viernes, 8 de septiembre de 2017

Joan Colom o el Neorrealismo barcelonés


La figura del fotógrafo Joan Colom i Altemir es objeto de recuerdo tras su reciente fallecimiento a los 96 años de edad. Con él desaparece el último artista de la imagen perteneciente a una generación renovadora que causó gran impresión en su época por el realismo, el expresionismo y los sentimientos de todas y cada una de las extraordinarias instantáneas que fue capaz de captar. Sin duda hubo precedentes porque en el mundo del arte (y así debería considerarse la fotografía) nada parte de la nada sino que siempre existen referentes previos. Incluso la obra más vanguardista y rupturista ha bebido de sus antepasados. En Barcelona fue el caso de maestros como Josep Brangulí, Adolf Zerkowitz y Narcís Cuyàs, fotógrafos capaces de retratar la ciudad con extrema nitidez y precisión y de crear "cuadros" en blanco y negro con hermosas escalas de grises. Si ellos representaron más bien la foto de paisaje pero sin renunciar a instantáneas relativas a sucesos y acontecimientos sociales, un caso aparte fue el de Pere Català i Pic (padre de Pere y Francesc Català-Roca), que a través de la fotografía y la publicidad introdujo el vanguardismo en la imagen inspirado en las nuevas corrientes artísticas europeas.

 

Ya en la posguerra los artistas antes mencionados continuaron con su trabajo, adaptándose en parte a los nuevos tiempos pero siendo muy fieles a sus estilos y a sus principios que tanta personalidad les otorgaron. Paralelamente surgió una nueva generación renovadora influida no solo por los citados maestros, sino también por las nuevas corrientes europeas y especialmente por la situación en la cual se hallaba la ciudad de Barcelona. Y es en la etapa de la posguerra al desarrollismo donde hallamos la figura de Colom, un joven inquieto que, pese a su extraordinario talento, manifestó gran sencillez y humildad. Probablemente el hecho de haberse iniciado tarde al oficio, pasados los treinta años de edad, además como autodidacta, influyeron decisivamente en su talante.
Sus fotografías de la vida cotidiana del Raval barcelonés, entonces Barrio Chino, fueron el reflejo de otra Barcelona, real, oculta e incómoda ante unos mandatarios que solo querían vender bienestar, estabilidad y progreso económico. Pocos se atrevían a penetrar por un sector de la ciudad lúgubre, insalubre e inseguro, acercarse a las gentes pobres, a menudo de trato difícil, y a contemplar sus alrededores como si fuera bello el paisaje de una decadencia.

 

Si algo caracteriza las fotografías de Colom es la gran carga expresionista contenida en los personajes que aparecen. Solo una persona de gran sensibilidad podía captar las emociones y los sentimientos humanos de aquella manera, solo alguien dedicado a la fotografía con entrega, pasión, amor y devoción, nunca por interés lucrativo y comercial. Son imágenes hermosas desde el punto de vista profesional, técnico y artístico, pero nada de lo que se muestra es bello o de gran belleza. Sin embargo, el contenido es tan inmenso que permitiría contemplar durante horas todas y cada unas de sus fotos, porque ellas solas explican muchas historias de una realidad a menudo incómoda.
Joan Colom fue un fotógrafo de la calle porque fue un hombre de calle, un lector del paisaje urbano donde a través de la imagen captó, leyó e interpretó aquello que había visto tras el objetivo. Siempre buscaba el "qué" y no el "cómo". Y a menudo lo hacía directamente a través de su propio ojo, pues para evitar posibles conflictos realizaba las fotos escondiendo su cámara de modo que nadie se sintiese intimidado. Su mirada fotográfica, instantánea, captaba aquello que a priori no observamos pero que sucede y allí se encontraba.


Su obsesión por el barrio del Raval se debió a que él nació allí, viviendo en la calle de Joaquín Costa donde sus padres regentaban una floristería. Retrató otros barrios marginales de la ciudad, una fascinación que lo llevó a ignorar los barrios de clases sociales más elevadas.
Y tras su genialidad siempre prevaleció su afabilidad. Jamás fue pretencioso, nunca manifestó ínfulas artísticas ni compitió con los destacados fotógrafos contemporáneos a su época que también retrataron la Barcelona de aquellos años como Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Colita, Leopoldo Pomés, Toni Catany y los hermanos Pere y Francesc Català-Roca, entre otros, una generación de renovadores de la fotografía con quienes mantuvo buenas relaciones. Si todos estos personajes se enmarcaron dentro del movimiento llamado Nueva Vanguardia, la figura de Colom además se podría considerar un claro ejemplo de Neorrealismo, similar a la corriente cinematográfica italiana surgida tras la Segunda Guerra Mundial y que buscaba tanto el realismo intenso de los escenarios como mostrar objetivamente a la sociedad tal y como era. En ese sentido se convirtió en el primer gran fotógrafo social de la historia de Barcelona, mostrando las condiciones sociales más auténticas y humanas, dando mucha importancia a los sentimientos de las gentes que no el paisaje y expresando la imagen más cruda de la realidad.


Como consecuencia de su estilo, fotógrafos posteriores a él lo tomaron como referente por haber logrado (probablemente sin que fuese su intención) renovar y modernizar el lenguaje de la fotografía, pues la imagen pasó a ser un arte vivo y, a su vez, un instrumento útil para la sociedad. Tras haber abandonado la fotografía en 1964 a raíz de haber sido demandado por una de las prostitutas que él retrató para ilustrar el libro "Izas, rabizas y colipoterras" de Camilo José Cela, entre 1977 y 2010 regresó para retratar la Barcelona preolímpica y postolímpica, sin renunciar a su sentido ni a su estilo fotográfico. Quién sabe, tal vez sus últimas instantáneas en color sirvieron para abrir las puertas a lo que tal vez podría ser la fotografía del siglo XXI.
Tras su muerte Joan Colom merecería tener una calle, una plaza o unos jardines en el barrio del Raval, su fuente de inspiración que lo catapultó a la fama y alimentó el mito y la leyenda del Barrio Chino. Su aportación documental ha sido de un valor infinito hasta el punto que ha contribuido a completar un periodo importante de la historia contemporánea de Barcelona. Igualmente merece la pena recordar y reivindicar a un gran amigo íntimo suyo, Ignasi Marroyo, fallecido el pasado mes de julio a los 89 años, cuyo estilo artístico y fotográfico era muy similar y que ha sido injustamente olvidado.


Fotos: Joan Colom, Ignasi Marroyo.

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