sábado, 28 de enero de 2017

Sí a la implantación de la nueva línea de autobús "Pla de Palau-Ciutat Meridiana" por la avenida Meridiana


Para el próximo año TMB terminará de implantar la nueva red ortogonal de autobuses cuya implantación se inició en el 2012. Ello supone una profunda reestructuración de los actuales servicios de transporte público superficie para adaptarlos a las nuevas necesidades del siglo XXI. Esta reformulación pretende que las líneas de autobús ganen en eficacia, eficiencia y competitividad para los usuarios. Entre sus ventajas figura una mayor legibilidad de las líneas, máxima cobertura territorial, mayor frecuencia de paso y velocidad comercial, menor tiempo de viaje, más proximidad, más capacidad, mayor conectividad y menor contaminación. Otras ventajas son la prioridad semafórica, la presencia de nuevos carril-bus, la implantación de paradas dobles y la creación de áreas de intercambio.
El proyecto inicial previó un total de 28 líneas, de las cuales 17 serían verticales (mar-montaña y distintivo numérico V+número impar), 8 horizontales (Llobregat-Besòs y distintivo numérico H+número par) y 3 diagonales (distintivo numérico D+número múltiplo de 10). Esta nueva red supone la desaparición de la mayoría de líneas urbanas convencionales hasta ahora existentes, mientras que otras recortarán su recorrido o lo modificarán. Solo los servicios de proximidad o “Bus del Barri” quedarían inalterados. Sin embargo, durante las sucesivas fases anuales de implantación de la nueva red se fueron realizando pequeñas modificaciones en algunas líneas con respecto a la propuesta original para mejorar, corregir y compensar.


Para este próximo otoño y en el otoño del 2018 se implantarán el resto de líneas pendientes que completarán la red, que supondrán un total de 12. Se observa que en la propuesta final, además de alguna leve modificación y prolongación de recorridos y el descarte provisional (o tal vez definitivo) de la Línea D30 de la avenida Diagonal, figuran dos nuevas líneas diagonales inicialmente no previstas (la D40 Pl.Espanya-Roquetes y la D50 Pl.Catalunya-Ciutat Meridiana). Pero increíblemente y para el asombro de muchos no figura la línea diagonal D10 o D60 “Ciutat Meridiana-Pla de Palau” que debería cubrir toda la avenida Meridiana, con lo cual queda un vacío mal cubierto en esta arteria tan importante de Barcelona.
Resulta incomprensible que finalmente se haya descartado una línea tan importante que resultaría parte fundamental para terminar de completar y articular la nueva red ortogonal. Una vez más, la avenida Meridiana sale malparada en cuanto a autobuses se refiere. Tal vez la excusa sea que buena parte de esta vía queda cubierta por la L1 de metro y Rodalies-RENFE y que la línea 62 de autobús ya asume buena parte de esta función. Durante la década de los ochenta, numerosas líneas de autobús que circulaban por la avenida Meridiana se fueron suprimiendo o recortando hasta Fabra i Puig por falta de rentabilidad, quedando solo las líneas 18 (ya desaparecida) y 62. Al iniciarse las obras del anillo de la plaza de las Glòries, ambas desviaron su recorrido dejando huérfano el tramo de la avenida Meridiana entre el Clot y la citada plaza. Se trataba de un desvío provisional, pero una vez terminadas las obras inexplicablemente estas líneas de autobús no regresaron a su itinerario original a pesar de las protestas vecinales. Así, para ir hasta la plaza directamente solo había la opción de la L1 de metro.


Con la puesta en marcha de la nueva red ortogonal, al observar la propuesta original donde figuraba una línea diagonal por toda la avenida Meridiana produjo satisfacción porque el nuevo servicio venía a solventar un problema que se arrastraba desde la segunda mitad de la década de los ochenta, a la vez que al fin se creaba un servicio público de transporte que cruzara completamente la avenida Meridiana con los beneficios que ello conllevaría en términos de movilidad. Pero ahora, al observar la propuesta final, inexplicablemente esta línea ha quedado descartada, perpetuando una anomalía con la excusa de que la L1 de metro y Rodalies-RENFE resultan suficientes.
Existen numerosos motivos por los que merecería la pena implantar una nueva línea de autobús entre Ciutat Meridiana y el Pla de Palau a lo largo de toda la avenida Meridiana debido a las ventajas que ofrecería.
En primer lugar, establecería correspondencia con numerosas líneas de autobús. Se crearían diversas áreas de intercambio que permitirían fácilmente y rápidamente el cambio de una línea a otra, además de constituir un eje "bisagra" entre la zona del Besòs y Barcelonès Nord con el resto de la ciudad. Las líneas convencionales y servicios de proximidad ejercerían su función de aportación y de alimentación a la nueva línea de altas prestaciones. Además, su correspondencia con la estación de autobuses de Fabra i Puig posibilitaría enlazar con los servicios intermunicipales e interurbanos de autobús de más largo recorrido.


En segundo lugar, establecería correspondencia con el metro y Rodalies-RENFE, de modo que asumiría la función de aportador-alimentador a este modo de transporte de alta capacidad, facilitando así la posibilidad de desplazarse más rápidamente por Barcelona y su región metropolitana. Los intercambiadores de Fabra i Puig, La Sagrera, Clot y Glòries serían los más importantes.
En tercer lugar, establecería correspondencia con el tranvía, adoptando una función homóloga con respecto al metro y a Rodalies-RENFE, la cual aumentaría su sentido en caso de que el tranvía se prolongara por toda la avenida Diagonal, repercutiendo entonces a incrementar las áreas de intercambio y, por consiguiente, las posibilidades de desplazamiento por la ciudad e incluso hacia el Barcelonès Nord y el Baix Llobregat.
En cuarto lugar, representa una alternativa de superficie con respecto a los transportes subterráneos. A pesar de que, ciertamente, un tramo importante de la avenida Meridiana queda cubierto por la L1 de metro y Rodalies-RENFE, siempre existe una demanda potencial de usuarios que optan voluntariamente por un transporte de superficie a los cuales no debe marginarse sino ofrecerles esta alternativa que también puede ser rápida y cómoda, pues al circular por Ciutat Meridiana acercaría a un notable porcentaje de población que no accede al metro todo y la presencia de la L11.
En quinto lugar, resultaría más cómoda y accesible para determinados colectivos, como son personas de la tercera edad que supone un importante porcentaje de la población barcelonesa, mujeres embarazadas o personas discapacitadas físicas o psíquicas, demás de enfermos o lesionados. Aunque la red de metro es accesible mediante ascensores hidráulicos, obviamente es más fácil el acceso directo a nivel de calle que descender para luego volver a ascender.


En sexto lugar, sería más fácil regular su oferta en función de la demanda, incorporando más o menos vehículos según el número de pasajeros. Por ello, sería un servicio rentable que ofrecería en este sentido muchas posibilidades y alternativas.
En séptimo lugar, cubriría una arteria de gran importancia social y comercial como es la avenida Meridiana donde, además de constituir un eje de gran densidad de población, contiene numerosos equipamientos educativos, sociales, culturales, sanitarios y deportivos, concentrándose una parte destacada de ellos en el área de centralidad de la plaza de las Glòries.
En octavo lugar, configuraría un nuevo eje de transporte público hasta ahora inexistente, que actualmente se halla parcialmente cubierto y mayormente atendido por el transporte subterráneo, pues la línea 62 solo cubre un tramo al quedar desviado a la altura de las calles Aragó y Consell de Cent.
En noveno lugar, cubriría tramos de la avenida Meridiana sin servicio de autobús a la vez que recuperaría el trazado hasta la plaza de las Glòries eliminado desde mediados de los años ochenta.
Y en décimo lugar, contribuiría a la movilidad sostenible reforzando la presencia dle transporte público, contribuyendo a ganar adeptos en detrimento de los automovilistas, reduciendo el tráfico de vehículos privados, reduciendo la contaminación en caso de incorporar vehículos a GNC, híbridos o eléctricos, y asumiendo un papel destacado y fundamental en la futura avenida Meridiana a la que se prevé someter a una profunda remodelación urbanística en los próximos años.


El tramo comprendido entre Fabra i Puig y el barrio de Ciutat Meridiana, de escasas paradas, asumiría la función de semilanzadera entre ambos puntos, haciéndose realidad la petición vecinal de un servicio rápido exprés entre ambos puntos. La implantación de la nueva línea permitiría la opción factible de suprimir la línea 62 de autobús, cuya oferta es deficiente e insuficiente. En ese sentido, Ciutat Meridiana dispondría de la nueva línea D50 para desplazarse hasta el centro de Barcelona, a la vez que enlazaría con otros lugares de interés como es el Hospital de Sant Pau, compensando también la supresión de la línea 51. El recorrido por la avenida Meridiana que dejaría la 62 quedaría cubierto por la línea diagonal de la avenida Meridiana, de modo que el citado barrio no perdería las conexiones en autobús que tiene hasta ahora sino que se ampliarían y mejorarían.
En cuanto al final en Pla de Palau, se podría incluso estudiar la opción de prolongar la línea hasta el monumento a Colón o bien hasta la Barceloneta, hecho que haría aumentar más aún su potencial rentabilidad. He creído oportuno aportar argumentos razonables por los cuales defiendo la implantación de esta línea que, insisto, resulta injusto e inexplicable que haya sido descartada del proyecto final de una nueva red ortogonal que no debería permitirse el lujo de dejar espacios "vacíos" únicamente cubiertos parcialmente por el metro o Rodalies-RENFE y mal servidos por una deficiente línea de autobús convencional.

Fotos: Ajuntament de Barcelona, El Periódico, José Mora Martín (www.autobusesbcn.es) TMB.

jueves, 19 de enero de 2017

De la planta asfáltica al Ateneu Popular de 9 Barris: 40 años de una acción popular


Se cumplen 40 años de la ocupación de la planta asfáltica situada en la Trinitat Nova, en el actual distrito de Nou Barris y que dio lugar al Ateneu Popular de 9 Barris. Aunque años atrás se dieron algunos precedentes y se produjeron acciones similares por toda la ciudad, ninguna de ellas tuvo tanta repercusión como ésta. Todo empezó a finales del año 1976, cuando en la confluencia de las calles de Sa Riera y de Potlligat se construyó una planta asfáltica destinada a la fabricación del asfalto necesario para la pavimentación del entones II Cinturón, actualmente Ronda de Dalt. Curiosamente, las instalaciones solo funcionaron durante un día y a modo de prueba, pero aún así la situación inquietó a los vecinos del barrio de la Trinitat Nova, los cuales recibieron el apoyo incondicional de asociaciones y entidades.


Mediante diversas asambleas, decidieron finalmente rechazar la planta asfáltica por contaminante y porque contravenía las disposiciones legales que exigían una distancia mínima de dos kilómetros de las zonas habitadas. A pesar de todo se construyó porque el entonces alcalde Joaquín Viola modificó el Plan Comarcal dejando sin efectos la consideración de terrenos como parque forestal. Previamente a la ocupación de la planta asfáltica se promovieron iniciativas más moderadas como cartas al Ayuntamiento de Barcelona, recogida de firmas, reuniones y manifestaciones. Básicamente los vecinos querían el traslado de las instalaciones para poder ubicar en su lugar una zona verde, equipamientos deportivos y un ateneo popular.


Siendo alcalde de la ciudad José María Socías, éste propuso instalar filtros para los humos y amortiguadores del ruido en la maquinaria de la planta asfáltica en vez de su traslado, sugerencia que provocó la ira vecinal y la decisión en asamblea de desmontar las instalaciones. Así fue como el domingo 9 de enero de 1977 se llevó a cabo la primera acción, cuando 500 vecinos entraron en el recinto y desmantelaron las instalaciones, un acontecimiento que tuvo repercusión en la prensa de la época. Los desperfectos se valoraron en más de diez millones de pesetas (60.000 euros), pero se había ganado la primera batalla. Al día siguiente se reunieron representantes del Ayuntamiento de Barcelona con representantes de la Asociación de Vecinos de 9 Barrios, llegándose al acuerdo de trasladar la planta asfáltica y que la nave de las instalaciones quedaría a disposición vecinal los domingos por la mañana de manera provisional.


Poco después se creó la Coordinadora Pro-Ateneo Popular de 9 Barrios, cuyo deseo era que la planta asfáltica pasara a ser un ateneo autogestionado entendido como espacio cultural capaz de recoger las expresiones artísticas y culturales, además de promover una cultura al alcance de todos. La integraban las vocalías de cultura de las asociaciones vecinales, numerosas entidades, grupos autónomos y personas varias que iban por libre. Al cabo de unos meses se produjo una segunda acción los días 4 y 5 de junio del mismo año, lo cual comportó la ocupación de la nave y sus alrededores. En este acontecimiento, conocido como las Treinta Horas por el tiempo que duró, diversas entidades celebraron actos festivos y culturales en los cuales participaron unas 50.000 personas de todas las edades. Tuvo también una gran repercusión sobre una Barcelona que estaba viviendo una gran efervescencia reivindicativa.


Hasta las segundas Treinta Horas de los días 3 y 4 de junio de 1978, las actividades se centraron en la adecuación de la nave y a desarrollar actividades culturales. El Ayuntamiento de Barcelona pretendió adueñarse de aquél proyecto popular convirtiendo el ateneo en un centro cívico municipal, una propuesta que finalmente no prosperó ante el rechazo unánime de los vecinos. Por ello, durante los años ochenta y hasta nuestros días, el Ateneu funciona autogestionado por el Bidó de Nou Barris, nombre que procede de los bidones de asfalto de la planta. En dicha autogestión el poder, las decisiones y el sistema de funcionamiento emanan únicamente por decisión popular, de forma asamblearia, sin intervención alguna de las administraciones. En ese sentido, se apostó por una cultura no institucional ni institucionalizada, al margen de cualquier oficialización, que emanara directamente de las personas, con libertad para definir y crear.


Posteriormente el Ateneu pasó a integrarse en la Coordinadora d'Associacions de Veïns de Nou Barris y reforzó sus relaciones con el distrito nacido oficialmente en 1984. En 1988 el Ayuntamiento de Barcelona acondicionó un escenario y un equipo de sonido, y en 1991 inició una gran reforma integral de la nave. Durante este tiempo, el material del Ateneu se guardó en unos almacenes del barrio de las Roquetes. Para evitar la detención de las actividades, éstas se realizaron en diferentes barrios del distrito de forma itinerante.
El 23 de octubre de 1994 se inauguró el nuevo edificio construido sobre la vieja nave. En 1999 integró la escuela de circo Rogelio Rivel, un referente de primer orden a escala internacional. Desde el año 2007 forma parte de la Xarxa de Fàbriques de Creació, pues el Ateneu da cabida a diversas entidades culturales. Durante el año 2013 se estrenó la segunda reforma del edificio de la antigua nave que comportó una mejora de las instalaciones, una ampliación del espacio y una modernización general.


Tuve el placer de conocer el Ateneu Popular de 9 Barris porque entre los años 1995 y 2010 ubicó allí su sede el Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris, entidad cultural sin ánimo de lucro fundada en 1983 en la Escuela Freire por un grupo de vecinos sensibilizados en la preservación y difusión de la memoria histórica y la defensa del patrimonio. Empecé a colaborar desinteresadamente en 1999 y desde entonces he desarrollado funciones como historiador, redactor, tesorero, ponente, guía de rutas urbanas y encargado de documentación, entre otras facetas que me han dotado de experiencia para el mercado laboral en el ámbito cultural. Desde el 2011 nos ubicamos en el Espai Via Favència.
Recuerdo a la gente del Ateneu muy abierta, integradora, flexible, dialogante, cordial y positiva. Siempre se respiraba buen ambiente, un clima agradable de gente singular de todas las edades donde todos éramos iguales y no había discriminación alguna por edad, lengua, procedencia, raza, sexo, orientación sexual, ideas políticas, creencias religiosas u otras particularidades.


Los pasillos siempre estaban transitados y las salas ocupadas por gente desarrollando actividades culturales y artísticas de diversa índole, siendo el circo la faceta más potente. Allí fue donde percibí la importancia de disponer de una industria circense en Barcelona, una asignatura pendiente a pesar de que la ciudad fue antaño la cuna de muchos payasos y artistas de proyección nacional e internacional. Barcelona necesita un circo permanente y siempre he defendido la opción de la plaza de toros de la Monumental. La escuela de circo es un referente que rompe fronteras y lleva el nombre de Rogelio Rivel, de nombre real Roger Andreu, hermano pequeño del mítico Josep Andreu, más conocido mundialmente como Charlie Rivel. Su prestigio no es casual, pues acuden artistas circenses de varios países que instalan allí mismo su roulotte, y además la calidad de la formación es extraordinaria, formando artistas y, por encima de todo, personas con grandes valores.


Existe un fuerte vínculo histórico y emocional entre el Arxiu y el Ateneu, como si de alguna manera ambas entidades fuesen hermanas. Y ello no es casualidad, ya que muchos de quienes participaron en la ocupación y desmantelamiento de la planta asfáltica y en las Treinta Horas de 1977 y 1978 terminaron fundando el Arxiu o bien se convirtieron en socios activos. La colaboración entre ambos equipamientos populares siempre ha sido efectiva, desde la redacción de artículos en la ya desaparecida revista del Ateneu hasta en la elaboración de algunas actividades. El lugar para hacer un breve paréntesis es el bar, punto de encuentro o ágora, donde además de tomar una consumición, las chicas de la cocina te cocinan unos platos caseros excelentes que a todo el mundo recomiendo probar. Cuando el Arxiu tenía allí su sede, cada vez que íbamos al bar decíamos “anem a l’oficina”.


La materialización del Ateneu fue posible porque la ocupación y desmantelamiento de la planta asfáltica se produjo en un momento históricamente adecuado y oportuno. Fueron los años en los que tocaba ceder y escuchar las peticiones ciudadanas, tiempos de cambios y de rupturas. Por el contrario, de haberse producido en plena década de los ochenta o noventa hubiese sido mucho más complicado o, tal vez, imposible. De algún modo el verdadero final del franquismo y el origen de la democracia lo marcó este acontecimiento, pues ello supuso el fin del autoritarismo y el triunfo del poder popular. Si la planta asfáltica fue el monumento a un régimen dictatorial, el Ateneu es el monumento a la democracia, y el paso de una cosa a otra fue visto como la transición de la represión a la libertad. La acción demostró que la conquista de los espacios para modelar una ciudad al gusto de sus ciudadanos era algo posible, y que con unidad y voluntad se era más fuerte.


El Ayuntamiento de Barcelona, ante el temor de verse desbordado o desprestigiado, se vio obligado a acelerar su democratización para responder a las demandas sociales, incluso cediendo por conveniencia para evitar la proliferación de conflictos. Las victorias vecinales llevaron a más triunfos ante unas administraciones que se vieron obligadas a ceder, y ello ha hecho que muchos barrios de Barcelona con numerosos problemas hayan logrado remontar y disponer de ese nivel y calidad de vida merecidos. Sin las luchas muchas cosas no hubiesen sido posibles, y la acción de la planta asfáltica, a pesar de los numerosos precedentes, fue la estocada definitiva y el motor del cambio en la ciudad. Así fue como se resucitó la ahora tan reivindicada democracia social y participativa. Muchas historias se podrían contar del Ateneu, especialmente quienes vivieron los acontecimientos en primera persona. Que para siempre continúe este patrimonio inmaterial y cultural de Barcelona.

Podéis consultar más información acerca del Ateneu en la página web www.ateneu9b.net.
Fotos: Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris, Jerome Bischel, Kim Manresa.

martes, 10 de enero de 2017

Reflexiones navideñas en fechas post-navideñas


Empezado el reto de un nuevo año, dejamos atrás las fiestas más entrañables para regresar a la vida cotidiana, dispuestos a superar los tres primeros y largos meses de invierno. Pero antes de retomar mis artículos sobre transporte e historia local de Barcelona, quisiera hacer una reflexión personal acerca de la Navidad. Llámenme infantil, friki, loco o lo que ustedes deseen, pero yo siempre he adorado y disfrutado de esta festividad como un niño pequeño. Soy de los que todavía monta el árbol y el pesebre, toma las doce uvas y va a las cabalgatas de los Reyes Magos. Respeto a los que aborrecen esta fiesta y la rechazan porque se sienten solos, se entristecen o porque las fechas coinciden con la pérdida irreparable de seres queridos o el inevitable recuerdo de aquellos que ya no están entre nosotros. Puedo comprender los sentimientos y las circunstancias personales de cada uno, por lo que nada les discutiré.


Sin embargo, me llama la atención quienes afirman que la Navidad es únicamente consumismo e hipocresía, y a menudo publican en sus muros de Facebook que les gustaría irse a dormir el 23 de diciembre y no despertar hasta el 8 de enero. Yo desearía hacer exactamente todo lo contrario, es decir, irme a dormir el 8 de enero y no despertar hasta el 23 de diciembre. Todo es cuestión de puntos de vista, de la visión que se tiene del mundo y de la percepción hacia uno mismo. Por ello, discrepo amablemente de este enfoque. No negaré que, ciertamente, existe un montaje que fomenta el consumismo desenfrenado y los falsos sentimientos, especialmente en un mundo todo el año conflictivo que de pronto parece establecer una tregua y volverse "bueno", pero el fenómeno responde básicamente a una operación de marketing elaborada desde las esferas más altas, las principales interesadas en dirigirnos hacia donde ellos quieren.


La Navidad en los tiempos actuales y particularmente en los países desarrollados obviamente se puede criticar, pero ello no justificaría la pretensión de hacerla desaparecer como algunos querrían. Un servidor que antes ha afirmado adorar la fiesta, es también crítico, y concretamente lo soy con esa perversa globalización que sutilmente impone el modelo norteamericano de Papá Noel en detrimento de los Reyes Magos u otros personajes fantásticos. Grave error, pues cada país debería vivir la fiesta a su manera, en base a sus tradiciones, a su folklore, a su cultura y a sus creencias. El único Papá Noel que respeto es el de los países donde es tradición local, pues allá se respira su verdadero espíritu navideño hallándose completamente integrado culturalmente. Sin embargo, en España es un personaje alejado de nuestros valores, a menudo desconocido, colocado "en calzador" todo y ser universalmente la figura más icónica de la Navidad. Aun así, no se trata tanto de evitarlo ni mucho menos de prohibirlo porque vivimos en una sociedad multicultural y plural, sino de impedir imposiciones y suplantaciones. Es decir, la Navidad de Papá Noel debe convivir con la tradición navideña local pero nunca transformarla o destruirla para imponer la suya.


Ante una sociedad inclinada al estrés que genera la vida cotidiana, la Navidad resulta un bien (o un mal, según como se mire) necesario. Todas las civilizaciones y culturas necesitan una válvula de escape de la dura realidad, una evasión, algo que les haga soñar. Las festividades, además del componente cultural, se inventaron porque, entre otras razones, la gente necesita entretenerse, divertirse, pasarlo bien, olvidar las rutinas y adentrarse en algo que les haga sentirse importantes, aunque ello sea una fantasía o una mentira. Lo mismo sucede con la Navidad, que actualmente ha trascendido mucho más allá del componente religioso para ser algo cultural, acatado y celebrado tanto por creyentes como por agnósticos y ateos, porque todo y tratarse de una ilusión montada, las personas lo necesitan. ¿Os imagináis un mundo sin fiestas, ni tradiciones ni folklore solo porque su origen es religioso o se basa en mitos, leyendas o fantasías?


En relación al consumismo, una educación basada en el consumo responsable es la manera más adecuada de evitar caer en la compra compulsiva y en la adquisición de productos innecesarios. En una buena medida, comprando de manera equilibrada se genera felicidad y alegría para nuestros seres queridos que reciben el regalo, a la vez que se estimula la economía del sector comercio, estos últimos años muy castigado por la crisis económica y financiera. ¿Qué comerciante renunciaría a la temporada navideña cuando ello supone un aumento de clientes y, por consiguiente, de ingresos, a la vez que una oportunidad de oro para dar a conocer su comercio y sus productos?


Fuera de las vertientes negativas, no hemos de olvidar que la Navidad es, sobretodo, cultura. Basta con ver la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la literatura, el teatro, el folklore y la gastronomía, entre otras cosas, que a lo largo de los siglos ha generado. En el caso concreto de Barcelona, afortunadamente desde hace años se viene apostando por un modelo navideño que, conservando su identidad folklórica local, es abierto e integrador, respetuoso con toda clase de creencias y culturas a las que invita a participar. Durante esas fechas, la gran mayoría de asociaciones y entidades vecinales y culturales barcelonesas organizan talleres, fiestas, conciertos, teatro, exposiciones, pesebres vivientes, el Caga Tió, la entrega de cartas a los pajes reales y la recogida de juguetes por motivos solidarios. Existe, pues, una opción real de "escapar" del tópico consumista e hipócrita y disfrutar de nuevas experiencias enriquecedoras.


Lo mismo se puede decir de las cabalgatas de los Reyes Magos, una tradición que, a mi parecer, debería catalogarse como patrimonio inmaterial o intangible de Barcelona para evitar su desaparición. Esta rúa tiene un valor mucho más allá del religioso e integra incluso a no creyentes y a los colectivos de otras religiones y culturas, siendo prueba de ello la enorme implicación de voluntarios anónimos, empresas, comercios, asociaciones y entidades para llevarlas a cabo y deleitar con su magia tanto a niños como a adultos. Un servidor tuvo la oportunidad de desfilar en la cabalgata oficial como escolta de carroza, y ahí es cuando observas en vivo y en primera persona la felicidad del público, el rostro de sorpresa, ilusión e inocencia de los más pequeños, algo que no tiene precio y que quien no lo ha vivido no puede explicar. ¿Qué quedaría de nosotros si decidiésemos eliminar algo así?


Polémico fue el caso del instituto Garofani de Rozzano (Milán, Italia) que suspendió los actos navideños para no ofender a los musulmanes e integrar al 20% de alumnos de otras procedencias. Sucesos similares se dieron en Bruselas e incluso en Castellón. Esperemos que el sentido común impida en nuestro país la expansión de decisiones tan absurdas e irracionales que, además de vulnerar nuestra identidad, generan división e incluso racismo. Yo apuesto por conservar una fiesta entrañable como la Navidad que, por encima de todo, ni ofende a musulmanes ni a ninguna confesión, y que invita a implicar a las gentes de otras religiones y culturas en un clima de entendimiento y concordia, incluso a que éstos colectivos aporten todo lo bueno que tienen y la enriquezcan para garantizar su evolución y futuro.

Fotos: Ajuntament de Barcelona, Ricard Fernández Valentí, TimeOut.