barcelona cedió el coche motor número 131 del año 1926 repintado con sus colores originales, y el coche remolque R-357 del año 1962. RENFE exhibió el coche de viajeros número 1606 del año 1931 y que había pertenecido a la antigua compañía Caminos de Hierro del Norte de España. Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya, por su parte, expuso el coche salón A-1 del cremallera de Montserrat del año 1892; el coche salón A-51 del cremallera de Núria del año 1930; el coche motor número 301 del año 1921 de los antiguos Ferrocarriles de Cataluña; la locomotora Berga número 41 del año 1902 perteneciente a los antiguos Ferrocarriles Catalanes; y un tren mixto del año 1925 compuesto por un coche de pasajeros C116 de 3ª clase, un furgón y un vagón abierto, también de los antiguos Ferrocarriles Catalanes.


La Estación de Francia, que habilitó algunas de sus vías y andenes para la acoger la certamen, acogió básicamente material ferroviario propiedad de RENFE, concretamente la locomotora 120-2112 (ex-MZA número 168) procedente de la antigua compañía del ferrocarril de Barcelona a Martorell; la locomotora 030-0233 Caldes; la locomotora 030-2013 (ex-MZA número 246) construida en 1857 en Leeds; la locomotora 141-F Mikado de 1953; el "Tren del Centenario" cuya composición estaba formada por la locomotora y tres coches de pasajeros, siendo una reproducción del año 1929; el coche-cama modelo T2 de RENFE; la locomotora eléctrica número 7001 de la Compañía del Norte, del año 1928; la locomotora eléctrica número 1003 construida por CAF para la línea Ripoll-Puigcerdà; y la locomotora eléctrica serie 269 de RENFE de la primera serie del año 1973.
La exposición, que permaneció abierta desde las 10:00h. hasta las 21:00h. tuvo un notable éxito de público, formándose largas colas de visitantes, pues a los diez días de su inauguración la habían visto 60.000 personas, y el 19 de febrero supero las 100.000 entradas vendidas.


El 1 de marzo la exposición terminó con un viaje especial de Barcelona a Mataró con un tren histórico formado por una locomotora a vapor y siete coches, cuyos pasajeros pudieron participar gracias a un sorteo celebrado los días 16 y 19 de febrero. En este viaje asistieron además los responsables de la organización del certamen y representantes de las principales autoridades. Al llegar a la capital del Maresme, la comitiva se dirigió al Ajuntament de Mataró para presentar públicamente el anteproyecto de modificación del trazado ferroviario entre dicha ciudad y Calella.
Aunque la exposición "Trens i estacions" tuvo un cierto eco mediático y el público en general respondió favorablemente, tras treinta y cuatro años de haberse celebrado el evento, la materialización de un museo del transporte en Barcelona todavía es una asignatura pendiente y un deseo encomiable que se haga realidad lo más pronto posible para evitar la pérdida de un patrimonio que es de todos y parte importante de nuestra historia.

Fotos: Joan Antoni Solsona, Pere París.

martes, 20 de enero de 2015

Barcelona, la cuna del primer teléfono peninsular


Una característica histórica de la ciudad de Barcelona fue a menudo su capacidad de liderazgo en la aportación de innovaciones producidas tanto a nivel local como importadas de otros países. Y en ese sentido el teléfono no ha sido una excepción. El 9 de octubre de 1876 el científico, inventor y logopeda escocés Alexander Graham Bell había patentado un aparato que permitía comunicarse a distancia mediante un alambre tendido que por medio de señales eléctricas emitía señales acústicas. Sin embargo, desde el año 2002 se reconoce al ingeniero italiano Antonio Meucci como el inventor del teletrófono en 1860, después llamado teléfono.
Este nuevo invento que revolucionaría el mundo de las telecomunicaciones enseguida se extendió por numerosos países. En España la primera experiencia fue en la isla de Cuba, entonces colonia española, concretamente en la ciudad de La Habana. Sucedió el 8 de octubre de 1877, cuando se estableció una comunicación telefónica entre el cuartel de bomberos de la capital cubana y el domicilio particular del industrial y teniente-coronel Juan J. Muset, vicejefe de los bomberos y una persona sumamente interesada por las innovaciones tecnológicas.
Fue poco después en la península ibérica cuando se produjo la primera experiencia, es decir, la segunda de España, concretamente en Barcelona. Sin embargo, algunas fuentes atribuyen a la ciudad de Mataró como la pionera del teléfono peninsular, asegurando que en noviembre de 1877 unos empleados de la estación ferroviaria de dicho municipio realizaron unos experimentos con dos aparatos Edison instalando una línea de 723 metros de longitud con un cable de alambre de hierro de 2 milímetros de diámetro. Ello debería ser objeto de una investigación más exhaustiva para aclarar dudas.


Retrato de Tomàs Josep Dalmau i Garcia

La introducción del primer teléfono en Barcelona fue gracias a Tomàs Josep Dalmau i Garcia, óptico y comerciante barcelonés que destacó por la adquisición de la patente de la dinamo de Zenobe T. Gramme, la cual aprovechó para idear un sistema de alumbrado eléctrico ensayado en las fábricas Chocolates Juncosa y Batlló Hermanos, y posteriormente usado de manera definitiva para la factoría de La Maquinista Terrestre y Marítima. Era hijo de Francesc Dalmau i Faura, músico, óptico, constructor e importador de material científico que en 1872 fundó la sociedad Francisco Dalmau e Hijo.
En uno de sus viajes al extranjero se interesó por la patente de Bell, especialmente tras las primeras pruebas realizadas por Louis François Clément Bréguet en la Académie des Sciences de Paris el 29 de octubre de 1877. Para ello presentó el 21 de noviembre siguiente una instancia para conseguir "un procedimiento para reproducir y transmitir los sonidos y voces articuladas, con su tono, intensidad y calidad". Tras recibir la concesión del Estado para construirlos en serie en su fábrica Francisco Dalmau e Hijo, previas trabas administrativas, el "Diario de Barcelona" del 5 de diciembre de 1877 anunciaba públicamente la llegada del nuevo sistema de comunicación así como la intención de ensayar su funcionamiento: "El conocido fabricante de objetos científicos D. Francisco Dalmau e hijo ha recibido dos pares de teléfonos de Alejandro Graham Bell, destinados a la Escuela de Ingenieros industriales de esta capital. Es un instrumento sumamente sencillo, casi tan sencillo como el aparato acústico que hoy tan generalizado se halla en los talleres, escritorios, etc., con la sola diferencia de que, según ya dijimos, en vez de ser conductor de la voz un tubo, lo es un alambre que se electriza por la vibración de una delgadísima placa circular de acero adaptada al agujero o campana por donde se habla o recibe la voz. Es tan reducido su volumen que se lleva fácilmente en el bolsillo. Los experimentos del teléfono se harán entre dos establecimientos científico-literarios de esta capital".


Retrato de Narcís Xifra i Masmitjà, ayudante de Dalmau

El 16 de diciembre del citado año, se efectuaron las primeras pruebas telefónicas entre dos salas situadas en distintas plantas de la Escuela Industrial de Barcelona. Para ello colaboró el ingeniero e industrial gerundense Narcís Xifra i Masmitjà, que trabajaba en la sociedad Francisco Dalmau e Hijo desde el año 1874.
Tras finalizar las pruebas de esta primera experiencia, el telegrafista, ingeniero eléctrico y divulgador canario Antonino Suárez Saavedra expresó su insatisfacción declarando que "en una de esas pruebas tuve yo ocasión de funcionar y de convencerme de la mala calidad o poca sensibilidad de los teléfonos de la prueba, que llegaba a tal extremo de tener que esforzarse la voz al transmitir con tales ímpetus que, a pesar de mediar gruesas paredes y un gran patio intermedio, el que recibía escuchaba a la vez la voz del que hablaba, haciéndonos dudar de la verdad de todo cuanto se había escrito sobre el teléfono, y temer por la salud de los empleados que tuvieran que usar tal sistema en el servicio público". Sin embargo, el mismo personaje fue posteriormente testigo de los buenos resultados y las ventajas de la aplicación del sistema de telefonía, terminando por participar en la primera experiencia de larga distancia entre el castillo de Montjuïc y la Ciutadella.
Tras los primeros ensayos, la revista "El porvenir de la industria" del 21 de diciembre de 1877 escribía que "La Escuela de Ingenieros Industriales de esta ciudad (...) ha sido (...) la primera en poseer el teléfono, instrumento que tanto llama la atención en todo el mundo científico y que está destinado a causar una revolución en la telegrafía. (...) El pedido ha sido hecho por conducto de la casa Dalmau de esta ciudad (...) pertenece ahora el honor de haber construido los primeros teléfonos con el modelo recibido para esta Escuela, cuyos aparatos son enteramente iguales en su construcción y en sus resultados al modelo de Bell recibido del extranjero. Las pruebas hechas con los teléfonos de la Escuela han dado resultados iguales a los que se han consignado en las publicaciones nacionales y extranjeras obtenidos en varios puntos, constándonos que se está trabajando para hacer cuanto antes una prueba más en grande entre dos estaciones de las líneas telegráficas de que dispone Barcelona. Consignamos con gusto la iniciativa de la Escuela, para que conste que es la primera, como debe ser, en acoger y popularizar los inventos útiles y los descubrimientos recientes, y felicitamos sinceramente a su dignísimo director D. Ramón de Manjarrés".


Poste telefónico en Montcada i Reixac, de la línea Barcelona-Zaragoza

Otro ensayo se efectuó pocos días después, la noche del 26 del mismo mes, siendo la primera conferencia telefónica a larga distancia a través de cable telegráfico entre Barcelona y Girona. El ensayo se vio sometido a dificultades insalvables en una primera fase debido a la utilización de la línea telegráfica del ferrocarril y a la falta de aislamiento del ruido. Sin embargo, horas más tarde, pudieron mejorarse los resultados en la transmisión y en la recepción Y a punto de finalizar el año, el 30 de diciembre, el industrial Frederic Font de la Vall con la ayuda técnica de Antonino Suárez Saavedra estableció la primera línea urbana entre el castillo de Montjuïc y la Ciutadella a través de Capitania General.
A principios de 1878 Dalmau y Xifra establecieron comunicación telefónica entre Barcelona y Tarragona con aparatos del modelo alemán Heller importados por Frederic Font de la Vall. El 20 de febrero de 1878 se le concedió a Dalmau el aparato telefónico Graham-Bell como patente durante los próximos cinco años. Ello fue posible porque la legislación española, en casos de inventores extranjeros que quisieran patentar su invento en España, sólo podrían tener el privilegio de su introducción durante cinco años. En junio de 1878 acreditó que estaba en práctica tras haber realizado varias pruebas en un taller de instrumentos científicos situado en el número 18 de la calle de Sant Ramon, en el barrio del Raval, y haber comprobado que el sistema estaba ya instalado en diversos lugares.


Publicidad de la Compañía Peninsular de Teléfonos, fundada en Barcelona en 1894

Los buenos resultados obtenidos motivó la creación en Barcelona de dos compañías telefónicas: por un lado la Sociedad Española de Electricidad, y por otro Telefonía, Fuerza y Luz Eléctrica, Compañía General de Electricidad, ambas fundadas en 1881. Un año después, un Decreto de 16 de agosto de 1882 autorizó al Cuerpo de Telégrafos, perteneciente al Ministerio de Gobernación el establecimiento de una red telefónica en España. Aunque el servicio tenía naturaleza estatal, se otorgaban concesiones a particulares para construir y explotar las redes. Dos años después, un Real Decreto de 1884 estableció el monopolio del servicio telefónico a favor del Estado, y en 1886 se autorizó la explotación a los particulares, cuyos permisos implicaban la construcción previa de una línea antes de su explotación.
En 1890 se fundó en Barcelona la Sociedad General de Teléfonos y en 1894 la Compañía Peninsular de Teléfonos. La proliferación de compañías telefónicas era en definitiva un reflejo del liderazgo catalán en cuanto a red de líneas, número de aparatos y usuarios abonados, culminando el final del siglo XIX con la inauguración la línea telefónica interurbana que unía Barcelona con Zaragoza y Madrid el 20 de abril de 1895. Sin embargo, la falta de interconexión de líneas y las diferencias tarifarias ocasionaron una caótica situación que se solucionó con la creación de la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), constituida en Madrid el 19 de abril de 1924. En Barcelona la sede se ubicó en el edificio construido entre 1927 y 1928 entre la calle de Fontanella y la avenida del Portal de l'Àngel, actualmente existente.

Edificio de Telefónica en Barcelona recién construido

Fotos: Archivo Fundación Telefónica, Arxiu Reial Acadèmia de Ciències i Arts, Brangulí, 

sábado, 10 de enero de 2015

Recordando el Museo Militar del castillo de Montjuïc


Jamás he sido militarista o simpatizante de todo aquello que tenga relación alguna con lo bélico. Es más, si de mí dependiera no habrían guerras en el mundo ni existirían siquiera armas ni soldados. Sin embargo, mi visión pacifista y, de hecho, utópica, no está reñida con defender la existencia de un museo militar. Nada contradictorio, pues nos guste o no lo militar es una realidad ineludible porque ha escrito páginas muy importantes de nuestra historia que si ignoráramos no seríamos capaces de entender muchas cosas del presente o determinadas acciones del pasado. Alrededor de este mundo se han forjado personajes, sucesos, guerras, tradiciones, incluso arte y ciencia, además de una cultura, un patrimonio y un folclore que forma parte de la identidad territorial. La presidenta de l’Associació d'Amics del Castell de Montjuïc, Carmen Fusté Bigorra, afirmaba en defensa del mantenimiento del Museo Militar del castillo de Montjuïc que "no se puede concebir como algo que venera la guerra" porque además "siempre es testigo (...) muchas veces, de una historia que no queremos que se repita; precisamente por eso, siempre debe de existir uno. Un Museo Militar, bien concebido, presentado y gestionado, al mismo tiempo que representante de la cultura militar, historia y tradiciones de un pueblo, tiene que ser un centro de la paz. (...) Además, el Castillo (...) es idóneo para albergar un museo de estas características, ya que se puede considerar una pieza más de él".


Afirmaba, además, que su desaparición "significaría profundizar el conflicto y dividir aún mas a la sociedad. Algo que todos los que velamos por la convivencia pacífica y democrática, queremos evitar", y también la "pérdida, dispersión e incluso desaparición del fondo patrimonial (...) que en gran parte procede de generosas donaciones de barceloneses y del resto de Cataluña. Entregas que han sido hechas con gran ilusión, ahora constituyen un fondo de cultura al servicio de la historia y de todos los ciudadanos". Y concluye con la idea de que "Barcelona, Cataluña y España se merecen un museo de su propia historia tanto de épocas bélicas como de épocas de paz. En el siglo XXI tenemos que ser capaces de transmitir este legado tan valioso a nuestros hijos, nietos, etc.; con una coherencia exacta de lo que es la historia, nuestra historia, no la que nos hubiera gustado que fuese". No puedo estar más de acuerdo con esta persona y con sus acertadísimos e inteligentes argumentos.
A modo de curiosidad, merece la pena puntualizar que Barcelona dispuso de un primer museo militar entre los años 1887 y 1901, por iniciativa del coleccionista de armas Josep Estruch i Comella, hijo de un acaudalado empresario ferroviario y de la banca. Al lado de un edificio que mandó construir en plena plaza de Cataluña hizo habilitar al lado un pabellón donde se instaló el Museo Armería Estruch, que albergaba la colección privada más importante de España, con más de 2.000 piezas. Desgraciadamente, los problemas económicos del señor Estruch precipitaron la desaparición del museo, cuyo patrimonio fue adquirido por un particular francés llamado Georges Pauliahc. Actualmente la colección Estruch forma parte del Musée de l'Armée dels Invàlids de Paris, donde se puede visitar.

Interior del Museo Armería Estruch

Un segundo museo, abierto entre los años 1916 y 1940 fue el Museo de la Guerra en el parque de atracciones del Tibidabo, concretamente en los sótanos del gran mirador: "Interesantísima exposición de la guerra actual: la vida en las trincheras, planos de relieve de los teatros de operaciones, el gran obús de 420 milímetros, bloque que representa el oro que gasta Inglaterra cada día (sic), modelos y detalles de material de guerra, la Cruz Roja en las ruinas de la catedral de Soissons convertida en hospital provisional, etcétera", decía la publicidad de la época con motivo de su inauguración. Según Antoni Làzaro, antiguo trabajador del parque de atracciones, "el museo tenía una finalidad eminentemente didáctica, ya que si bien se reproducían diferentes elementos que se daban en la realidad bélica, como trincheras e incluso el famoso cañón alemán Gran Berta (hecho de cartón, con gran realismo y a escala real), también se reproducía un hospital, que ponía de manifiesto el sufrimiento que producía la guerra". En 1928 el museo incorporó un ejército formado por 15.000 miniaturas de plomo, realizadas por encargo de Artur Llovera. Durante la Guerra Civil parte de su material fue empleado en exposiciones por el Comisariat de Propaganda de la Generalitat.

Cuatro imágenes del Museo de la Guerra del Tibidabo

El origen del tercer Museo Militar se remonta a raíz de la cesión del castillo de Montjuïc al Ayuntamiento de Barcelona en base a la Ley de 21 de julio de 1960 por la que se aprobaba el reglamento por el cual se regiría el nuevo Patronato del Castillo de Montjuich, cuya Junta tendría por objeto gestionar la fortaleza y autorizar que en los terrenos circundantes o "zonas polémicas" se efectuaran las obras urbanísticas de ajardinamiento y embellecimiento que se requirieran oportunas (Art. 2º. (...) se crea el Patronato del Castillo de Montjuich, cuyo presidente será el capitán general de la Cuarta Región Militar). Además, se contemplaba la construcción de un museo militar cuyas obras de ejecución destinadas a recuperar el estilo arquitectónico original del castillo irían a cargo del Ayuntamiento mientras que el Patronato se encargaría de la gestión del nuevo equipamiento (Art. 1º. Se cede al Ayuntamiento de Barcelona el castillo de Montjuich (...) a fin de que sea destinado a Museo del Ejército en el que se exalten las glorias castrenses patrias).
Como justificación del proyecto, se argumentaba que Barcelona carecía de un museo militar y que los museos de arte de la ciudad disponían de piezas y objetos militares pero su exhibición en forma aislada mermaba su valor, motivo por el cual era necesario un espacio que reuniera y revalorizara ese patrimonio. El nuevo espacio recibió el apoyo de los Amigos de los Castillos.


La cesión del castillo de Montjuïc a Barcelona se cedió a cambio de que éste albergara un museo militar, el único espacio que continuaría siendo propiedad del Ejército. El traspaso se produjo el 6 de mayo de 1960. Poco después empezaron las obras de rehabilitación y reforma del espacio destinado a tal equipamiento, presupuestado en 1.800.000 pesetas. En un principio se pensó en instalar las salas de este museo en las galerías que asomaban a la plaza de armas de la fortaleza, pero enseguida se vio que eran bajas de techo y limitadas de luz. En cambio, se descubrió en los sótanos una serie de galerías (destinadas anteriormente a alojamiento de la guarnición) que se distinguían por la altura de sus bóvedas, lo que decidió en su consecuencia a instalar estas salas en ellas. En una primera fase constructiva se procedió a la limpieza y despeje de dichas galerías, mientras que la segunda fase consistió en rehabilitarlas para devolverlas a su estado original, pues su uso como residencia militar las habían desvirtuado. La habilitación del nuevo museo en ese espacio fue obra de los arquitectos Antonio Lozoya y Joaquín de Ros. Para la dotación de piezas históricas a exhibir el Ejército recurrió a numerosas fuentes para ampliar el museo. Los servicios Histórico y Geográfico, la Jefatura de Artillería y muchos cuerpos armados se desprendieron de piezas, la mayoría de las cuales estaban relacionadas con la historia de Barcelona y Cataluña. En total se llegaron a reunir más de 6.500, de las cuales 1.000 eran consideradas de suma calidad y gran valor.


Finalmente, el 17 de junio de 1963 a las 19:00h. se celebró el acto inaugural del Museo Militar, presidido por el jefe de Estado, el general Franco, con motivo de una visita a Barcelona. Le acompañaron el alcalde de Barcelona Josep Maria de Porcioles, el director del museo teniente coronel José María de la Fragua y diversas autoridades municipales y militares. La bendición de las instalaciones fue a cargo del arzobispo-obispo de Barcelona Gregorio Modrego. El subdirector del nuevo recinto señor Ollé Pinell y el historiador de arte Luís Monreal fueron los encargados de explicar a los visitantes el contenido de cada una de las salas. En el patio central o plaza de las armas se instaló una estatua ecuestre del Caudillo, obra del escultor Josep Viladomat. Tras la inauguración del museo la comitiva se trasladó a los fosos de Santa Elena para rendir tributo a las tropas nacionales caídas durante la Guerra Civil y posteriormente se dirigió a un nuevo mirador abierto en antiguos terrenos de propiedad militar, cuya apertura al público se celebró con una exhibición de sardanas.


El museo constaba de 600 metros de vitrinas y paredes. Elementos destacados eran los cañones y morteros, una pieza de Pere Ribot de 1720, las pistolas de miquelete fabricadas en Ripoll, maquetas y mapas de castillos de Cataluña, y banderas de antiguas unidades militares que decoraban las paredes. Contenía numerosas colecciones, como la de Juan Quintana del siglo XVII; la colección Frederic Marés aportada por el Ayuntamiento de Barcelona que incluía una serie de armas decoradas con incrustaciones de marfil, nácar y hueso, y también arcabuces alemanes con llave de rueda de los siglos XVII y XVIII; la colección Artur Llovera que constaba de una colección de soldados de plomo que reunía 20.000 piezas exhibidas en la Exposición Internacional de 1929; una colección aportada por la Agrupación Barcelonesa de Miniaturistas Militares; colección de armas de la Segunda Guerra Mundial; colección de armas de la Guerra Civil Española; una colección de armas de Filipinas; y una colección de armaduras, armas, banderas y pinturas donadas por varias ciudades españolas. En cuanto a secciones temáticas, destacaban las relativas a la expedición a Oriente, con sellos y documentos gráficos referentes a Pere el Gran; la sección sobre las conquistas de Mallorca y Valencia por Jaume I; la sección sobre la Batalla de Lepanto; la sección sobre la Guerra de la Independencia; y la sección sobre las campañas africanas del general Prim y los voluntarios catalanes.


El 23 de mayo de 1966 se inauguró una exposición de dibujos militares del siglo XIX, básicamente estampas y grabados populares. Igualmente, el Patronato organizó el primer concurso de dibujos de tema militar. El 25 de octubre siguiente hubo un robo en el cual fueron sustraídos una pistola de pedernal con llave de miquelete fabricada en Ripoll a finales del siglo XVII y un pistolete-hacha de 1551 que había pertenecido al rey Felipe II. Finalmente, el pistolete-hacha pudo ser recuperado en la ciudad de Montreal tras haberse repartido más de quinientas fotografías a expertos en armas. Por lo visto, dicha pieza estaba cotizada a medio millón de dólares canadienses, mientras que en España se valoraba en 25 millones de pesetas. Sin embargo, la pistola de pedernal no apareció. Se detuvo como culpable a un tal Darryl R. Hicks, un australiano de 30 años que en una visita a Barcelona burlando la seguridad forzó la vitrina y sustrajo las dos piezas.
El 11 de marzo de 1967 el príncipe Juan Carlos visitó el museo y recibió una medalla de plata conmemorativa de la cesión del castillo a Barcelona. El 22 de junio siguiente se inauguró una exposición sobre la evolución de la artillería y se celebró la entrega de premios del segundo concurso de dibujos de tema militar. Asimismo, el presidente de la Diputación de Tarragona, el señor Gerona Figueras, hizo donación de una maqueta de la Batalla del Ebro para el museo.


En relación al concurso de dibujos de tema militar, hay constancia de que se celebraron al menos hasta 1968, en este último caso concretamente el 6 de mayo.
Algunas fuentes apuntaban que durante los años setenta fue el segundo museo más visitado de Barcelona tras el Museo Picasso.
El 4 de marzo de 1980 el jefe del Estado Mayor del Ejército teniente coronel José Gabeiras Montero visitó el museo y aprovechó la ocasión para hacer entrega de un retrato al óleo de S.M. el rey Juan Carlos I. Tal autoridad fue recibida por el capitán general de Cataluña Pascual Galmés y el presidente de la Generalitat Josep Tarradellas.
El 24 de mayo de 1982 se inauguraron cuatro nuevas salas del museo, una de ellas como pinacoteca y las otras tres con una exposición de documentación relativa al Día de las Fuerzas Armadas. Sumaba el museo un total de 30 salas. El acto estuvo presidido por el alcalde de Barcelona Narcís Serra, el teniente de alcalde señor Abad, el consejero de Relacions Ciutadanes señor Reverter y el capitán general de Barcelona señor Sáenz de Santamaría. Esta ampliación, junto con una exposición de pintores militares contemporáneos, abrió los actos de celebración en Barcelona del Día de las Fuerzas Armadas. Durante aquél día hubo jornada de puertas abiertas al museo y se organizaron visitas escolares.
En 1985 la estatua ecuestre del general Franco fue manchada de pintura rosa por parte de un grupo de jóvenes que reivindicaban su retirada del patio central del castillo, motivo por el cual se guardó en una dependencia del museo. Sin embargo, al no pasar la figura por la puerta le amputaron una pierna.


El nuevo director del patronato nombrado el año 2001, el coronel Francisco Segovia efectuó una apertura del museo a todas las tendencias ideológicas, llegando a eliminar la simbología nazi, organizando exposiciones temporales e incorporando una sección de uniformes y símbolos del ejército republicano. De ese modo pretendió mejorar la calidad del contenido y adecuarlo a las nuevas necesidades de la ciudad. Asimismo, fue definitivamente retirada del museo la estatua ecuestre del general Franco, pasando a guardarse en un almacén municipal situado bajo el parque de Josep Maria Serra i Martí, en el barrio de Canyelles del distrito Nou Barris. Actualmente permanece allá.
El 30 de abril de 2007 el presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero y el alcalde de Barcelona Joan Clos acordaron la cesión íntegra del castillo, es decir, posesión (a diferencia de 1960) a cambio de que ondearan las banderas de España, Cataluña, Barcelona y la Unión Europea, de retirar las antenas instaladas en un plazo máximo de tres años y de clausurar el Museo Militar. Allí, a cambio, se instalaría un Centro Internacional por la Paz.


Tras ser aprobada oficialmente la clausura del Museo Militar incluso con fecha señalada, durante los días 22, 23 y 24 de mayo del año 2009 se hicieron puertas abiertas para quienes lo desearan hiciesen una última visita al recinto. Además, los días 23 y 24 se organizaron visitas comentadas y el día 24 se organizó una chocolatada en el patio de armas acompañada de la unidad de música de la Tercera Subinspección General del Ejército de Tierra. Finalmente, el 25 de mayo siguiente de ese año 2009 el museo cerró definitivamente sus puertas. Parte del patrimonio se trasladó al Museu Històric i Militar de Figueres en el castillo de Sant Ferran, otras  piezas fueron a parar al Museu Frederic Marès y al Museu Etnològic, mientras que el resto quedó dispersado en varios museos y cuarteles españoles. Lamentablemente había ganado la batalla la demagogia de determinados partidos políticos empeñados en inventar, manipular y reescribir la historia en base a sus idearios, borrando o camuflando aquellos aspectos que no les interesaba.


Cinco años después, el historiador Juan Carlos Losada en una entrevista publicada el 16 de julio de 2014 en el diario "La Vanguardia" afirmó que el cierre del Museo Militar "fue una acción muy lamentable fruto del sectarismo político y de la ignorancia de gran parte de la clase política catalana. Era un museo militar excelente con piezas únicas, nada belicista, pero por criterios ideológicos, en nombre de un presunto pacifismo se cerró. Se han abierto en la ciudad decenas de museos sobre temas absolutamente triviales y se cierra este que era magnífico, porque a algunos les parecía “facha”. Lo curioso es que muchos de los que impulsaron su cierre ahora se apuntan con entusiasmo a las recreaciones bélicas del tricentenario". Recientemente, el inspector general del Ejército Ricardo Álvarez-Espejo anunció públicamente con motivo de la Pascua Militar el proyecto de instalación de un nuevo museo militar en Barcelona que se ubicaría dentro del edificio que alberga el Gobierno Militar, clausurado desde el año 2009. Aunque tal iniciativa intentaría enmendar un error histórico que jamás debió producirse, todavía queda pendiente en Barcelona la creación de otros museos relacionados con importantísimos elementos y hechos que formaron parte fundamental de la historia de la ciudad, y que la sociedad tanto barcelonesa como catalana tiene derecho a conocer y a serle explicada, como un Museo de la Hispano-Suiza, un Museo de la SEAT, un Museo de la Industria y un Museo del Transporte, entre otras cosas.

Fotos: blog.boullosa.org, destinoespana.com, Jordi Ferrer, Quique García, racocatala.cat.